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Julián Saona | Gianluca Parrini

Secretario de Reglamento, Julián Saona: "Sabemos manejar la artesanía de la técnica legislativa"

Domingo 05 septiembre de 2021 | 05:00
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El abogado de la Universidad de Chile, puertomontino, padre de seis hijos y colocolino, explica en esta entrevista exclusiva detalles de su trabajo como secretario en la comisión de Reglamento de la Convención Constitucional. Relata cómo se van eligiendo las palabras justas para hilar una norma jurídica, las diferencias con su labor en el Senado y pormenores de las largas jornadas de discusión tanto en el Palacio Pereira como en el exCongreso: “Me pareció hasta poético ver a Catrileo con Larraín y Álvez, conversando en una esquina, y con lápiz y papel, poniéndose de acuerdo”.

“Lo que justifica que personas como yo estemos acá es precisamente nuestra experiencia en la elaboración de normas jurídicas. Eso es lo que identifica al abogado de un parlamento. El conocimiento de la técnica legislativa. El manejo de esta artesanía, que consiste en poner una palabra al lado de otra, armar la frase, con esa frase armar una oración, con la oración armar el inciso, con los incisos el artículo, etcétera”.

Dueño de una larga trayectoria que comenzó hace más de treinta años, el secretario de la Comisión de Reglamento de la Convención Constitucional, Julián Saona, está sentado en una de las salas del exCongreso, en el centro de Santiago.

Han sido semanas de extensas jornadas de trabajo, literalmente de sol a sol, para la comisión encargada de redactar la propuesta de reglamento. Alrededor de un mes y medio para elaborar el texto, aún inconcluso, ya que aún falta que el pleno lo ratifique.

Cuenta que es abogado de la Universidad de Chile. De Pío Nono, “con orgullo”. ¿Hace cuánto tiempo egresó?: “Hace mucho tiempo, por eso estoy peladito y canoso”, bromea.

“Trabajé hartos años en el Arzobispado de Santiago. Con la llegada de Patricio Aylwin al gobierno, me desempeñé en el Palacio de la Moneda como abogado del Ministerio del Interior. Y concluido el gobierno de Aylwin, ingresé por concurso público al Senado, donde me desempeñé por 18 años en la Comisión de Constitución. A raíz de esto, me especialicé en derecho público, con cursos de posgrado en la Universidad Católica y en alguna universidad europea”, extiende.

“De manera que por eso yo pedí venir a la Convención”, sentencia, “porque modestamente pienso que puedo aportar desde mi postura profesional, técnica, al trabajo que se hace aquí”.

Saona, junto a los funcionarios Javier Besoaín y Rodrigo Pineda, conforman el equipo de secretarios que sistematizaron documentos y ayudaron a redactar las normas de las que se conforma la propuesta actual de Reglamento de la Convención. Además, coordinaron la realización de las audiencias. Todo esto hecho en conjunto con la coordinación de la comisión, los constituyentes Amaya Álvez y Daniel Bravo.

En esta entrevista, el abogado, colocolino y padre de seis hijos, pormenoriza algunos aspectos de la redacción y cómo se genera una norma constitucional, en sus palabras: “Después de 30 años de estar en lo mismo, creo que lo manejo mejor que otros abogados que se dedican a los litigios, a las asesorías corporativas, en fin”, y ríe.

— Es distinto saberse las leyes que escribirlas.

— “¡Exactamente! Por supuesto. Escribir las leyes significa conocer de planificación legislativa, técnicas legislativas, conocer un poquito mejor que el promedio de los ciudadanos la gramática y la sintaxis, el idioma en general. Yo no soy experto en esto, no estoy diciendo eso; pero creo que mi trayectoria, que ya es larga, me ha permitido más por la reiteración que por mis capacidades propias manejarme con cierta facilidad en esa labor”.

— ¿Puede ejemplificar cómo va tomando decisiones en torno a elaborar una norma jurídica? ¿Cómo va “hilando fino”?

— “Bueno, hay un proceso relativamente complejo, porque concurren elementos de distinta naturaleza. En primer lugar, obviamente hay definiciones, en este ámbito, ideológicas, políticas. Hay intereses partidarios, sociales: depende del origen del legislador. Y por qué me refiero al legislador, porque aquí lo primero es definir qué quiere, aquel llamado a dictar la norma, o sea, el que tiene el poder que le dio el soberano, la ciudadanía, como quiera llamarlo, para definir esa norma. La norma es la que va a regular la conducta suya, de la sociedad. Es la que va a determinar, en el caso de los constituyentes, qué dirección va a tomar nuestro país como tal. Nuestra sociedad, Estado, país, nación, como quiera llamársele”.

— O república…

— “O república… y hasta aquí hemos dicho que lo importante es concurrir al mercado, porque en el mercado se produce, en el mercado se conduce, en el mercado se gana dinero, en el mercado se desarrollan iniciativas económicas, empresariales, el emprendimiento. Y hoy día somos todos consumidores, deudores, emprendedores. Pareciera que a partir de ahora esa dirección va a girar en torno a un norte distinto: una sociedad solidaria, que tiene intereses de otro tipo”.

