El tiranosaurio no era un vulgar carroñero, como algunos científicos provocadores lo afirmaban, sino un temible predador, según un estudio publicado el miércoles que rehabilita al monstruo en su categoría de rey de los dinosaurios.
Durante más de un siglo después de su descubrimiento, el Tyrannosaurus rex, con una altura de 12 metros, un peso de seis toneladas, filosos dientes y fuertes músculos, había sido unánimemente considerado como una de las más terribles máquinas de matar que jamás hayan existido.
Sin embargo desde hace unos diez años, algunos investigadores han impugnado su fama, haciendo un retrato mucho menos “elogioso”.
De acuerdo a sus teorías, el tiranosaurio sólo era un lagarto oportunista, demasiado lento y torpe para matar él mismo sus presas, y en consecuencia obligado a terminar los restos de los animales que otros predadores más ágiles habían matado.
Un carroñero con algo más de hiena que de león.
El primero en poner en duda la fama de la bestia fue el paleontólogo estadounidense Jack Horner, quien en 2003 llegó a la conclusión de que los pequeños brazos musculosos del tiranosaurio, desprovistos de garras, sus ojos estrechos y sus patas torcidas lo convertían en el rey de los carroñeros.
En 2007, el británico John Hutchinson, del Royal Veterinary College, asestó un nuevo golpe a este gigante, al demostrar que necesitaba dos segundos para girar 45 grados… más tiempo que el utilizado por una presa potencial para salir corriendo.
Un nuevo estudio, publicado por la revista británica Proceedings of the Royal Society B, vuela al rescate del honor perdido del tiranosaurio.
Era cierto que contaba probablemente con un buen olfato, como lo sugiere el bulbo olfativo desarrollado (región del cerebro que trata las informaciones ligadas al olfato) con el que contaba, pero esta característica no es exclusiva de un comportamiento de carroñero, observa por su parte Chris Carbone, de la Zoological Society of London.
Los ojos del tiranosaurio no son además tan pequeños como se creía y su visión binocular, así como sus sólidos dientes y sus potentes mandíbulas, eran bien adecuadas para la caza.
La prueba más concluyente aportada por Carbone y su equipo a favor de este dinosaurio no tiene que ver con su anatomía. “Para su estudio hemos adoptado un procedimiento basado en el ecosistema, elaborando una lista completa de las especies” de la región por donde andaba en el Cretáceo superior, hace entre 85 y 65 millones de años, a partir de fósiles.
Cotejando esos datos prehistóricos con la distribución de la fauna salvaje de las llanuras del Africa del Este actual, los investigadores han elaborado un modelo del entorno del tiranosaurio. Y ese ecosistema habría estado mayoritariamente poblado de pequeños dinosaurios, cuyas carcasas no habrían bastado para alimentarlos, según ellos.
Entre las especies carnívoras de la época, 80% habrían pesado aproximadamente 20 kilos, mientras que los herbívoros pesaban un promedio de 75 kg.
A partir de ahí los científicos calcularon la distancia que podía recorrer a diario un tiranosaurio en busca de comida, cuántos dinosaurios muertos de diferentes tamaños tenía la posibilidad de encontrar…
“Teniendo en cuenta la repartición de las carcasas y la rivalidad potencial de otros dinosaurios carnívoros, es muy improbable que un tiranosaurio adulto haya podido nutrirse a largo plazo con una estrategia de carroñero”, concluye el estudio.