En uno de sus duelos nasales, Ximena jaló $80 mil en cocaína en un solo día junto a su dealer. Asegura que fue la única vez que se gastó tanta plata en meterse el polvito blanco por la nariz. La degustó por primera vez en un matrimonio, y tiempo después, se transformó en consumo diario por casi 10 años. Más que para prolongar una noche de carrete, cuenta que lo hacía para sus quehaceres diarios.
Justamente, este alcaloide produce un efecto anestésico y estimulante sobre el sistema nervioso, por lo que efectivamente da energía. ¿El problema? En 2020, en plena pandemia, las viejas con moño (es decir, bolsitas listas para su consumo) tenían un promedio de sólo un 15% de concentración de clorhidrato de cocaína.
En simple, ni un cuarto de lo que los consumidores se metieron por las fosas nasales correspondía a la droga en sí misma. ¿El 85% restante? Cafeína, anestésicos locales, bicarbonato, maicena, fenacetina (una alternativa a la aspirina retirado en varias partes del mundo, incluido Chile) y levamisol (un antiparasitario para perros).
Las cifras, entregadas a este medio por el Instituto de Salud Pública (ISP), corresponden al último perfil químico de la droga y viene a ratificar una regla no escrita en el mundo del narco: a más escasez, menor pureza.
La pureza de este alcaloide hace referencia justamente a su concentración, lo que responde a la pregunta ¿Cuánta cocaína hay en un gramo/kilo? El escenario utópico sería un 100%, sin adulterantes o diluyentes, sólo cocaína clorhidrato.
Pero como las ganancias no pueden decaer, decae la concentración. Lo propio ocurre al pasar de dealer en dealer. Cada uno la hace rendir a su modo, pateándola con lo que tenga a mano.
La prueba
La felicidad matutina de Ximena era despertar y contactar a su vendedor.
—Me ponía contenta que tuviera —cuenta.
El hábito de llamar todos los días y organizarse para ir a buscarla era su ritual. Inhalaba un gramo o gramo y medio diario. A veces en su trabajo, se escapaba a la hora de almuerzo para ir a buscar el mote.
Tras varios años, su agenda telefónica terminó con cuatro vendedores. Con el tiempo se dio cuenta que varios de ellos pateaban la droga hasta convertirla en una sustancia extraña, que se alejaba de la cocaína.
—Era muy rara porque se te quedaba pegada en la nariz, te sonabas y te salía blanco.
Quienes llevaban más años en este caminito blanco, le advirtieron. Para salir de la duda, el test más rápido era verter la droga en un vaso de agua: lo que se disuelve es cocaína, y lo que flota son sustancias miserables.
—Mi dealer la pateaba con maicena y me dijo que no era nociva. Otro lo hacía con bicarbonato, a su polola se le salió.
Pese al engaño, Ximena aún afirma que, en general, se movía con “buena coca”. Identificaba si era un polvo blanco indigno cuando venía acompañado de dolores de cabeza, ganas de vomitar o se le tapaba la nariz. Algunas, incluso, provocaban mayor aceleración.
El antiparasitario
El jefe de la sección de Análisis de Ilícitos del ISP, Boris Duffau, entiende a qué se debe esta aceleración:
—Menos de la mitad de la droga que consumen es cocaína, el resto son adulterantes o diluyentes.
Justamente, según explica el experto, la droga puede ser pateada de dos formas: con adulterantes, es decir, medicamentos o sustancias que intentan provocar un mismo efecto a un nivel más económico; y con diluyentes. Estos últimos son utilizados solamente para aumentar el volumen sin generar estímulo, engañando en la cara a quienes compran. Bicarbonato, maicena o el famoso raspado de muro (yeso, en la práctica) conforman la lista de los más empleados.
Entre los adulterantes encontrados por el ISP en las dosis analizadas están la fenacetina, un analgésico prohibido en Chile desde 1983 porque si se ingiere en grandes cantidades produce necrosis tubular renal, convulsiones o coma. Con todo, hoy es el tercer componente más presente en la sustancia blanca.