“Entonces, ¿quién define eso? Los convencionales. A partir de cierto discurso, nosotros decimos ‘ah, ok, esto se puede ir aterrizando de esta manera’. Y empiezan a surgir los borradores. Se aceptan, no se aceptan, se corrigen, se modifican. Entonces, hay un proceso de construcción de la norma que es por etapas, que va desde lineamientos gruesos hasta la redacción, como tú dices, fina”.

“Por eso es que el proceso de formación de la ley contempla distintas fases. Esto no tiene ninguna complejidad ni misterio. Por eso es que en todo parlamento se habla de una primera lectura, una segunda lectura, tercer trámite, comisión mixta, el veto del ejecutivo, etcétera. Son etapas sucesivas de pulimiento de nuevas formulaciones, de redacciones, de correcciones, de revisiones, etcétera”.

— En ese proceso, ¿usted incide en algo en la creación de alguna propuesta?

— “No. En primer lugar, aquí ha habido un handicap muy importante, y es que la mitad o más de la mitad de los constituyentes son abogados. Por lo tanto, ellos tienen una formación y tienen un desarrollo profesional que también les facilita formular sus planteamientos, con un lenguaje y una forma de redactar que se acerca mucho a la redacción de textos legislativos, obviamente. Entonces, en este caso, para nosotros, hay mucho camino avanzado”.

“En segundo lugar, aquí estamos en el diseño de normas que no tienen las complejidades técnicas que uno puede encontrar en las comisiones legislativas del Congreso, donde, por ejemplo, en la comisión de Transporte, de Telecomunicaciones, y en la mayoría, porque esto también se da en el ámbito tributario, en la salud, donde están las artes de las especialidades que se trata. Éstas tienen un lenguaje, tienen una manera de hacer las cosas. Aquí, en cambio, estamos hablando de la constitución política: es decir, abarca mucho. Entonces, las formulaciones de los textos son amplias. Los conceptos son abiertos”.

“Por lo tanto, la función nuestra es particularmente acotada a las cuestiones estrictamente de técnica legislativa. Porque a mi me puede parecer que república y democracia son términos afines. Sin embargo, para el constituyente fácilmente se puede sostener que no. Porque ya ves tú, esta anécdota que recordabas. Los pueblos de Chile…¿componen la República de Chile? ¿Te fijas?”

— Hablando de redacción y de sintaxis, ¿hay algún tipo de sinónimo o adjetivo que usted evita utilizar en la redacción de una norma jurídica?

— “Sí. Desde luego, los adjetivos nosotros los dejamos a un lado, por una definición fundamental, y es que la norma jurídica no califica. Calificar, en el sentido propio, el de decir qué es bueno, qué es conveniente, qué es adecuado, qué es razonable. La norma tiene que ser una enunciación de hecho. Distinto es la calificación en derecho penal, por ejemplo. La norma califica como delito tal comportamiento”.

— ¿Y la Constitución no califica?

(Suspira) “Sí, la Constitución califica, por supuesto que sí. Pero por eso digo que aquí, nosotros, los asesores, o profesionales…. porque ni siquiera asesoramos, o asesoramos en lo propio nuestro, que es la redacción de normas. Porque los constituyentes reciben otras asesorías, que les ponen sus movimientos, partidos, grupos a los que ellos representan. Pero no tiene nada que ver con el trabajo que hacemos”.

— En un momento llegaron 507 indicaciones a la propuesta reglamentaria. ¿Puede contar en números el trabajo de la comisión?

— “Fueron varios cientos de páginas de contenido en estas 500 indicaciones. Unas 350 páginas. Ahí la dificultad mayor es que uno tiene que ver con detalle quiénes son los autores. Cuáles son exactamente los textos, no dejar fuera un inciso, no saltarse de página. Luego, ver la pertinencia. Si efectivamente la indicación va a la norma que ellos dicen, o hubo un error de comprensión, o material, en fin. Ahí tiene uno que ir haciendo un ajuste”.

“Pero tanto como el volumen del material que hubo que procesar, tanto eso como el poco tiempo que hubo para procesarlas, es la dificultad. La construcción de un texto jurídico es un ejercicio intelectual, que tiene que hacerse con calma, tiempo, ojos limpios, mente despejada. Es un texto que va a conceder derechos a mucha gente. Y por lo tanto, la primera regla es que sea clara, que se entienda. E incluso, antes que eso, tiene que transmitir el mensaje que realmente el legislador, o el constituyente en este caso, quiere enviar”.

“Entonces, la norma constitucional inevitablemente va a ser interpretada, pero tiene que dar el márgen menor a que las interpretaciones sean distintas de lo que fue la intención del constituyente al decir”.

— Fue un mes y medio en el que trabajaron de lunes a sábado.

— “Y el domingo”.

— Y de 9 a…

— “De nueve a nueve, o más”.

