Trípoli amaneció este lunes con sentimientos contrarios, entre el júbilo y el miedo, mientras los rebeldes jugaban al gato y al ratón con los soldados leales a Muamar Gadafi, que siguen resistiendo, situando francotiradores en posiciones ocultas y disparando desde vehículos.
Todavía hay pocos puntos de control de la rebelión en las calles agujereadas de la capital, señal de que los insurgentes aún no tienen el control total de la ciudad.
Al día siguiente de una importante incursión en Trípoli, los rebeldes esperan la llegada de miles de guerrilleros de la revolución procedentes de regiones ya liberadas del país como refuerzo.
La rebelión, sin embargo, duda sobre qué estrategia adoptar para la toma de la ciudad: o rápidamente a través de las grandes avenidas, pero exponiéndose a los francotiradores situados en los tejados de los edificios, o lentamente, por el laberinto que forman las callejuelas.
Los muros de hormigón de Trípoli se han llenado de grafitis anti Gadafi y pro revolución, muchos de los cuales exigen la libertad y la caída del líder libio, en el poder desde hace 42 años, al que la mayoría de los ciudadanos considera un loco.
Los residentes están cansados después de haber pasado gran parte de la noche despiertos, festejando con comida, bebidas y cigarrillos los acontecimientos en la capital y el final del ayuno de una nueva jornada del mes sagrado del Ramadán.
En el barrio de Gorji, en el suroeste de la capital, los habitantes acogieron con alborozo a los guerrilleros revolucionarios.
“Los rebeldes de las montañas y de Zauiya están ahora en la plaza de los Mártires -el nuevo nombre dado por la rebelión a la plaza Verde, donde solían reunirse los partidarios de Gadafi- y en las calles colindantes”, declara a la AFP un vecino, Saad Zaidi, cuando regresaba de las celebraciones en el centro de la ciudad.
“Pero hay francotiradores africanos escondidos llegados de Chad en la Ciudad Vieja y, de vez en cuando, se pueden oír disparos de morteros. Pero no sabemos de dónde son lanzados”, agrega.
Abdelrahman ben Jama, como la mayoría de los habitantes de Gorji, sólo quiere una cosa: participar en los combates.
“No tengo armas, pero quiero proteger este barrio porque es el mío. No tenemos suficientes armas, pero queremos todas las que sean posibles para poder deshacernos del dictador. Aquí, cada uno es un guerrillero”, afirma Ben Jama.
“Incluso las mujeres nos han apoyado, moralmente, están muy contentas de lo que está sucediendo”, añade.
Los vecinos están nerviosos y tensos, porque no saben lo que ocurrirá en los próximos días o semanas, pero están felices de ver lo que consideran el final inevitable de Muamar Gadafi.
“Gorji fue el primer barrio en manifestarse contra Gadafi, 100 personas han sido detenidas desde el inicio de la revolución y todavía no tenemos ninguna noticia de ellos”, se lamenta Abubakr Wanis.
“Sabemos exactamente quién está con nosotros y quién con Gadafi, son pocos, sólo les hemos aconsejado que se queden en sus casas”, revela Wanis.