Argentina, Brasil, Perú, Ecuador y Bolivia son países que además de convivir en Sudamérica, cuentan con un factor en común: cada uno tiene su propia agencia espacial. Esto, les ha permitido cumplir con importantes objetivos: mientras el brasileño Marcos Pontes se convirtió en el primer lusoparlante en llegar a la Estación Espacial Internacional, la Agencia Espacial Civil Ecuatoriana (EXA) pasó a ser parte en 2008 de la Federación Internacional de Astronáutica.
¿Y qué ocurre con Chile? A diferencia de sus vecinos sudamericanos, nuestro país no cuenta con una agencia espacial, pese a haber sido uno de los precursores en la materia en la región. Diferentes motivos han hecho que poco a poco hayamos ido perdiendo terreno, a pesar de los importantes beneficios que podría aportar en diferentes ámbitos, como el monitoreo de desastres naturales, ofrecer acceso a internet de alta velocidad o ayudar en temas de defensa, entre muchos otros.
Con la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, y un nuevo Centro Espacial Nacional que se construirá en Santiago, el panorama podría cambiar.
Un comienzo auspicioso…
Nuestro país tuvo una primera incursión en materias espaciales en la década de los `50, cuando la Universidad de Chile firmó un convenio con la NASA para la creación del Centro de Estudios Espaciales, la cual funcionó como estación de rastreo satelital de la agencia espacial norteamericana hasta 1989 y como Centro de la Universidad de Chile hasta 2008, año en que fue vendida a la Corporación Espacial Sueca.
Ya en 1980 se creó el Comité de Asuntos Espaciales, el cual trazó los primeros lineamientos para la elaboración de una política pública en esta área. Luego de eso se crearon una serie de comisiones, como el Comité de Asuntos Espaciales (1980), la Comisión Asesora Presidencial denominada Agencia Chilena del Espacio (2001), el Consejo de Ministros para el Desarrollo Digital y Espacial con una secretaría ejecutiva a cargo de la Subtel (2013) y el Consejo de Ministros para el Desarrollo Espacial (2015).
Dentro de los principales hitos encontramos el lanzamiento de los satélites Fasat Alfa (1995), el cual falló al no poder desacoplarse del satélite ucraniano al que iba adosada. De esta manera, terminó convirtiéndose en la primera basura espacial chilena. Tres años más tarde se lanzó el Fasat Bravo desde Kazajstán, cuyo objetivo era realizar estudios geográficos, climáticos y de recursos económicos del país, dejando de operar en 2001.
En 2011, en tanto, se lanzó el Fasat Charlie (2011), el cual significó una inversión de 72 millones de dólares y cuya misión fue la observación terrestre. Sin embargo, este satélite ya cumplió con su vida útil. En junio de 2017 se lanzó desde India el primer satélite artificial diseñado y desarrollado localmente en Chile. Nos referimos al SUCHAI, un nanosatélite de alrededor de 1 kg construido por el Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile y cuya vida útil se estimó entre seis meses y dos años.
En el caso de Perú, cuentan con el satélite PeruSat-1, el cual es uno de los más potentes en Latinoamérica, enviando imágenes que ayudan en el sector minero y agrícola, así como para controlar la tala ilegal, el narcotráfico y la previsión de desastres naturales, entre otros. A su vez, Bolivia posee el Túpac Katari, mediante el cual el gobierno busca mejorar las telecomunicaciones, especialmente en sectores rurales.
Venezuela también ha tenido importantes avances. Luego que en 2005 se creara el Centro Espacial Venezolano (CEV), rebautizado posteriormente como Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE), han trabajado en tres satélites: el VENESAT-1 (2008), el satélite Miranda (2012) y el satélite Sucre (2017).
Seis empleados
Uno de los principales aspectos en los que coinciden diversos expertos en la materia es el poco financiamiento que se ha destinado para operaciones ligadas al espacio. Si bien los miembros de la Comisión Asesora Presidencial de 2001, así como el Comité de asesores, desempeñaron sus funciones ad honorem, en 2002 contaron con un presupuesto de apenas 28 millones de pesos anuales, de acuerdo a la Asociación Chilena del Espacio (ACHIDE) de 2019.
A su vez, en 2011 la Agencia Chilena del Espacio contaba con una dotación de 6 empleados y un presupuesto aproximado de $150 millones. Dos años más tarde dejó de operar como tal.