Y extiende: “En cuanto a las indicaciones, propiamente… a ver… En la subcomisión de Estructura Orgánica me tocó hacer 10 comparados con 30 indicaciones cada uno, o sea, 300 indicaciones. En la etapa previa. Ahora, llegaron 500. No fueron más de mil. Que tampoco es una cosa que abruma, para alguien que esté entrenado para esto. El punto es que ha sido poco tiempo”.

— ¿Y cuánto es el tiempo esperado para trabajar esa cantidad de indicaciones?

— “Es que aquí no hay reglas, francamente. Porque esto tiene que ver con otras cosas que son mucho más importantes, por ejemplo. El grado de acuerdo que hay entre quienes concurren a formar la norma”.

“Yo me he encontrado en esta comisión, que respecto a ciertos temas hay cinco indicaciones que son muy parecidas. Entonces, en la subcomisión donde yo estuve, la coordinación, que fue de dos abogados, Mauricio Daza y Rosa Catrileo, fueron muy inteligentes. Ellos dijeron ‘ya, hoy vamos a ver la presidencia de la Convención. Nos vamos a dar media hora para leer las distintas proposiciones, y comparándolas, nos daremos 15 minutos para ver si podemos ponernos de acuerdo en textos consensuados’. Y fue un ejercicio estupendo. Aunque parezca siútico, a mi me pareció hasta poético ver a la señora Catrileo con Hernán Larraín y con una doctora en derecho de Concepción, Amaya Álvez, conversando en una esquina, y con lápiz y papel, ‘oye, pongamos por acá…’ Y así se despachó la mayor parte de nuestro trabajo. La mayoría de las votaciones fueron unánimes, o 10 a 1”.

Asimismo, Saona rescata la iniciativa del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos. El equipo de esa organización asistió a una audiencia en los primeros días de trabajo, y les ofrecieron un software para sistematizar la búsqueda y organización de las decenas de textos que tenían que analizar.

“Ellos tomaron las minutas de las audiencias, las aplicaron al programa informático, y salió de vuelta un texto que a mi me tiene muy contento, porque, le digo, está bien estructurado, ordenado, claro, y hasta es bonito en su diseño. Y está en la página web de la Convención”, relata.

— Se fue dando un muy buen ambiente de trabajo, ¿no? Ellos se empezaron a conocer. El ánimo de las primeras sesiones fue cambiando a medida que pasaban los días, y después ya hasta bromeaban entre ellos.

— “Sí, claro. Yo creo que como ocurre con cualquier grupo humano que emprende un desafío. Esto puede ocurrir en el deporte, en la academia, en el ámbito político, como es este. Eso ya es de la naturaleza humana, que cuando hay algún grado de conocimiento van surgiendo confianzas, simpatías. Y por lo tanto, el trabajo se facilita”.

— ¿Cuál fue la noche más compleja de trabajo en la Comisión de Reglamento?

— Justamente fue ordenar estas 507 indicaciones. Eso significó quedarse hasta las cinco de la mañana, y el día siguiente a las nueve estar en la comisión, diciendo ‘acá está el documento, empecemos a estudiarlo’”.

— ¿No durmió?

— “Dormí un par de horas”.

— ¿Está acostumbrado a eso?

— “No es raro”.

— ¿Dormir poco, trabajar hasta tarde?

— “Sí, en el Congreso uno adquiere esa costumbre. No solo en los tiempos de despacho de la ley de presupuestos, que es la regla. A mi y a mis compañeros nos toca entrar un día martes y salir un día viernes, y sin exagerar. Pero también cuando hay proyectos complejos a los que se les pone discusiones inmediatas, y hay que sacarlos en días”.

— ¿Se conocía con los otros dos secretarios de antes?

— “Sí, claro”.

— Hay fiato entre ustedes.

— “Sí, y afecto, y admiración. Son personas muy valiosas y profesionalmente muy capaces”.

— ¿Qué espera usted del proceso constituyente?

— “Yo espero en lo personal aportar lo mío, o sea, mis conocimientos sobre técnica legislativa, sobre planificación legislativa, sobre redacción de normas jurídicas, elaboración de estos instrumentos de trabajo que para los convencionales son muy útiles: el boletín de indicaciones, ordenárselos, el comparado, entre distintos textos para justamente hacer posible, destacar donde hay coincidencias, y donde están las diferencias, para ir haciendo más fácil el avance”.

“Y como ciudadano, espero que este trabajo sea productivo, en todos los sentidos. Que finalmente salga un texto de alta calidad y que efectivamente represente los intereses mayoritarios de mi pueblo querido. Yo soy provinciano, mis padres son de Chiloé. Nací en Puerto Montt y viví allí toda mi vida. Actualmente sigo viviendo en provincia, en Valparaíso. En ese sentido, me siento absolutamente uno más. Soy colocolino, de corazón. Voy al estadio, por supuesto, al Sausalito y al Playa Ancha. Yo me siento uno más”.

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