Un prisma de base rectangular. Esa es la forma que tenía la encomienda que llegó pasadas las 10 de la mañana del jueves 25 de julio a la oficina de Rodrigo Hinzpeter. Si hubiera estado allí, quizás el exministro del Interior la hubiera abierto como lo ha hecho con otros envíos. Sin embargo, el azar lo llevó a salir antes de la hora acostumbrada para almorzar a un restorán cercano.
El objeto traía el envoltorio de Correos de Chile, lo que incluía los sellos oficiales de la empresa estatal. No daba para sospechar, máxime cuando en el edificio ubicado en calle Enrique Foster Sur 20, que aloja a las oficinas de Quiñenco, hay un detector de Rayos X para evitar el ingreso, por ejemplo, de explosivos y armas. Es un aparato de tecnología avanzada que traspasa la superficie para mirar en el interior de los paquetes o cartas que a diario llegan a la empresa, cuya cara visible es Andrónico Luksic.
Si Hinzpeter lo abría, medio kilo de dinamita industrial habría explotado destrozando la oficina en su totalidad y -tal vez- matándolo.
El mecanismo de la bomba es sencillo. Sacado de Internet, dicen quienes conocen de TNT. Como sea, si abría el paquete habría activado un mecanismo. Un cable conectado a una batería y este al estopín pegado al explosivo.
Es llamativo que nadie lo viera en los rayos X de la firma. De hecho, se guarda un video, del cual se imprimieron fotos. Estas imágenes están hoy en manos del fiscal regional sur, Héctor Barros, y han sido integradas en la carpeta de la investigación.
A una copia de ese registro accedió la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío. Como se aprecia, el mecanismo interno da poco lugar a interpretación.
El tipo de cableado, la batería y el explosivo iguala en características a las bombas halladas en otros atentados, por ejemplo, el ocurrido en las intersecciones de las avenidas Bilbao con Vicuña Mackenna, donde una mujer venezolana resultó herida. El mismo usado en la caja que recibió el 8 de mayo pasado el presidente del directorio del Metro de Santiago, Louis de Grange.
Por repetición, todo indica que el grupo ecoterrorista Individualistas Tendiendo a lo Salvaje (ITS), es el que podría estar detrás. La fiscalía no lo confirma oficialmente, pero en fuentes policiales está claro: son los mismos.
Lo que no explotó en Apoquindo, lo hizo en la 54º Comisaría de Huechuraba. Hubo ocho uniformados heridos, tres de ellos de gravedad. Se movilizó todo el aparataje policial y de inteligencia. El presidente Sebastián Piñera fue hasta el hospital institucional para realzar la imagen de un gobierno preocupado, mientras el fiscal Barros realizaba las primeras diligencias e interrogatorios. El símbolo que se buscaba instalar era claro: todo el poder del Estado está hoy detrás de los autores del atentado y en Palacio no dudaron en catalogarlo como acción terrorista.
Sin embargo, horas antes, la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) generó una alerta a distintas entidades que, en cualquier caso, de nada sirvió.
¿Christian o Cristian?
Todo comenzó con una coincidencia negra. El reloj marca las 21:20 del 24 de julio, cuando Carabineros llega a la casa de Christian Karl Kurner empleado del consorcio Flour-Salfa, que participa en proyectos mineros.
Los uniformados fueron alertados por un equipo de seguridad ciudadana de Vitacura, y estos a su vez, a eso de las 20:00, recibieron el llamado de Kurner, quien había llegado a su hogar luego de unas vacaciones en Isla de Pascua junto a su esposa, una abogada de la Fuerza Aérea de Chile.
Cuando la familia entró a su casa, sobre una mesa había un paquete cubierto con un papel metálico -tipo alusa foil- unido a cables que conectaban a una batería. La asesora del hogar les indicó que un sujeto que no se identificó, lo entregó sin más y se retiró. Era lógico: podía ser una bomba. Al menos todo coincidía.
A la patrulla de Carabineros y seguridad ciudadana se unió el Grupo de Operaciones Especiales (GOPE) de la policía uniformada. Llegaron con todo el ajuar y utilizaron un equipo de Rayos X y el robot antiexplosivos. Pero no era una bomba anarquista o del grupo ITS, menos una advertencia, sino un perfume con un sistema de luces LED y su caja era de fábrica, según comentan por estos días altos generales de la institución.
Terminado el protocolo, un sujeto se acercó al sitio del suceso. Dijo ser un vecino, que trabajaba como modelo y esperaba una encomienda en cuyo interior venía un perfume con las mismas características de lo que hacía unas horas parecía ser un explosivo.
El supuesto modelo le indicó a la policía que su nombre era Cristian, pero sin H, como es el dueño de casa, y que de seguro el paquete llegó a ese domicilio por error. La numeración de Christian era 6346 y la de Cristian 6378. En otras palabras, la residencia de al lado.
Carabineros narró los hechos en un parte operativo que llegó a la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) cuya conclusión resulta -a raíz de un perfume- un tanto ilógica.