Si nos vamos al presupuesto anual en gasto satelital, en 2016 Chile destinó alrededor de sólo 164 mil dólares, muy lejos de Argentina (116 millones de dólares), Brasil (92 millones de dólares), Perú (75 millones de dólares) y Bolivia (30 millones de dólares).
“Hay momentos en los que íbamos bien adelante, pero de repente nos fuimos quedando un poco atrás en algunas cosas”, señala a BioBioChile Klaus von Storch, el chileno candidato a astronauta y uno de los principales expertos criollos en materia espacial.
“Como país fuimos unos de los primeros, obviamente después de Brasil y Argentina, en desarrollar satélites, pero ahí quizás nos quedamos un tanto estancados. Bolivia y Perú dieron pasos importantes en el tema de desarrollo de satélites, e incluso hay algunos países pequeños que tienen agencias espaciales definidas”, añade.
“Nosotros, en lo que es la formación de una agencia, hemos sido tremendamente lentos. Yo lo atribuyo a que no existía la masa crítica suficiente para percibir la importancia que tiene el tema espacial. Muchas veces la gente se siente como ajena y dice ¿para qué me sirve el tema espacial?, pero claro, a veces uno se olvida que tenemos información de que mañana va a llover gracias a los satélites meteorológicos, o que el Uber funciona con los satélites GPS. Hay tanta información importante que ocupamos en el día a día, y nosotros podemos ser actores importantes”, puntualiza.
Néstor Espinoza, astrónomo chileno que trabaja en el Space Telescope Science Institute en estrecha colaboración con la NASA, en tanto, sostiene que una agencia espacial requiere de una inyección directa de dinero. No obstante, además debe tener ciertos objetivos clarísimos.
“Acá la conversación ha estado lenta porque si bien el desarrollo espacial en Chile es bueno, de hecho la Universidad de Chile ha lanzado un par de satélites y se está trabajando en los cubesat, que son los satélites pequeñitos que tienen un montón de usos, supongo que aún es pequeño en función a lo que requeriría una agencia espacial. Mi punto es que es un paso grande, es un compromiso financiero con un grupo de personas que trabajan directamente para el Gobierno, y ese paso yo creo que es el complicado”, dice a BBCL.
“Es un paso importante que requiere de objetivos claros, de objetivos a corto y largo plazo, los que, supongo, aún están en conversación en Chile. La gran pregunta es lo clásico: ¿creas una agencia para diseñar tu propio programa y hacer esta inyección constante de manera que vas a desarrollar tecnología propia, o vas a subcontratar grupos más pequeños, en dónde puede que salga algo o puede que no?”, asevera.
“Al final depende de la urgencia del problema, y esa es una respuesta que solamente te puede dar alguien del Gobierno yo creo. ¿Cuán urgente es tener esta tecnología en Chile? ¿Cuán urgente es desarrollar tecnología que sea particular para el uso de Chile? ¿Cuán importante es ahora, a corto y largo plazo?”, analiza.
¿Falta de voluntad política?
Loreto Moraga,, presidenta de la Asociación Chilena del Espacio, es enfática en indicar que la radiografía “es muy cruda, porque en Latinoamérica todos tienen agencias espaciales”.
“Prácticamente ya todos los países cuentan con una institucionalidad que pasa por una agencia espacial, con un organismo que cuenta con autonomía, con patrimonio propio, que tiene un objetivo que es funcional, y eso es lo que no ha habido en Chile”.
Moraga, quien además es directora del Instituto Chileno de Derecho Aeronáutico y Espacial, remarca que han pasado 40 años con varios intentos, pero que han derivado en un mecanismo de consejo de ministros que tienen una función estratégica pero no funcional u operativa.
“Y ahí es donde está el gran problema”, espeta. “Además no tienen un funcionamiento permanente, sino que se van reuniendo en la medida que alguien los convoca”, puntualiza.
La también presidenta de la Asociación Chilena de Helicópteros afirma que desde la ACHIDE le han dado muchas vueltas al tema, y han llegado a la conclusión de que ha faltado voluntad política. “El mundo político no ha estado verdaderamente convencido de la necesidad de tener una institucionalidad de estas características”, dice.
