En menos de diez minutos, la subasta llegó a su precio final: 24 millones de euros (unos 20 mil millones de pesos chilenos). Un hombre con gafas, sentado en primera fila y pegado a su teléfono se había adjudicado una extrañísima pintura, que hasta hace poco colgaba en la cocina de una anciana en una histórica localidad francesa y que ahora se transformaba en la obra de arte medieval más cara de la historia.
¿Quién era el desconocido ganador? Un emisario del multimillonario chileno, dueño de medios de comunicación y numerosas empresas, Álvaro Saieh, según detalló el sitio francés Le Figaro.
La operación fue hecha bajo mucho cuidado. Al menos así lo reportó otro medio galo, La Tribune de l’Art, que explicó que Saieh renunció poco antes de la subasta a la junta directiva del Museo Metropolitano de New York (MET Museum) donde ocupaba un alto puesto para luego competirle y quedarse con la costosa obra para integrarla a Alana, la colección privada que mantiene junto a su esposa y que está tasada en cientos de millones de dólares.
Pese a la exorbitante cantidad de dinero, el propietario de La Tercera no puede sacar la pieza de Francia…
La anciana desconocida
La historia -como si fuese sacada de alguna novela- comienza en un pasillo que da a la cocina de una anciana desconocida, residente de la ciudad de Compiègne, la misma donde se firmó el acuerdo que dio paso a la paz entre Francia y Alemania tras la Primera Guerra Mundial.
El cuadro por años estuvo ahí, prácticamente en el olvido y sin que la propia familia de la mujer le diera mayor valor.
Eso, hasta que la anciana decidiera trasladarse a una residencia de la tercera edad y dejar el domicilio donde vivió por años. Fue así como “una experta de la casa de subastas Actéon acudió a su casa para valorar sus bienes y ponerlos en venta”, publicó
En medio de muebles (que terminaron siendo arrojados a la basura) y otros artículos sin importancia que fueron subastados por una cifra menor, llamó la atención a la especialista, Philomène Wolf, la pintura con fondo dorado sobre madera de álamo de 25×20. Allí aparece la imagen de Jesús en medio de una muchedumbre que lo mira con desprecio.
“Enseguida pensé que se trataba de la obra de un primitivo italiano”, dijo Wolf a Le Parisien, recogió El País.
“Tuve una sensación extraña con esta pequeña pintura, algo casi indescriptible”, añadió la experta al New York Times.
Lo que nunca imaginó es que la pintura se trataba de El Cristo Burlado de Cenni di Pepo, conocido también como Cimabue (1272-1302), artista de Florencia que se ubica en una época particular de la historia: la transición entre la Edad Media y el Renacimiento, siendo considerado como uno de los iniciadores de este último periodo y el padre de la pintura occidental.
El reporte del golpe de Saieh
El Metropolitan Museum of Art de New York aguardaba pacientemente. Ya contaba con los recursos para presentar su oferta por la pieza de Cimabue, la que ya había concitado la atención de otros museos y privados.
Pero los planes cambiaron unos días antes, cuando Álvaro Saieh, miembro desde 2015 del The Board of Trustees del MET, uno de los puestos más altos de la organización, decidió renunciar a su posición para llevarse la pintura a su colección privada, señaló el medio especializado La Tribune de l’Art.
“(El museo) deseando adquirir el Cimabue, había sido derrotado por la colección Alana (propiedad del empresario)”, se lee en las líneas escritas por el sitio francés.
“Álvaro Saieh había renunciado unos días antes de la junta directiva del Metropolitan Museum para recuperar la libertad y quitarle la obra, lo que no había complacido al museo de Nueva York”, consigna el citado artículo.
Las estimaciones apuntaban a unos 6 millones de euros, pero Saieh terminó comprándola en una cifra récord de 24 millones de euros, superando con creces la oferta norteamericana.
Frustrado y con el dinero en caja, el MET terminó adquiriendo una obra diferente por poco más de 6 millones de la misma divisa.
Fuentes del Museo Metropolitano de Nueva York confirmaron a BioBioChile la dimisión de Saieh al directorio de la organización, pero desde la institución declinaron ahondar en detalles y no precisaron la razón del quiebre.
¿Qué es Alana?