—Ahora, en pandemia, el 15% de la droga es solo cocaína, lo que significa que hay un 85% de adulterantes que provocan mayor adicción y mayor daño a la salud —reafirma Duffau.
En los análisis también se detectó la presencia de lidocaína. En 2019 con un 0,66% y un año más tarde con 1,21%. Este anestésico local se usa para tratar dolor neuropático. Su abuso causa visión borrosa, náuseas, vómitos y temblores o contracciones musculares.
La cafeína estuvo presente en 2020 con un 7,24% y con un 8,3% en 2019. Pero… la gran artimaña detectada por el ISP es el levamisol, con un 0,34% y un 0,1% respectivamente. La sustancia corresponde a un antiparasitario de uso veterinario, empleado por los narcotraficantes no para proteger a sus clientes de los parásitos, sino porque se percataron que al mezclarlo con el alcaloide aumenta al doble la potencia de la droga.
Y esto, lejos de hacerla menos nociva, genera que, al ser menos potente, los adictos requieren repetir las dosis. Boris Duffau dice:
—Una droga menos potente es todavía más tóxica, porque requiere muchas más dosis para lograr el efecto.
La cafeína provoca daño cardiovascular, hipertensión y un poder adictivo que potencia más la angustia por la cocaína. Por otro lado, el levamisol es un inmunosupresor y provoca enfermedades autoinmunes. La lidocaína, una vez internada en el organismo también provoca daño cardiovascular. Se suma que la fenacetina causa daño hepático y renal.
De norte a sur
La pandemia y el cierre de fronteras ha provocado que la droga sea pateada cada vez más. Según datos de la Fiscalía, existe un desabastecimiento de la cocaína producto de la interrupción de la cadena y distribución de esta.
Esto obliga a los narcotraficantes a diluir cada vez más las dosis con alguna sustancia blancuzca y aumentar así el volumen de venta. La idea es que un kilo rinda lo más posible.
En 2019 se incautaron 13.753 kilos de cocaína y pasta base, un 13% menos que el año anterior. De ese total, 33,32% equivale a Tarapacá, lo que se traduce en que 4.583 incautaciones fueron solamente en esa región.
La macrozona norte: Arica-Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama y Coquimbo, concentran el 65% de los decomisos.
Ante el mayor control terrestre, lo que predomina hoy es el tráfico marítimo. Un buque de carga puede llevar más de 15 mil contenedores. Si un narcotraficante logra conseguir dos de estos, significa que podrá traficar cuatro toneladas de cocaína. Un control aduanero puede lograr una revisión física entre el 5% y 7% de la carga, el resto, pasa desapercibido.
Las grandes cantidades que ingresan por los puertos son para quedarse en territorio nacional o ser exportado a otras latitudes. Chile se ubica en el tercer lugar del podio de países de América que envían más droga a Europa.
En nuestro país, la mayor concentración se la lleva el norte, donde Atacama alcanzó un máximo de 88% en tiempos pandémicos. Cuando llegó a Aysén o Magallanes, fue en condiciones paupérrimas.
El jefe del Departamento de Investigación de Sustancias Químicas Controladas de la PDI, Patricio Navarro, explica a BioBioChile que la cocaína a medida que avanza en su cadena de distribución se va adulterando y bajando su concentración.
El problema no hace alusión a la cantidad de regiones por las que ingresa la cocaína, sino al total de manos que la adulteran. De ahí la otra regla no escrita en el mundo del narco. Mientras más traficantes quieran hacerla rendir, la droga estará más contaminada.
De todos modos hay una tendencia. En el periodo marzo-junio 2019, la concentración en Arica y Parinacota fue de 79,39%. En la Metropolitana disminuyó a 36,25% y cuando su recorrido finalizaba en Aysén, solo promediaba un 15,25% (ver infografía).