“Nos da la sensación de que ellos no han visualizado la importancia que tiene la actividad espacial, y eso marca una diferencia entre lo que tenemos hoy en día como actividad espacial en desarrollo y lo que teníamos antes”, precisa.
Un nuevo Sistema Nacional Satelital
En mayo pasado el Gobierno anunció la implementación del Sistema Nacional Satelital, iniciativa que contempla la construcción de 10 satélites que serán lanzados al espacio entre 2021 y 2025, varios de los cuales serán fabricados en Chile.
El ministro de Defensa, Baldo Prokurica, señaló que estos satélites de alta resolución serán monitoreados desde tres nuevas estaciones ubicadas en Punta Arenas, Santiago y Antofagasta.
A su vez se anunció que en Cerrillos se construirá un nuevo Centro Espacial Nacional, el cual estará equipado con un laboratorio para construir satélites, un centro de mando y control, otro de análisis y procesamiento de información y un centro de emprendimiento e innovación espacial.
Para esto, el Ejecutivo firmó un contrato con el consorcio israelí ImageSat, el que por 120 millones de dólares se adjudicó el proyecto, el cual permitirá a nuestro país “disponer no solo de un satélite como ha sido hasta la fecha, sino de una verdadera constelación nacional de 10 nuevos satélites”.
Al respecto, el ministro de Ciencia y Tecnología, Andrés Couve, dijo a BioBioChile que este nuevo sistema satelital incluye tres satélites de aproximadamente 100 kg y la construcción en nuestro país de siete nanosatélites.
“Esta inversión cumple objetivos de seguridad y soberanía pero también objetivos estratégicos para el país, por ejemplo el monitoreo del cambio climático y la sequía. Para administrar estos recursos se requiere de una nueva gobernanza, la cual se beneficia de la incorporación del Ministerio de Ciencia a este ecosistema. Además, tendremos un centro de investigación y desarrollo que también va a cumplir funciones de innovación y emprendimiento en donde agregaremos valor a esta inversión que acabamos de hacer como país”, destacó.
Respecto a este nuevo Sistema Nacional Satelital, Von Storch dice que es una noticia sumamente positiva. “Si bien no es la estructura que a veces uno se imagina, es muy bueno para ir dando los pasos sólidos como corresponde”, asevera.
En ese sentido, el ingeniero aeroespacial añade que el Centro Espacial Nacional integrará de alguna manera la participación de organizaciones tales como universidades y del sector científico. “Y para eso también se está creando la institucionalidad de cómo se manejará el tema del espacio. Si bien quizás no se llama agencia chilena del espacio o algo por el estilo, es como el equivalente”, menciona.
“Fíjate que ahí decantan las cosas, porque cuando tienes una instalación de 5 mil m2, donde tienes un proyecto con diez satélites, tienes que darle la importancia como país e ir armando la estructura. Hay un montón de convenios y oportunidades que van apareciendo. Yo he estado muchas veces en la Comisión del Espacio Ultraterrestre, en la que básicamente se juntan representantes de muchos países, como de Rusia y de la NASA, y ahí se van generando oportunidades y firmando acuerdos”, expresa.
¿Qué podríamos obtener de una agencia espacial?
La presidenta de ACHIDE remarca que una agencia espacial implica mucho más que cohetes y astronautas, añadiendo que los dineros que se invierten en actividades espaciales “generan toda una economía de bienes y servicios que está siendo tremendamente rentables y útiles para satisfacer necesidades públicas de bien común”. Así también, Moraga apunta a necesidades cotidianas que generarían un mercado que demande esa información, “como por ejemplo el Waze, y así muchísimas otras”.
El reconocido astrónomo chileno y divulgador científico José Maza indica que en un país tan largo y disperso como Chile, “el espacio es muy importante para poder estar mirando las corrientes marinas, las siembras, estar monitoreando el avance del desierto, los glaciares. Hay un montón de cosas que se pueden hacer desde el espacio, entonces una agencia espacial chilena debería, en primer lugar, formar a los profesionales para que puedan hacer uso de toda la información que se obtiene del espacio”.
“Además, que pudiera (ser capaz de) fabricar algún tipo de satélite sencillo, que pueda ponerlos en órbita y operarlos. Y eventualmente, también, poner en órbita satélites más complejos que no solamente miren hacia abajo sino que también miren hacia arriba. Uno puede tener datos meteorológicos que también son muy importantes. Un compromiso con la investigación científica en general, eso es lo que yo esperaría de una agencia espacial chilena”, dice.
