Hace un par de semanas estuve en Hawái, sin duda un lugar perfecto para quienes disfrutan de la playa, sol y naturaleza. Sin embargo, Hawái tiene otro lado muy importante pero menos conocido: el pesquero.
Ahí encontramos uno de los principales centros de desembarque de atún y uno de los pocos centros de subasta de pesca de los Estados Unidos. Mediante este sistema, los pescadores pueden recibir un precio justo por sus capturas y el cuidado de sus productos es recompensado con precios aún mejores. Claramente un sistema que debería ser replicado en Chile.
El centro de subastas de Hawái, administrado por la Agencia de Pesca Unida (United Fishing Agency) comienza a preparar todo a la 1 de la mañana, donde el pescado es revisado y etiquetado con todos los detalles de quién lo pescó (posteriormente me entere que incluso quién pesca es un factor importante a la hora de subastar, las embarcaciones que tratan mejor el pescado son reconocidas por los compradores).
A las 5:30 comienza la subasta propiamente tal donde es posible ver cada pescado con cortes especiales mostrando la calidad de su carne -en el caso de la subasta de peces individuales- o etiquetas con características, en el caso de peces vendidos por cajas.
Conversando con el encargado de la subasta, Brooks Takenaka, me enteré que la subasta no sólo genera mejores ingresos para los pescadores, los que son pagados a diario, sino que también estimula a los mismos para que cuiden el pescado. Además, el centro de subasta ayuda a los pescadores con servicios y compras de insumos y material de pesca. Ellos van a las tiendas a comprar lo que necesitan y la factura la envían a la subasta quienes se encargan de pagar y descontar el monto adeudado de las ventas del pescador.
Por su parte, entre los compradores hay una mezcla de profesionales, que compran para terceros, operadores de restaurantes y consumidores directos, todos pagando el precio de mercado por un producto de alta calidad.
Cuando pregunte qué hacen con el pescado que no es subastado o con especies que aparecen y nadie conoce, me contestaron que prácticamente nunca queda pescado sin subastar. El centro de subastas es conocido por todos los compradores, tanto en el archipiélago como en el continente, por lo que lo que falta es pescado no oferentes. Respecto de las especies nuevas, me dijeron que cuando éstas aparecen, invitan a los chefs de de la isla a cocinar algo para generar demanda y resulta.
La verdad es que no se han perdido detalle en este centro de subasta. La energía que ocupan viene, en parte, de paneles solares instalados en el techo del mismo recinto, ahorrando electricidad y bajando el cobro a los pescadores por la mantención del centro.
Como pude ver, la subasta de pesca bien diseñada funciona y funciona bien.
Ejemplos de subastas organizadas de pesca existen en todo el mundo, donde el mercado Tsukiji en Tokyo, Japon, es la más grande de ellas. Europa, por su parte, tiene este sistema de subastas de pesca en, prácticamente, todos los países, incluso es posible subastar pesca por medio de terminales electrónicos desde otros países y programar su entrega “a la puerta”.
Uno de los sistemas de subasta más conocidos son las “lonjas pesqueras” en España, las cuales, en reiteradas ocasiones, han sido visitadas por los pescadores chilenos para ver las posibilidades de implementación en nuestro país, lo que ha enfrentado la férrea oposición de quienes los quieren tener cautivos.
Sin embargo, el sistema de subastas de pescado a viva voz no es extraño en nuestro país, es la forma natural en que los pescadores comercializaban sus productos en Chile. Sin embargo, durante las últimas décadas, este sistema se perdió dando paso a un sistema en el cual los pescadores están literalmente amarrados a plantas de procesos quienes, vía prestamos, los hacen firmar contratos de entrega de pesca por períodos mayores a los de sus propias vidas.
Es por eso que, por ejemplo, en la mesa pesquera que instaló el ministro Longueira, los primeros en llegar acuerdo fueron los pescadores del norte, porque hay un monopolio donde tienen un solo comprador y su única opción es “llegar a acuerdo con él”.
En la discusión de la nueva Ley de Pesca, que debe ser promulgada antes del fin del próximo año, la subasta de pesca debería ser uno de los ejes centrales, permitiendo que los productos, tanto de la pesca artesanal como industrial, puedan ser adquiridos por pymes, restaurantes o quien pueda desarrollar un negocio a partir de los frutos del mar.
El sistema actual -donde existen contratos de amarre e integración vertical- no permite a los pescadores conseguir un precio justo por sus capturas ni el acceso a emprendedores a sus productos. Todo aquel que tenga el privilegio de acceder a las cuotas de pesca de los recursos de todos los chilenos, debería tener la obligación de subastar públicamente los productos de la misma.
Albert Arias Arthur es Master en Asuntos Marítimos de la Universidad de Washington. Actualmente se desempeña como asesor en politíca pesquera para Anapesca A.G.