Un año después, la concentración para la región del norte fue de 61,28%. La capital del país bajó a 30,83%, pero por el contrario, Aysén aumentó a 23,55%.
—Ha habido una baja en los adulterantes que llegan desde el extranjero, lo que significa que llega cocaína con menos grados de pureza —explica Navarro.
En 2020 las regiones con menos concentración fueron: Araucanía (8,20%), Los Lagos (16,18%), Valparaíso (16,45%) y O’Higgins (20,25%).
Tanto Duffau como Navarro apuntan que se han encontrado con numerosas muestras de cocaína con menos de un 1% de pureza, lo que incluso puede complicar la persecución penal por estos casos.
Daños colaterales
Lo alarmante es que la droga ha expandido su espectro de consumidores a menores de edad. La población escolar, por ejemplo, consume 2,9% más cocaína que los adultos, según datos del Senda en el último año. En el ranking de América, los escolares chilenos son el número uno en el consumo de este estupefaciente.
Si bien las razones son multifactoriales (presión social, fácil acceso a la droga o problemas familiares), lo que se sabe con certeza es que en su mayoría sus consumidores son de colegios municipales y que la edad promedio de quienes la prueban es a los 15 años.
El director de la institución, Carlos Charme, cuenta a BioBioChile que esto no sólo pasa con la coca:
—De las ocho drogas más consumidas en Chile, en siete, los niños y adolescentes consumen más que los adultos.
El alcohol es el único que queda fuera.
Senda realizó un estudio en pandemia a 15.280 personas y las conclusiones fueron las siguientes: un 3,5% dice que consume cocaína a diario y un 11,1% más de una vez por semana. El gran porcentaje lo hace una vez al mes.
A la pregunta: ¿Ha consumido menos? Un 49,2% respondió que sí versus un 29,9% que ha consumido más. El resto se mantiene en la misma cantidad o no sabe qué responder.
—Tenemos más de 10 mil personas que están siendo atendidas. Nuestros centros nunca han dejado de funcionar —dice Charme.
Consumo por placer
Como tercera regla no escrita, en una adicción nadie se pregunta si la droga está pateada. Parte del engaño del dealer radica justamente en que sabe de sobra que los clientes no se cuestionan lo que inhalan.
—Para un paciente nunca será tema la droga que consume porque la adicción está asociada al placer que te da la sustancia, independiente si está adulterada —expresa Johanna Tapia, terapeuta ocupacional especializada en salud mental y adicciones.
Según comenta la especialista, quien por su trabajo se ha codeado por más de una década con consumidores y traficantes, hoy en día la cocaína está asociada no sólo a largas noches de juerga sino también a la competitividad: rendir bien, trabajar muchas horas, entrenar y buscar un efecto para “funcionar” mejor.
—En su mayoría son personas que buscan facilitar sus funciones o cumplir metas, gente que trabaja y estudia, que genera carreras profesionales —asegura.
Como está dicho, una adicción es multifactorial y está asociada a historias de vida complejas. Para lograr salir no basta sólo con atacar el síntoma, es decir, el consumo, sino que también hay que buscar el origen de la relación problemática con la sustancia.
—Es una lucha constante, pero no imposible —aconseja Tapia.
El desafío de rehabilitarse
La mejor opción para salir de una adicción es un tratamiento que se ajuste a las necesidades de cada persona. Si además existe una motivación de su parte, el porcentaje de recuperación será mucho mayor.
En Chile, hay lugares gratuitos y privados para iniciar este proceso, pero como explica Johanna, todavía falta mucho trabajo. Más presupuesto, incluir la salud mental, y atenciones familiares en los sectores donde viven.
—No sirve de nada dejar de consumir si vive al lado del que vende —expresa.
Por su parte, Carlos Charme entiende que, independiente de la edad de consumo, todo proceso tiene su grado de complejidad. A su juicio, es primordial tener los tratamientos que vayan en condicionamiento de ellos, pero sobre todo prevenir.
Fiscalía no estuvo disponible para este reportaje.