Fotografía: ARCHIVO | Pablo Vera Lisperguer | Agencia Uno
Era un secreto a voces, pero se ha ido confirmando: Chile es uno de los países en el mundo donde se paga más dinero por medicamentos, llegando a un 2,02% por sobre el promedio global.
Así lo confirmó el proveedor de atención médica digital Medbelle, que desarrolló un índice comparativo en 50 países en que se buscó revelar las diferencias de costo de algunos de los fármacos más ampliamente reconocidos por los médicos e indispensables en el día a día de los ciudadanos.
El estudio comparó el precio de 13 medicamentos farmacéuticos prevalentes dólar por dólar, sin importar si se pagan directamente del bolsillo del paciente o por su sistema de salud.
Los medicamentos elegidos para la comparación abarcan una variedad de condiciones comunes; desde enfermedades cardíacas y asma, hasta trastornos de ansiedad y disfunción eréctil. Se incluyeron los precios medios tanto del compuesto de la marca como de sus versiones genéricas, para tener un perfil completo de cada medicamento. Por último, se normalizó el tamaño de la dosis para que el precio fuera comparable.
“En general, debido a los diferentes niveles de tributación, el costo del transporte, el poder adquisitivo, los niveles de ingresos y las patentes, cabe esperar algunas diferencias de precios a través de las fronteras. Sin embargo, la desviación revelada por este estudio es extrema”, asegura Daniel Kolb, cofundador y director general de Medbelle.
De acuerdo a los datos, Estados Unidos tiene los medicamentos más caros del mundo con un costo superior en un 306,82% al de la media mundial, seguido de Alemania (+125,64%) y los Emiratos Árabes Unidos (+122,03%).
Por el contrario, Tailandia es el más barato, con un costo del -93,93% respecto al precio medio, seguido de Kenia (-93,76%) y Malasia (-90,8%).
Nuestro país, en tanto, quedó en la posición 24 con un costo superior de 2,02%, debido a que si bien los medicamentos en su versión original alcanzan un +31,38% a la media mundial, los genéricos “bajan” el promedio final debido a que aparecen un -12,29% respecto del precio medio.
De los medicamentos que fueron medidos, el que registra la desviación de precio más alta de la mediana mundial es el Lisinopril (nombre de marca Zestril), que es recetado para tratar la presión arterial.
Este medicamento cuesta +2682,56% más en los EE.UU. que el precio medio mundial, seguido por Colombia con un 590,78% más, mientras que en Chile alcanza un +434,16%.
Otros medicamentos que registran mayor variación en nuestro país son el Ventolin (Salbutamol), Lantus (Insulina Glargina) y Yasmin (Drospirenone/Ethinylestradiol).
En el caso del Ventolin (Salbutamol), usado para tratar casos de Asma o Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, su precio en nuestro país se eleva un +354,85% de la mediana mundial, siendo superado sólo por EEUU con un +1191,01%.
Respecto al Lantus (Insulina Glargina), para pacientes con Diabetes Tipo I y II, Chile nuevamente queda entre los 3 más caros con un +168,17%.
Por último, aparece el conocido anticonceptivo Yasmin (Drospirenone/Ethinylestradiol), que en Chile es un +182,65% más caro.
Revisa los resultados y la metodología completa del estudio aquí.
Estas cifras van en línea con lo que señaló hace unos días la Fiscalía Nacional Económica en un estudio, donde detectó que el 80% de los medicamentos inscritos en el país no tiene alternativas bioequivalentes.
Y es que de acuerdo a la investigación de Medbelle, en nuestro país hay una considerable brecha en los precios de casi un 20% entre los genéricos y los de marca.
De hecho, el órgano fiscalizador advirtió que los laboratorios realizan el pago, que llaman “inversiones”, anuales superiores a los US$200 millones “para promover sus marcas entre los médicos, quienes recetan tales productos a sus pacientes en vez de otras alternativas técnicamente equivalentes y más baratas”.
