Una imagen icónica para la historia. El día que Diego Armando Maradona lideró a Argentina hacia la gloria de su segunda estrella en el Mundial de México 1986, arriba de los hombros de un desconocido en el Estadio Azteca, Roberto Cejas -un aficionado que se coló en la fiesta-, se repitió en Qatar 2022, en el momento soñado por Lionel Messi, encumbrado como leyenda por un íntimo amigo que repitió una fotografía para el recuerdo, el Sergio Agüero.
El 29 de junio de 1986 dejó para la eternidad una postal de Maradona en pleno éxtasis. Tras un ejercicio de liderazgo absoluto en México, guiando a la ‘Albiceleste’ a la conquista de su segunda Copa del Mundo, luego de derrotar en la final a Alemania Federal con un camino que encumbró la imagen del ‘Barrilete Cósmico’ a icono futbolístico imborrable con el paso del tiempo.
Una bandera enorme del país trasandino adelantaba la vuelta de honor de los campeones. Aficionados que se colaban en la cancha saltando desde las gradas del Azteca, evitando el foso y la alambrada, abrían paso a jugadores legendarios de la talla de Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Sergio Batista, Jorge Burruchaga o Jorge Valdano.
Los jugadores eran llevados en andas y la copa más preciada, los 6,170 kilos, 36,8 centímetros de altura y cinco kilos de oro de 18 quilates, no la podía portar otro que no fuese el Diego. Nadie conocía a la persona que lo trasladaba a la carrera, agarrado con fuerza a las piernas que tanta gloria daban a un país, mientras el ’10’ alzaba al cielo de la Ciudad de México el trofeo soñado por cualquier futbolista.
Roberto Cejas quedó para la historia de forma accidental. Traicionado por quien le vendía la entrada tras llegar a horas para la disputa de la gran final, accedió al estadio sobornando al que cortaba los tickets, para tras el pitazo final, no dudar en intentar saltar al campo con una bandera después de que los jugadores bajasen la copa del palco, y su altura, 1,90 metros, provocó que fuese el mismísimo Maradona el que lo eligiese. Así, estaría más alto que el resto de sus compañeros en una imagen para la posteridad.
Pocas personas existen más especiales para Messi que el ‘Kun’. La complicidad de dos íntimos amigos, compañeros de mil batallas y un sinfín de habitaciones en hoteles de concentración. Juntos prepararon finales, digirieron grandes decepciones y degustaron alegrías.
Desde que a Agüero le obligaron a dejar el fútbol de forma prematura por un problema de corazón, Messi no había vuelto a compartir habitación con nadie. Y lo hizo en vísperas de la final ante Francia. Era su última oportunidad de lograr el sueño que persiguió toda su carrera y del que tan cerca se quedó en el pasado. Los nervios, con su querido amigo al lado, serían menores entre risas, bromas y recuerdos.
Hasta Lusail, otro estadio que se escribe con letras de oro para la historia de Argentina, se desplazó Roberto Cejas con la misma misión. Quería repetir 36 años después la imagen con el digno heredero de Maradona. El nuevo mesías. Sin embargo, en esta ocasión, el papel estaba reservado para alguien a quien siempre quiso Diego, que le hizo abuelo, con quien tenía un vínculo indestructible como el que mantiene con Messi, a quien aupó a sus hombros en el homenaje más emotivo.
El ‘besht’, esa túnica negra que hicieron ponerse a Messi para manchar la fotografía más deseada de su carrera, el momento de levantar la copa de campeón del mundo junto a sus compañeros, quedará en el olvido gracias a la complicidad con el ‘Kun’ en un momento que seguro habían dibujado horas antes de conciliar un sueño compartido que hicieron realidad.
Rodeados de aficionados enfervorecidos, con nuevos elementos para captar la imagen a través de teléfonos móviles junto a las cámaras fotográficas de siempre, con Lautaro Martínez de fondo subido sobre el larguero y Messi liberado de toda presión, la felicidad en el rostro y la mano derecha al cielo de Lusail.
De Maradona a Messi. La comparación eterna que desapareció antes de repetir una imagen por la que nunca pasará el tiempo.