Un niño de 13 años de Nueva York hizo un descubrimiento que podría revolucionar la energía solar. Con un simple paseo por el bosque, e inspirado por el modelo matemático de Fibonacci, descubrió que la disposición de las ramas de los árboles no es casual, y que permite maximizar el aprovechamiento de la energía solar.
En un paseo por el bosque de las montañas de Catskill, Aidan Dwyyer, un niño de 13 años, notó que las ramas de los árboles que no tenían hojas no estaba orientadas al azar. El menor dio cuenta de que la distribución de las hojas y las ramas del tronco de los árboles siguen la Sucesión de Fibonacci, una serie de números descrita en el siglo XIII por el matemático italiano Leonardo de Pisa.
No es novedad para los investigadores que la naturaleza usa con frecuencia esta serie de números, en la que cada término es la suma de los dos anteriores (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34…), pero Dwyer notó que esto también se repite en los árboles, y tuvo la idea de relacionarlo con la dependencia de las plantas con la energía solar.
Es por esto que construyó dos pequeños captadores solares compuestos por células fotovoltaicas, par ver si es que la forma en que las ramas crecían tenían alguna influencia en la cantidad de luz que una hoja recibía.
Los resultados lo sorprendieron: uno de los modelos agrupó los pequeños paneles de forma plana como en un techo, mientras que el segundo reprodujo el patrón que vio en las ramas. Con esta última distribución, se permite generar como mínimo un 20% más de energía, y en determinadas épocas del año podría incluso alcanzar un 50% por sobre la distribución plana.
El descubrimiento trajo consigo un reconocimiento por el Museo Americano de Historia Natural, donde se registró una patente.
Esperemos que el trabajo de Aidan Dwyyer ayude a conseguir nuevas formas par energizar el planeta, ante el eventual agotamiento de los combustibles fósiles.