Expertos de 25 países reunidos en El Cairo tratan de entender la manera en que los egipcios de los tiempos faraónicos enfrentaron desafíos medioambientales que se podrían comparar con el actual cambio climático.
Así, los templos de Karnak, al borde del Nilo, tal vez hayan estado alguna vez rodeados por agua, mientras que también cabe la posibilidad de que existieran árboles frutales en lugares en los que hoy sólo hay desierto.
La geoarqueología procura conocer mejor la interacción entre el hombre y el medio ambiente y así entender cómo los seres humanos lograron adaptarse a los cambios de la naturaleza en el pasado, con el fin de aplicar estos conocimientos en el futuro.
“La egiptología tiene que adaptarse a nuevos enfoques”, tales como “la reconstitución de paisajes en los que vivió la gente”, afirmó Yann Tristant, del Instituto Francés de Arqueología Oriental (IFAO), uno de los organizadores de un coloquio sobre la “arqueología del paisaje” que finalizaba este martes.
Los otros organizadores del evento, que reunió en El Cairo a unos 200 investigadores (arqueólogos, geógrafos, historiadores, geólogos y paleobotánicos, entre otros), son el Centro Nacional francés de Investigaciones Científicas (CNRS) y el Consejo Superior de Antigüedades (CSA) de Egipto.
“Estudios especiales de arquitectura histórica e investigaciones sobre el medio ambiente brindan información sobre los riesgos naturales”, afirmó un investigador del CNRS, Pierre Zignani.
Así, se examinan los monumentos de la época faraónica para ver cómo, al construirlos, se tomaron en cuenta riesgos naturales (terremotos, inundaciones o lluvias torrenciales), que se consideran vinculados con cambios climáticos.
Un estudio del CNRS y el CSA basado, entre otras cosas, en una datación por carbono 14 de muestras de subsuelo volvió a poner sobre el tapete la hipótesis de que los célebres templos de Karnak hayan estado total o parcialmente rodeados por agua.
Más hacia el norte, se piensa que examinando el delta del Nilo se podría conocer el impacto que causaron en la población las fluctuaciones del litoral o las modificaciones de meandros del río a través de los tiempos.
La geoarqueología procura aportar conocimientos que se puedan usar en el presente, en momentos en que el calentamiento del planeta podría acentuar la erosión de la costa y el retroceso de las tierras fértiles del delta, con el consiguiente riesgo de provocar un éxodo de millones de personas en los próximos 90 años.
“Durante 3.000 años generaciones enteras de habitantes de la región sufrieron inundaciones, tsunamis, terremotos, deslizamientos de terreno, y lograron sobrevivir y, además, crearon una civilización formidable”, subrayó Yahia Shawkat, de la Universidad estadounidense de El Cairo.
“Al entender mejor cómo sociedades del pasado se adaptaron a este medio ambiente, estaremos en condiciones de prepararnos mejor para los desafíos actuales y futuros”, agregó, refiriéndose a las “amenazas que pesan sobre el delta”.