Japón decidió hacerle frente a Estados Unidos en la cuestión de las bases norteamericanas instaladas en su territorio, en lo que constituye la primera gran prueba para la credibilidad del nuevo gobierno de centro-izquierda japonés, después de más de medio siglo de sometimiento.
Fuente: Agencia AFP
Fue el secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, quien tuvo la primicia de esta nueva actitud japonesa que pone término al alineamiento incondicional que observaron los conservadores del Partido Liberal-Demócrata, en el poder en Japón desde 1955 y hasta su derrota electoral el 30 de agosto.
Gates llegó a Tokio esta semana para preparar la visita que el presidente Barack Obama debe efectuar a Japón a mediados de noviembre.
El secretario de Defensa llegó dispuesto a imponer el respeto del acuerdo concluido en 2006 sobre la reorganización de las bases militares norteamericanas instaladas desde la derrota de Japón en 1945 y a exigir que el asunto quedara solucionado antes de la visita de Obama.
Punto de discordia entre los 2 aliados es el proyecto de desplazar la base aérea de Futenma, situada en una zona urbana en la isla de Okinawa (sur), hacia un sector más al norte, que los habitantes quieren sea preservado.
El ministro japonés de Exteriores, Katsuya Okada, hizo notar que Japón es un Estado democrático que respeta “la voluntad del pueblo”.
“No vamos a aceptar lo que Estados Unidos dice sólo porque se trata de Estados Unidos”, agregó.
Durante su campaña, el nuevo primer ministro Yukio Hatoyama prometió establecer relaciones “de igual a igual” con Washington y de desplazar la base de Futenma a otro lugar del Japón para aliviar a la población de Okinawa, donde se encuentra el 75% de las bases norteamericanas y la mitad del contingente de 47.000 militares.
“Es la primera vez desde hace varias décadas que Japón se rebela contra Estados Unidos”, destacó el analista político Minoru Morita, autor del libro “Sanar a Japón de su dependencia de Estados Unidos”.
“Pero los japoneses no son independientes en su mente y si Estados Unidos se da cuenta que la administración Hatoyama es frágil, se hará cada vez más agresivo para imponer sus exigencias”, afirma.
Además de la renegociación del acuerdo de 2006, el nuevo gobierno japonés también quiere revisar el estatuto privilegiado de los militares estadounidenses destacados en Japón y poner fin en enero a su misión de apoyo logístico en Afganistán.
En este contexto, también inició una investigación sobre los pactos secretos concluidos entre Tokio y Washington durante la Guerra Fría.
Todo esto hizo que un responsable del Departamento de Estado norteamericano comentara que para la administración Obama “actualmente, el tema más difícil no es China sino Japón”.
Sin embargo, algunos analistas estiman que la crisis actual va por cuenta de la inexperiencia del equipo en el poder y no creen se vaya a cuestionar la alianza japonesa-norteamericana.
“No es más que una nueva página del cuento de nunca acabar de las bases en Okinawa”, comentó Kiichi Fujiwara, profesor de política internacional de la Universidad de Tokio.
Takehiko Yamamoto, profesor de la Universidad Waseda, reconoció que “las relaciones entre los 2 países se han hecho tensas”, pero considera “inimaginable una disolución de la alianza estratégica”.
“Más bien podría convertirse en un tema de la política interna del Japón”, agregó.
Mikitaka Masuyama, profesor del Instituto Nacional de Estudios Políticos, piensa también que “si el gobierno no puede llegar a un compromiso, los japoneses comenzarán a cuestionar su capacidad para gobernar”.