La sala de oración de la mezquita más antigua de Miami se colmó el viernes, día santo musulmán, con un centenar de fieles que por primera vez oraron sin la conducción de su líder, en prisión acusado de recaudar y enviar dinero a los talibanes en Pakistán.
Muchos acaban de enterarse y otros siguen sin poder creer que el imán pakistaní Hafiz Muhammed Khan, de 76 años, está ausente porque fue detenido por el FBI, por supuesto apoyo financiero a una agrupación terrorista vinculada a Al Qaida y en guerra con Estados Unidos.
“El jeque Khan no tiene nada que ver con la política, para nada. Es un líder espiritual”, lo defiende Samad Nassirnia, un profesor iraní de matemática que va cada tarde a la mezquita y es uno de los miembros que más conoce al imán, prácticamente desde que llegó a Miami desde Pakistán, hace unos 12 años.
“El jeque tiene una escuela en Pakistán, con 200 niñas, 34 niños y muchos huérfanos de la guerra allí. Manda dinero para su funcionamiento, es algo legal enviar dinero al exterior”, dijo Nassirnia a la AFP.
Según el FBI, el imán de Miami envió unos 50.000 dólares los últimos tres años para su centro de enseñanza en el norte de Pakistán. Investigadores estadounidenses dicen que la escuela es una “madrasa”, que forma en la restrictiva ley sharia, y que enseña a los niños a matar soldados estadounidenses.
El profesor Nassirnia afirma que “50.000 dólares en tres años es muy poco dinero” para mantener el funcionamiento de una escuela, y cree que con estas detenciones el gobierno de Estados Unidos necesitaba mostrar que toma algún tipo de medida contra los talibanes.
Agentes del FBI detuvieron a Khan y a su hijo Izhar, de 24 años, imán también en una mesquita en Margate, unos 100 km al norte de Miami. Ambos están presos en una cárcel del centro de Miami y el lunes deberán comparecer ante un tribunal federal de esta ciudad.
Están acusados de cuatro cargos por apoyo financiero y material a una organización terrorista, y enfrentan 15 años de cárcel por cada uno de los delitos que se les imputa.
Los arrestos de seis paquistaníes, tres en Estados Unidos y tres en Pakistán, se produjeron en momentos de tensión entre los dos gobiernos luego de que un comando estadounidense mató al líder de Al Qaida, Osama bin Laden, a principios de mayo en Pakistán.
Las imputaciones incluyen a otro hijo de Khan, residente en Los Angeles, y a una hija y un nieto del imán, en Pakistán.
Entre versos cantados del Corán y rezos en dirección a la Meca, una caja de madera para recibir donaciones comienza a circular entre los fieles. Un imán que llegó desde otra mezquita para dirigir la oración por la ausencia de Khan pide a todos que colaboren para pagar la costosa defensa legal del líder encarcelado.
“Hay que juntar 10.000 dólares”, comentan algunos dentro del templo.
El imán sustituto da un sermón breve. “Hoy rezamos por nuestro jeque y por todos aquellos que están en la cárcel por crímenes que no cometieron”, dice.
Al terminar la oración varios fieles sacan mercancías que llevaron para vender. Mohammed Doseri, nacido en Miami de padres saudíes, ofrece sandwiches y comenta que sigue “impactado” por la noticia de la detención.
“No conozco mucho al imán porque él sólo habla urdu”, lengua del norte de Pakistán. “Sólo intercambiamos algun saludo en inglés, y luego rezamos”, dijo.
“Espero que lo liberen, pero si es culpable, que pague por lo que hizo. Los talibanes son terroristas, lavan el cerebro a la gente”, dijo Doseri.
Sobre una mesa, Mahmud, un inmigrante jordano, coloca pares de medias de vestir y deportivas, y perfumes de mujer. Algunos oficinistas, que aprovechan el descanso del mediodia para ir una hora a la mezquita, hacen alguna compra.
“Tiempo atrás en Estados Unidos discriminaban a los negros. Hoy le toca a los musulmanes. La gente viene aquí con miedo, se siente perseguida”, comenta el jordano.
El estacionamiento de la mezquita no tiene espacio suficiente para la cantidad de vehículos. Hay varios taxis, ocupación elegida por muchos, entre ellos, uno de los hijos del imán que no fue acusado en el caso y trabaja con viajes desde el Aeropuerto de Miami.
“¿El imán está en prisión?”, busca confirmar Ali Khadime, que llegó hace dos meses de Dubai para aprender inglés in Miami, y es uno de los miembros más nuevos de la comunidad.
Cuando le cuentan que fue acusado de apoyar a los talibanes en esta ciudad no sale de su asombro. “No puede ser”, repite una y otra vez, y se va a lavar los pies antes de ingresar a la mezquita a rezar.