La cabeza del rey francés Enrique IV (1553-1610), hallada “en buen estado” en 2008 en casa de un jubilado tras siglos de peripecias, fue declarada auténtica por un equipo de científicos, según un estudio publicado por el British Medical Journal (BMJ).
La cabeza está “en buen estado de conservación”, tiene cabellos y restos de barba, subraya la revista especializada. “Los ojos están semicerrados y la boca está abierta”, agrega.
Entre sus rasgos distintivos, se encuentra “un agujero que muestra que tenía un pendiente en el lóbulo de la oreja derecha, lo cual estaba de moda en la corte de los Valois, y una lesión ósea arriba del labio superior izquierdo, un vestigio de un tajo que le hicieron al intentar matarlo el 27 de diciembre de 1594″, indica el BMJ.
El estudio fue realizado por 19 científicos y coordinado por un médico forense de la región de París, Philippe Charlier, con quien colaboró el historiador Jean-Pierre Babelon, especialista de Enrique IV.
Tras ser asesinado por un católico fanático, Francois Ravaillac, en mayo de 1610, Enrique IV fue enterrado poco después en la Basílica de Saint-Denis, en la región de París, junto con otros reyes de Francia.
En 1793, tras la Revolución Francesa, los revolucionarios abrieron el ataúd y “tiraron el cuerpo en una fosa común”, indicó a la AFP un historiador miembro del Círculo de Estudios de las Necrópolis Dinásticas y Reales Europeas, Rodolphe Huguet, quien aclaró ser un apasionado de la historia de Enrique IV.
“Fue ahí, probablemente, que la cabeza se separó del resto. Ningún documento dice quien se la quedó. Tras la Revolución, se hallaron en casas particulares un hueso, un dedo, cabellos, un omóplato de Hugo Capeto”, quien reinó hace más de mil años, agregó.
Los restos de Enrique IV estaban “en muy buen estado de conservación porque había sido embalsamado. En aquel entonces, la gente no podía creer lo que veía porque creía que sólo los cadáveres de santos se salvaban de la putrefacción”, añadió.
La cabeza de este rey vuelve a aparecer en la colección privada de un conde alemán, en el siglo 19, y luego se le pierde otra vez el rastro.
En 1919 reaparece y un anticuario francés la compra por tres francos en una subasta en París. “Movió cielo y tierra para demostrar que era la cabeza del rey. Se la propuso al museo del Louvre, al de Carnavalet, pero nadie le creía”, según Huguet.
Al morir el anticuario, la cabeza seguramente haya quedado en manos de su hermana, tras lo cual se le volvió a perder el rastro.
Se la encontró nuevamente “hace dos años en casa de un jubilado de 84 años que la guardaba en secreto desde 1955″, indicó una sociedad de producción que está preparando un documental sobre el tema.