La “última geisha” de Kamaishi perdió todo en el reciente tsunami que devastó el noreste de Japón, desde su quimono hasta sus instrumentos musicales, pero conservó su talento vocal y su energía.
Tsuyako Ito, de 84 años, ha sobrevivido a otras catástrofes. Sufrió los bombardeos aéreos y navales estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial y sobrevivió a varios terremotos.
También fue víctima de tres maremotos, incluido el del 11 de marzo pasado que devastó la costa noreste a raíz de un sismo de magnitud 9,0. Esta doble tragedia dejó unos 10.000 muertos y aproximadamente 17.000 desaparecidos, según el último balance provisorio.
En su ciudad de Kamaishi, que vivió una época de gloria gracias a su industria siderúrgica, Tsuyako Ito es conocida como “la última geisha en activo”.
El último tsunami “fue el peor de todos”, asegura la anciana, sentada sobre un futón en un gimnasio que alberga a los supervivientes del desastre.
Unas cien personas, sobre todo de edad, están instaladas allí. Muchos llegaron con lo puesto.
Cuando se produjo el sismo del 11 de marzo, la geisha se disponía a partir para cantar y tocar el shamisen (laúd tradicional de tres cuerdas) en un restaurante.
“Corrí por la misma ruta por la que mi madre había escapado llevándome sobre sus hombros, hace ya mucho tiempo, cuando yo era un bebé”, dijo.
Su casa fue embestida por un vehículo y por enormes escombros arrastrados por el maremoto. “En mi vivienda encontré un coche y un cadáver. Es un recuerdo horrible”, agregó.
“Pero conservo mi capacidad artística y tengo ánimo. Ese es mi orgullo”, continúa la geisha, que eligió ese oficio para ayudar financieramente a su familia después de que su padre cayó enfermo.
“Quiero cantar y bailar para todo el mundo aquí”, afirma, antes de entonar algunas estrofas mientras finge tocar un shamisen imaginario.
Tsuyako Ito, cuyo verdadero nombre es Shikano Fujima, comenzó su carrera de geisha a los 12 años en Kamaishi, una ciudad situada a 450 km al norte de Tokio.
Estas damas de compañía refinadas, que tradicionamente tienen una clientela adinerada, dedican su vida a la práctica de las artes tradicionales japonesas.
Kamaishi llegó a tener hasta un centenar de geishas en la época más activa de la ciudad, durante el auge del gigante de la industria siderúrgica nipona, Nippon Steel.
Desde los años 1960 la ciudad se vio afectada por la recesión a causa de la competencia foránea, y aunque los altos hornos siguen allí, en esa época comenzó su decadencia.
“Todas las geishas partieron por eso. Sólo yo me quedé”, explicó Ito.
“En cuanto comience la renovación de la ciudad, quiero dar placer a todo el mundo. Aunque ya no me quedan amigas geishas, deseo continuar tocando el laúd y cantando”, insistió.