En su oficina nadie sabe a ciencia cierta si fue un día antes o uno después, pero lo cierto es que el técnico en computación Elías Lillo Sandoval -de 35 años- dejó de asistir a su trabajo como “Especialista en Operaciones” del Banco de Chile, a fines de mayo pasado, cuando la entidad financiera era atacada por hackers internacionales, perdiendo 10 millones de dólares.
En informática lo conocían como “PCUL5W”, su nombre de usuario en el computador que utilizaba a diario en la Unidad de Control de Bancos Corresponsales, encargada de operar con sus pares en el exterior en moneda extranjera.
Poco a poco, sus compañeros de labores comenzaron a enterarse que algo sucedía y de comentario en comentario, supieron dos cosas. La primera, que el Departamento de Control había iniciado una investigación el 14 de mayo pasado y que Lillo Sandoval se había robado plata. Eso sí, nadie sabía ni cómo, ni cuánta, ni desde cuándo.
Se sabe hasta ahora que lo hizo solo, sin que los sistemas de control se percataran que entre el 8 de mayo de 2017 y el 3 de mayo de 2018 realizó disciplinadamente 35 transferencias por un total de 475 millones de pesos, desde la cuenta llamada MB-Dólares-USA del Banco de Chile a la de su padre del mismo nombre, tan solo tecleando en el computador de la oficina y a la vista de jefes y colegas.
El robo de Lillo Sandoval fue meticuloso, porque los fiscalizadores recién lograron establecer que las operaciones fueron cursadas sin los respaldos correspondientes o bien fueron borrados. En otras palabras, al sistema de control interno se le ha hecho cuesta arriba hallar evidencia física de las imputaciones irregulares.
Los auditores bancarios siguieron buscando hacia atrás en el tiempo y descubrieron que -desde al menos 2008- se habían realizado otras 243 transferencias bajo el mismo modus operandi usado por Lillo Sandoval, por un total de casi 2.200 millones de pesos.
Actualmente, esos movimientos están siendo verificados por el Banco de Chile, para determinar su origen y destino final. En otras palabras, el fraude podría aumentar a más de 2.500 millones de pesos y vincular a otros actuales o exempleados.
Atendido los hechos, el Banco de Chile decidió querellarse el pasado 26 de junio -por el delito de estafa– ante el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago en contra de Lillo Sandoval, libelo que publica íntegramente la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío. El caso quedó en manos de la Fiscalía Centro Norte. (Lea la querella completa)
Como querellante, la entidad financiera designó a Hugo Rivera, el abogado personal de Andrónico Luksic.
En la acción legal, se solicitó la detención inmediata de Lillo Sandoval y se revelan detalles de cómo desarrolló el plan para quedarse con el dinero, mintiendo a diestra y siniestra, sin que nadie se percatara.
Lo cierto es que el paradero de Lillo Sandoval es desconocido y en su exempleo muchos se preguntan qué será de él a través de los grupos de WhatsApp. ¿Estará en Chile? ¿Habrá huido al extranjero? ¿Se habrá gastado la plata? Son las interrogantes que hasta ahora no tienen respuesta.
El olfato de Galarce
Tres operaciones desde la cuenta en dólares al sistema interno de traspaso de fondos, llamaron la atención en el Departamento de Control Financiero y Tesorería del Banco de Chile, el pasado 14 de mayo.
Se trataba de tres cargos por 56 millones ocurridos entre el 4 de abril y el 3 de mayo de este año que no se apegaban a cómo se ejecutaban las operaciones.
Daniel Galarce Toro, jefe del área antes mencionada, informó de inmediato a la sección de Fraudes y Riesgos Potenciales de la División de Contraloría y se activó el protocolo de seguridad.
A poco andar, los investigadores del banco lograron establecer que Lillo Sandoval engañaba a sus jefes. Les hacía creer, dice la querella, que “se trataba de actividades propias de su desempeño normal”.
De todas formas no era cualquier engaño, porque debía convencer a Ricardo Ortíz de Zárate y Carola Quinehual, jefe y subjefa de operaciones, respectivamente.
“(…) estas personas, con su mente errada y en el pleno convencimiento de que se trata de operaciones completamente regulares, otorgaban su asentimiento mediante la utilización de una clave electrónica, para que ellas se llevaran a cabo”, detalla el libelo.
De la búsqueda se logró acreditar 35 transferencias por un monto superior a los 475 millones de pesos, pero con algunas particularidades. Por ejemplo, los meses más productivos para Lillo Sandoval fueron entre noviembre y diciembre de 2017, donde realizó diez traspasos, cuando lo normal era que no superara las tres.
A ello, los contralores bancarios debieron sumar que Lillo Sandoval dejaba “tierra quemada” cuando realizaba sus operaciones. Es decir, ni copia, ni evidencia física del robo, aunque en el sistema computacional sí quedaba registro.
“(…) En los archivos del Banco de Chile no existen documentos que sustenten dichos traspasos contables y en consecuencia, no fueron impresos o bien dichos documentos fueron eliminados, por lo que hasta el momento ha sido difícil encontrar evidencia física de las imputaciones irregulares. No obstante lo anterior, las imputaciones quedaron registradas en los sistemas computacionales lo que facilitó su revisión por parte de los auditores”, se lee en el libelo.
Otro hecho llamativo, según la propia acción legal, es que desde la cuenta en dólares del Banco de Chile, nunca debieron ejecutarse traspasos a otra de carácter nacional, cuestión que de acuerdo a fuentes de la entidad, abre un nuevo flanco en la investigación que sustancia la Fiscalía Centro Norte.
Este medio intentó obtener una versión oficial de la entidad financiera, pero hasta el cierre de esta edición se evaluaba la redacción de un comunicado.
Lo propio intentó hacer con Lillo Sandoval. Uno de sus números celulares nunca contestó, mientras que el otro no existe. En tanto, también se tomó contacto con los teléfonos que su padre mantiene en Dicom, pero ambos carecen de línea.