La colección del multimillonario chileno -que debe su nombre a la contracción de los nombres de Álvaro y su cónyuge Ana Guzmán- no es cualquiera. Cuenta con “obras de maestros como Lorenzo Monaco, Fra Angélico, Uccello, Lippi, Bellini, Carpaccio, Tintoretto, Veronese, Bronzino y Gentileschi”, según detalla una noticia de de su propio diario.
Si bien Alana está siendo exhibida actualmente en un museo parisino, las obras por lo general están en el domicilio que tiene el empresario en Manhattan, donde se siente a gusto.
“En la Gran Manzana, Saieh pasa parte importante de su tiempo. Allí es dueño del departamento que perteneció a la familia fundadora de Lehman Brothers y luce una de las colecciones más importantes de los grandes maestros de la pintura, avaluada en cerca de US$150 millones, aunque cercanos a su familia afirman que esa cifra se queda corta”, reza un artículo de El Mostrador.
Por ello, El Cristo Burlado, pintado en torno al año 1280, era una opción imperdible para seguir engrosando una de las colecciones privadas de arte renacentista más importantes del mundo -según el museo donde se exhibe, el Musée Jacquemart-André. Pero al parecer la compra no resultó de acuerdo a lo planeado, tras una determinación del gobierno francés que puso en jaque las intenciones del empresario y su esposa.
La operación con la que Saieh se hizo de la pieza le habría sido encargada a Fabrizio Moretti, un dealer con residencia en Londres que curiosamente lleva el mismo nombre del baterista de la popular banda de rock, The Strokes.
Pero ambos Moretti no tienen nada que ver (salvo cuando a mediados de este mes armaron una muestra en conjunto en la Gran Manzana) y fue el especialista en arte con base en Inglaterra quien terminó llevándose la obra. Al menos así lo precisa el New York Times.
“Lo compré a nombre de dos coleccionistas”, dijo Moretti inmediatamente tras la subasta, según consigna el periódico estadounidense, donde no se revelan las identidades de los compradores.
El precio fue “grande, pero justo”, añadió antes de confesar que casi lloró cuando tuvo la pintura en sus manos.
“Cimabue es el inicio de todo, él inició el arte moderno”, comentó Moretti, con quien Saieh ya había tratado en otras oportunidades. Incluso ambos forman parte de la lista de personas que donaron algunas obras al Museo Metropolitano de New York, al mismo al que le arrebató esta pieza tras ofertar más dinero.
“Según nuestras fuentes, es un emisario que actúa en nombre de la pareja multimillonaria chilena Álvaro Saieh Bendeck y Ana Guzman Ahnfelt. Este último trabajó con Bill Clinton (…) Son conocidos por comprar las pinturas italianas más importantes de los siglos XIV, XV y XVI en el mercado”, consigna Le Figaro, respecto de quien se adjudicó la obra.
Con todo, no se puede llevar el cuadro
Todo iba bien hasta ahí. Pero más tarde se conoció la determinación del Ministerio de Cultura francés, que no sólo prohibió la salida de la obra, sino que también manifestó la intención de comprarla.
En un comunicado dado a conocer esta semana, el gobierno del país europeo indicó que “tras el parecer de la Comisión Consultativa de los Tesoros Nacionales, el ministerio de Cultura ha firmado un decreto rechazando el certificado de exportación”.
La decisión ministerial abre “un periodo de treinta meses (…) para reunir los fondos necesarios para la realización de una adquisición en beneficio de las colecciones nacionales públicas”, precisa el comunicado.
“Gracias al tiempo que concede esta medida, se podrán movilizar todos los esfuerzos para que esta obra excepcional se añada a las colecciones nacionales”, afirmó el ministro de Cultura galo, Franck Riester.
“No me sorprende. El Estado defiende el enriquecimiento del patrimonio francés”, dijo por su parte Dominique Le Coënt, el subastador de la venta. Lo único que me importa es que esta medida se lleve a cabo y que el Estado tenga los medios para comprarla”, añadió.
La novela de El Cristo Burlado termina con un giro inesperado: la anciana desconocida -que debía recibir el dinero por la venta- murió poco después de la subasta ocurrida en octubre.
Ahora, sus herederos tendrán que pagar unos 9 millones de euros en concepto de impuesto de herencia.