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Agencia UNO

Por una migración moderada y responsable: dejamos atrás el menoscabo a nacionales y extranjeros

Miércoles 22 septiembre de 2021 | 09:49
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Imágenes de personas hacinadas en campamentos, cruzando el desierto con niños, aviones repletos desde Haití, extranjeros pidiendo dinero en los semáforos, barrios cuya demografía ha cambiado abruptamente y una mayor competencia por puestos de trabajo. Todas estas no son escenas de una película, sino que algunas de las postales más frecuentes que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en los problemas migratorios en Chile. Pero cortemos de inmediato las apreciaciones y pongámoslo en cifras.

En 2019 alcanzamos el número de 1,49 millones de extranjeros residentes en Chile, lo que constituye un 8% del total de su población.
En promedio entre 1850 y 2010 el flujo migrante era de 0,04%, con respecto a la población chilena, y en 2018 llegamos a 2,78%, es decir, 70 veces más.

Para el fisco esta población extranjera tuvo un costo de 243.000 MM$ en 2019, para costear aspectos como salud, educación, programas sociales, y otros. Claro que estas personas también contribuyen con impuestos a financiar parte de este costo.

En 2003 el 3% de la fuerza laboral ya era extranjera, mientras que en 2019 llegamos a un 11%.

Estos fríos números dejan ver realidades claras. Primero evidencian lo tremendamente atractivo que resulta Chile para cientos de miles de personas que lo arriesgan todo y vienen, pese a que un grupo se esmere a diario en mentirnos y decirnos que Chile está muy mal, que necesita ser refundando.

Segundo, estas cifras nos dicen que el poncho nos quedó grande. Chile tiene una regulación mal diseñada, poco clara, anticuada, que crea incentivos que alteran los flujos migratorios y generan situaciones tan deleznables como el tráfico de migrantes manejado por mafias que terminan atentando gravemente contra los propios derechos de aquellos que supuestamente se busca ayudar. Debemos ser responsables, las intenciones por sí solas no bastan, ni en esta ni en otra materia.

Bajo ningún punto de vista quiero estigmatizar o decir a priori que la migración es mala en sí misma. No. Chile se ha construido gracias al aporte innegable de migrantes de múltiples nacionalidades; así como también muchos chilenos han dejado a diario nuestro país y para desarrollarse en el extranjero. Pero ojo, para esto último, nuestros compatriotas han debido pasar por un proceso migratorio ordenado y exhaustivo, que se condice con países serios y preocupados de las condiciones de vida de sus nacionales e inmigrantes.

Tenemos que ser conscientes de que el flujo de inmigrantes actual exige el tener condiciones materiales medianamente resueltas (salud, educación, vivienda y empleo), como las complejidades que supone su inserción cultural y convivencia con los ciudadanos chilenos. Por esto, por los propios derechos de los inmigrantes y su homologación con los de los nacionales, se llega indudablemente a presionar los puestos de trabajo y el gasto público, poniendo un límite al estado de bienestar que un país puede financiar. Al final todas las correas salen del mismo cuero y los recursos no son infinitos. 

Por tanto, el llamado es a tener una mirada moderna, humana, y práctica del fenómeno migratorio, dejando de lado los buenismos progresistas y la irresponsabilidad que aguantan los discursos populistas, porque ya sabemos cómo termina esto: con imágenes terribles, generando peores condiciones para la sociedad en su conjunto.

Hace algunos días se promulgó una nueva ley de migraciones, veamos cómo funciona. En el papel se crea el Servicio Nacional de Migraciones, encargado de llevar a cabo la Política Nacional de Migración y Extranjería, se mejoran algunas normas de ingreso, el tema de la estadía y la expulsión de migrantes, etc. Pero, sin duda, que en el proceso de la Convención Constitucional, el tema migratorio, la definición de nacionalidad, las garantías y los derechos civiles, van a ser un tema de profunda discusión.

Por eso nuestra posición será la de poner reglas claras y pasar del desorden actual a la norma seria. Nuestro país puede comenzar a aplicar un proceso migratorio moderado, bien llevado y moderno, que deje atrás las tristes imágenes que advertimos en nuestras calles. Pero para ello debemos actuar ya.

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