Científicos estadounidenses descubrieron a una mujer con una rara enfermedad cerebral que no le teme a nada, ni a una serpiente que merodea cerca de sus hijos ni a un cuchillo en su cuello ni, por supuesto, a una película de terror.
La mujer no puede experimentar miedo porque tiene destruida la parte de su cerebro en la que los científicos creen que se gesta ese sentimiento.
En las últimas dos décadas, los investigadores estuvieron realizando un seguimiento de la mujer, conocida como SM, a la búsqueda de claves sobre su condición que, suponen, puede suministrarles pistas para tratar el estrés postraumático, particularmente en soldados que regresan de la guerra.
“Es bastante sorprendente que aún esté viva”, dijo Justin Feinstein, cuyo estudio se publica en el diario Current Biology.
“La naturaleza del miedo es la supervivencia y la amígdala cerebral nos ayuda a evitar las situaciones, las personas o los objetos que ponen nuestra vida en peligro”, aseguró.
“Al haber perdido su amígdala, SM perdió también su capacidad de detectar y eludir el peligro”.
En lugar de miedo, SM, cuya rara condición es conocida como enfermedad de Urbach-Wiethe, muestra un incontenible sentimiento de curiosidad”.
Para estudiar sus reacciones, los investigadores la llevaron a una tienda de mascotas exóticas llena de arañas y víboras, animales de los que ha dicho repetidamente que “odia” y trata de evitar.
“No bien entró en el local, SM se dirigió al serpentario y se mostró cautivada por la amplia colección de víboras”, se afirma en el estudio.
Interrogada sobre si quería agarrar una víbora, SM respondió afirmativamente y jugó con una durante tres minutos.
Los científicos señalaron que la mujer “nunca fue condenada por un delito, sino que más bien fue víctimas de varios”.
Feinstein dijo que esperaba que la experiencia de SM pueda ayudar a tratar personas con estrés postraumático, un problema extendido entre soldados que retornaron de Irak y Afganistán.
“Sus vidas están marcadas por el miedo, muchas veces son incapaces incluso de salir de sus casas debido al siempre presente sentimiento de peligro”, dijo.
“Si entendemos cómo el cerebro procesa el miedo, tal vez algún día seamos capaces de concebir tratamientos dirigidos a áreas seleccionadas del cerebro que permiten que el miedo se haga cargo de nuestras vidas”.