Cientos de muertos por inundaciones y deslaves, viviendas y cultivos arrasados e infraestructura destruida deja en Centroamérica y el Caribe una muy activa temporada de huracanes, que concluye tras agravar la propagación de la epidemia de cólera en Haití.
Un total de 12 huracanes, 5 de ellos mayores –de poder destructivo catastrófico– y 19 tormentas tropicales, se formaron en el período que se inició el 1 de junio y se da por concluido el 30 de noviembre.
Hasta entonces no se prevé la formación de nuevos ciclones, según el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC), con sede en Miami.
La temporada 2010 se encuentra entre las cinco más activas que se tenga registro, y por encima del promedio máximo –17 tormentas tropicales y 11 huracanes–, señalaron los expertos estadounidenses en ciclones tropicales Phil Klotzbach y William Gray, de la Universidad del Estado de Colorado (CSU, en inglés), en su reporte de evaluación de la temporada.
El promedio de una temporada normal es de 11 tormentas tropicales y 6 huracanes, dos de ellos mayores, de categoría 3 o más en la escala Saffir-Simpson, con máximo en 5, que mide la fuerza de los ciclones.
El huracán Tomás fue el último en recorrer este mes el Oceáno Atlántico y dejó a su paso una estela de muerte.
Tomás sacudió el oeste de Haití y causó la muerte de 20 personas, además de agravar la situación sanitaria por la epidemia de cólera que se teme pueda extenderse rápidamente entre 1,3 millones de haitianos que viven hacinados en campamentos, tras haber perdido sus hogares por el terremoto de enero.
Con vientos de hasta 130 km/h, las lluvias de Tomás provocaron desbordes de ríos e inundaciones que, según autoridades haitianas, habrían extendido los contagios de cólera ya que el mal se transmite principalmente por aguas contaminadas. La epidemia ya causó más de 1.400 muertes en las últimas semanas.
Antes, el huracán había impactado la isla de Santa Lucía, en el este del Caribe, donde causó 14 muertes y destruyó plantaciones en toda la región.
La temporada ciclónica fue particularmente impiadosa con Centroamérica, donde se produjo la peor estación de lluvias del último medio siglo, con inundaciones y aludes que provocaron la muerte de más de 300 personas, en especial en Honduras, Guatemala y El Salvador. También dejó vastos sectores de población sin techo y causó miles de millones de dólares en daños.
El alto número de huracanes se debió a “condiciones ambientales dinámicas y termodinámicas” –alta temperatura de la superficie oceánica y rápido desarrolo del fenómeno La Niña– que “favorecieron la formación e intensificación” de estos fenómenos, dijo el Centro de predicción de ciclones tropicales de la CSU, que dirigen los científicos Klotzbach y Gray.
La formación de 12 huracanes en 2010 estuvo un 203% por encima del promedio de huracanes que se formaban en el medio siglo entre 1950 y 2000, señala el informe de los expertos.
El huracán Alex, el primero de la temporada, a finales de junio, recorrió el sur del Golfo de México y desparramó sobre costas estadounidenses la marea negra del gigantesco derrame de crudo de la companía British Petroleum, el mayor desastre ambiental de la historia de Estados Unidos.
Alex causó 22 muertes en el noreste de México, destruyó más de 40.000 viviendas y dejó daños valuados en 2.000 millones de dólares en ese país.
Estados Unidos, al igual que en 2009, fue beneficiado por una cuota de suerte, indican los expertos, ya que no recibió ningún impacto de los 12 huracanes de la estación, una situación sin precedentes con una decena o más formaciones.
La temporada mostró condiciones propicias para el desvío de los ciclones hacia el norte del Atlántico. Varios pasaron cerca o sobre Bermudas, aunque sin provocar víctimas, y una media docena se extinguieron en el océano sin alcanzar territorios.
Alex se sintió en el sur de Texas al ingresar al continente por el noreste mexicano, pero no causó grandes daños ni víctimas.
El huracán Earl, en tanto, que alcanzó fuerza de categoría 4 y vientos máximos de 220 km/h, fue una seria amenaza para Estados Unidos.
Tuvo en alerta varios días a toda la costa este, pero se desplazó en paralelo al territorio del país y sólo provocó fuertes marejadas antes de impactar contra la provincia de Nueva Escocia, en el oeste de Canadá, sin mayores consecuencias.