China, donde un británico fue ejecutado el martes, ajusticia cada año a más condenados a muerte que el conjunto del resto de países del mundo, según las organizaciones de defensa de derechos humanos.
Al dar luz verde a la ejecución por inyección letal de Akmal Shaikh por tráfico de droga, el Tribunal Supremo reiteró la postura de Pekín que considera esencial la pena capital para infundir miedo e impedir los crímenes.
Según Amnistía Internacional, que cuenta las ejecuciones que se anuncian en la prensa, China ha llevado a cabo 1.700 ejecuciones de las 2.400 registradas en el mundo el año pasado.
Pero las cifras reales de China podrían superar los cálculos de la organización, dado que el número de condenados a muerte en el país es secreto de Estado.
“Hay un cierto número de problemas y de incertidumbres sobre la forma en la que se llevan a cabo las ejecuciones” en China, declaró a la AFP Joshua Rosenzweig, responsable en Hong Kong del grupo de defensa de derechos humanos Dui Hua. “Uno de los grandes problemas es que el sistema es muy opaco”.
Dui Hua, que trata de catalogar todas las condenas de muerte en China, estima que se ejecutarán a unas 5.000 personas en el conjunto del año, frente a las 7.000 en 2007.
Las cifras están en clara caída respecto a la pasada década, en la que se informaba sobre unas 10.000 ejecuciones anuales y China ha expresado su deseo de reducir más el número.
Los condenados son tradicionalmente ajusticiados con una bala en la nuca, pero algunas provincias han empezado a poner en marcha las ejecuciones por inyección, consideradas menos crueles.
Desde 2007, el Tribunal Supremo tiene que validar las sentencias de muerte, en un esfuerzo por no dejar el único poder a los tribunales provinciales y por reducir el número de ejecuciones.
Según Amnistía Internacional, 68 crímenes pueden ser sancionados en China con la pena capital, incluido el fraude fiscal, la venta de medicinas adulteradas o la destrucción de equipos eléctricos.
Akmal Shaikh transportaba cuatro kilos de heroína. La detención de 50 gramos de droga es suficiente en China para motivar una condena de muerte.