“No se descarta que se puede estar en presencia de acciones de prueba o posibles ensayos para la realización de una acción final que pudiera afectar no sólo a personas, sino también a instalaciones físicas que busquen un impacto importante tanto en el plano mediático como en la alteración del normal funcionamiento de las actividades cotidianas de la ciudad: por ejemplo, transporte público, salud, comunicaciones, energía, etc.”, se lee en el documento al que accedió Radio Bío Bío.
La apreciación de quien redactó, agrega: “Todo lo anterior, hace suponer que se podría tratar de acciones en el contexto de los próximos importantes eventos a desarrollar en el país, como son la APEC y COP – 25, dada su importancia mediática y relevante en el plano internacional”.
Supuestamente, después de eso se habría dado una alerta generalizada a las policías y las Fuerzas Armadas, la Comisión Chilena de Energía Nuclear, al Metro, entre otros, de la posibilidad que ocurriera un atentado en las próximas horas. Lo que el documento nunca detalló, en todo caso, fue la marca del perfume.
Consultados algunos de los estamentos que se supone deberían haber recibido la alerta que procesó la ANI, señalaron que no se ingresó ninguna clave de ataque terrorista, como sí ha ocurrido en el pasado lo que motiva, por ejemplo, que el Metro duplique su personal de seguridad en las estaciones.
El temor de Piñera
El paquete bomba enviado a Hinzpeter intranquilizó a La Moneda. En primer término, Hinzpeter es un hombre cercano al presidente Sebastián Piñera y a varios miembros de su entorno familiar. Es decir, la vida de quien fuera uno de sus más cercanos colaboradores estaba en peligro.
El Mandatario se enteró de los hechos cuando estaba en tránsito al Hospital de Carabineros. Allí se interiorizaría de la salud de los cinco funcionarios heridos de mayor consideración producto del ataque.
Antes de entrar al recinto de salud, junto al ministro del Interior, Andrés Chadwick, decidieron quedarse por varios minutos en el vehículo recabando más detalles de lo que estaba en desarrollo.
Su primer impulso fue hacer pública -en un improvisado punto de prensa- la existencia de un segundo envío a “una persona natural”, sin revelar la identidad. El impacto era evidente en el rostro de Piñera Echenique.
¡Dónde está Hinzpeter!
En paralelo antiguos colaboradores de Rodrigo Hinzpeter -que el 11 de marzo del 2018 decidieron regresar al Gobierno- intentaban comunicarse con él. La idea era advertirle de forma directa que no abriera ningún paquete. Acto seguido, evacuar de forma inmediata el edificio corporativo de Quiñenco. Todo ocurría contrarreloj.
Lo que a esa hora había establecido Carabineros era que el paquete bomba había sido entregado a las 10:30 de la mañana en las oficinas de Hinzpeter, hoy gerente legal del grupo que lidera Andrónico Luksic.
Las unidades policiales del GOPE y OS-9 enrumbaban a Enrique Foster 20, en la comuna de Las Condes, pero en La Moneda lo prioritario era poner a salvo de la encomienda mortal a Hinzpeter. El miedo cundía ante la sola posibilidad de que el paquete hubiera sido trasladado a su casa o lo llevara en su auto. La tensión aumentaba los escenarios posibles.
Sin embargo, el exministro nunca contestó. Estaba almorzando y no quiso que nada o nadie lo interrumpiera.
Desde La Moneda se intensificaron los contactos telefónicos, pero de Hinzpeter nada.
Llamados a distintos asistentes del extitular de Interior que no estaban en Chile surgieron un primer efecto y la advertencia de una bomba llegó a oídos de Mauricio Lob, otro excolaborador de Piñera y que hoy trabaja en Quiñenco. Por ende, tenían en Palacio su número de celular.
El GOPE ya estaba a pocas cuadras, pero la alerta entregada a Lob permitió que todo fuera más rápido: se evacuó el edificio y se pudo acordonar el lugar como medida de seguridad.
Policía antiterrorista
El presidente Piñera no dejó pasar los hechos. El viernes, durante una reunión con los máximos representantes de Carabineros y la PDI, el Mandatario subió el tono y literalmente golpeó la mesa.
En el encuentro que se materializó en el comedor privado que se ubica al costado de su oficina y del dormitorio en Palacio, exigió a las policías trabajar de forma urgente en la conformación de equipos especializados, con miras a enfrentar emergencias provocadas por ataques terroristas. La idea era simple: adoptar protocolos nuevos, con mejores formas, más específicos, para prever, prevenir y evitar actos de esta índole para que la Justicia, posteriormente, sancione con todo el peso de la ley.
La vieja discusión sobre la modificación a la actual Ley Antiterrorista volvió a encender el discurso de parlamentarios de todo el espectro. A favor o en contra, el hecho es que el servicio de inteligencia estatal y las policías estuvieron ciegas, antes, durante y después.
Con todo, queda claro que la amenaza de un paquete con un perfume en su interior no fue una advertencia terrorista, sino la constatación de que los responsables -desde hace varios años y atentados de por medio- habitan en las sombras, ese lugar donde el largo brazo de la seguridad estatal y la ley parece que nunca llegarán.