Espinoza, por su parte, plantea que el monitoreo del clima y de desastres naturales es un detalle clave a considerar al pensar en una agencia espacial, indicando que esto es lo que hacen países que no son precisamente potencias. “Una vez tuve la oportunidad de conversar con gente de la agencia espacial de Albania, en Europa, la que si bien no tiene un gran financiamiento, han sido capaces de lanzar satélites pequeños para hacer monitoreo de clima y de desastres en el país”, menciona.
“Creo que es particularmente importante dada la geografía de Chile, ya que debido a esto es muy difícil tener acceso a todos los lugares a los que quieres acceder, en términos de imagen o clima. Entonces una agencia espacial podría jugar un rol importante en esto”, complementa.
Un futuro promisorio
Considerando los planes anunciados por el Gobierno para los próximos meses, Von Storch se muestra optimista. “Justamente lo que quizás necesitaba Chile era un lugar físico en el cual se junta el ambiente científico con el universitario y las capacidades de desarrollo satelital de las fuerzas armadas”, señala.
“Toda esta cosa real que va a suceder va a generar cierta necesidad que va a requerir que se firmen acuerdos, que se relaciones Chile con otros países. Si se hace a nivel gobierno le da un paraguas mucho más amplio en dónde puedan interactuar de forma más fácil distintos actores”, plantea.
Y aunque admite que esta partida funcionará con un presupuesto más bien limitado, cree que en la medida que se demuestren sus beneficios para el país, “debieran generarse los recursos como para poder desarrollar capacidad de lanzamiento o de desarrollo de satélites acá en Chile”.
Por su parte, Moraga sostiene que en la actualidad es posible generar la voluntad política, considerando el impacto que ha tenido la actividad privada, lo que refleja que “la economía espacial de bienes y servicios va mucho más allá de los cohetes, por decirlo así”.
“Muchos del mundo político piensan en la actividad espacial relacionada con cohetes, astronautas y satélites, nada más, pero la verdad es que es muchísimo más amplio que eso, hay todo una economía de bienes y servicios vinculada con el uso de los servicios satelitales que pasan por la observación y las telecomunicaciones pero también está la observación, exploración y la explotación espacial que está en boga. Son áreas en dónde tendríamos mucho por hacer y aportar”, afirma.
Por lo mismo, asevera que dada su condición geográfica, Chile resulta atractivo para la actividad espacial. “Desde la observación de los cielos por el norte, también en el sur, en la Patagonia extrema, tenemos una posición geográfica súper privilegiada, es una mina de oro en términos de ubicación para hacer bajada de información satelital”, asegura, apuntando a su vez a otro beneficio con el que cuenta nuestro país: la infraestructura en fibra óptica.
“Y eso, hoy en día, ha hecho que tengamos a varios instalados en la Patagonia: tenemos a los chinos, a los japoneses, a los indios, a los suecos y a SpaceX, pero no tenemos agencia espacial. No tenemos un interlocutor civil que coordine gestiones y el uso de información que nuestra propia infraestructura en los satélites nos puede dar; el Fasat Charlie antes y ahora el nuevo Sistema Satelital Nacional”, detalla.
“Vamos un poquito atrás. Tenemos actividad espacial e infraestructura espacial, pero lo que no tenemos es la institucionalidad adecuada. ¿Hay alguna? Sí, pero no es la adecuada”, concluye.
El profesor Maza, en tanto, señala que como astrónomo, espera que Chile pueda tener la capacidad de poner en órbita satélites que puedan mirar al cielo y que puedan complementar aquellos estudios que podemos hacer desde Tierra. “Chile tiene los cielos más privilegiados del mundo, y ya hay en Chile más de dos docenas de enormes telescopios de última generación, con los cuales se puede explorar el espacio, en óptico y en ondas de radio”, menciona.
“Pero hay algunos rangos, como por ejemplo el infrarrojo o el ultravioleta, que sólo se pueden hacer desde el espacio. Entonces obviamente que tener la capacidad de tomar datos en esas bandas sería estupendo, y además los astrónomos deben tener una gran capacidad de análisis de datos e imágenes, las que pueden ser tomadas con un telescopio terrestre o con un satélite”, espeta.