Aquello es preponderante debido a que, según una encuesta de la misma FNE, la mayoría de los pacientes terminan acatando la recomendación del profesional y se niegan a cambiarla aunque sea una alternativa menos costosa.
Al respecto, el doctor en Economía Industrial e Internacional y docente de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), Roberto Contreras, destacó que la investigación de la FNE deja en evidencia algunos puntos que -hasta ahora- no han sido abordadas por el Ministerio de Salud, como por ejemplo que las grandes cadenas de farmacias compran a un precio mayor que las clínicas y que el Estado, pese a los altos volúmenes que manejan.
“En Chile existen 200 laboratorios y es un amplio espectro de laboratorios para competir en un mercado, sin embargo ellos trabajan básicamente a partir de la diferenciación de productos mas que de estar compitiendo. Es decir, cada uno se está especializando en una gama pequeña de productos y eso prácticamente es equivalente a un reparto de mercado, y luego discriminan en precio en función de cada uno de los clientes que tienen. Eso también impide competencia en precio y cobras un precio más alto a aquel que tiene una elasticidad menor”.
Por lo mismo, el doctor Contreras enfatiza en que “hay que hacer reformas estructurales al mercado por la forma en cómo funciona. Entonces la FNE hace tres recomendaciones: sobre la comercialización del medicamento, sobre la distribución del medicamento y sobre el mercado público, o sea el que regula. Entonces ahí le atribuye una función al Instituto de Salud Pública”, sentencia.
Y es que a su juicio, el ISP debe tomar un mayor protagonismo aportando información para llenar un vacío que ocupan activamente los visitadores médicos y los laboratorios a través de congresos con profesionales de la salud, induciendo finalmente las recetas, dejando en entredicho la efectividad de la política del bioequivalente.
“Como política pública no ha logrado buenos resultados porque la gente no está comprando los bioequivalentes, porque la gente sigue comprando el medicamento que le receta el doctor”, destaca el docente de la UTEM.
“Básicamente lo que ellos (los médicos) hacen es entregar un producto que logre combatir las causas de la enfermedad que tiene el paciente, pero sin preocuparse del costo que esto le pueda significar. Y él podría tener más información en términos efectivos de que hay otros productos que también le podrían servir y que por lo tanto podrían ampliar la gama, teniendo la misma efectividad”, argumenta el experto.
Otro de los puntos que aborda el estudio de la FNE es la gran diferencia entre lo que las grandes farmacias están pagando en promedio que las clínicas privadas, que de acuerdo al organismo, llega a un 60% más. Esto se debería a que en muchos casos licitan para tener productos que sean más convenientes en términos de costo.
Sin embargo, esta diferencia no se refleja en la cuenta que el paciente tiene que pagar cuando requiere atención en el sector privado, transformándose en un cliente cautivo donde no tiene alternativa para escoger el tipo de medicamento que le suministran, asegura Contreras.
Pero no es el único tema pendiente aún de resolver, ya que también está lo referente a las patentes. Recordemos que los laboratorios tienen exclusividad para vender un medicamento en base a la patente, las que sin embargo tienen una determinada fecha de caducidad, entonces ahí -según señala Contreras- falta que el ISP publique un listado de fármacos que ya tienen su patente caducada y por lo tanto pueden ser considerados genéricos, y en consecuencia, ser vendidos a un menor costo.
Por último, el profesor Contreras también aludió a los seguros complementarios de salud que incluyen la compra de medicamentos a través de convenios con farmacias, donde se les hace el descuento en línea.
“Te inducen a comprar ahí, te están empujando a comprar en determinadas cadenas gracias a estos convenios que existen de poder hacer los descuentos en línea”, sostiene el docente de la UTEM. Por lo anterior, es recomendable ver la posibilidad de que estos seguros médicos no solamente tengan esta posibilidad de descuento con las grandes farmacias, sino también con farmacias más pequeñas, y que a lo mejor podrían entregar un descuento mayor, sentenció.