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"Camaleón", el libro que revela detalles inéditos del fraude del que fue acusado el PC
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El escritor Javier Rebolledo presenta una investigación sobre la doble vida de un agente comunista que, en los años ochenta, fue un ayudista clave del PC y el FPMR, mientras, en paralelo, aparecía animadamente en las páginas sociales de los diarios con figuras de la dictadura y se paseaba por clubes nocturnos y casinos con famosas vedettes. Mariano Jara Leopald, el camaleón, deja su camuflaje y vuelve a la carga en busca de la justicia que dice, le arrebataron sus ex compañeros de partido.
A mediados de los años noventa, cuando el Partido Comunista (PC) aún reconstruía su dañada estructura producto de 17 años de dictadura militar, Mariano Jara Leopald volvió a vincularse. No firmó ninguna ficha de inscripción. Tampoco sacó carnet. Lo que Mariano Jara hizo fue poner a disposición un mecanismo de financiamiento que permitiera seguir imprimiendo El Siglo, el órgano oficial del PC. Así, muchos militantes comenzaron a obtener recursos de la Financiera Nadir, una empresa con la que Jara captaba dineros y, al mismo tiempo, prestaba a amigos, socios y viejos compañeros del PC.
Fueron millones los que circularon por Nadir. Entraban, salían y en medio se invertían en diversos negocios que generaban intereses para seguir dándole vuelta a la rueda. En 1995, habían unos $700 millones en la bolsa de la financiera. En ese año también, comenzaron los atrasos de los militantes del PC y las repactaciones sobre repactaciones. Fue en ese mismo año también que surgió una idea para subsanar la deuda anterior: importar mariscos y exportar productos Dos en Uno desde y hacia Cuba. Uno de los cerebros de esa operación fue Jaime Moreno Mickle, un viejo e influyente miembro del aparato financiero del PC. El otro, Sebastián Larraín, la chapa en dictadura de Guilliermo Teillier, el actual presidente y diputado del PC.
Ese último negocio, que se suponía iba a arreglar la primera deuda que habían dejado de pagar los militantes del PC, fue el fracaso final para Mariano Jara. Viajó a Cuba con Moreno y Teillier. Visitó las instalaciones de la empresa que intermediaría la operación, compró un container lleno de productos que luego exportó a Cuba y exigió, a cambio, cheques de respaldo que Moreno firmó. Pasaron los meses y el dinero nunca llegó. De los productos no supo más y los cheques de respaldo comenzaron a rebotar por decenas. Moreno y Teillier también habían desaparecido del mapa. Jara tuvo que hacer lo mismo.
Financiera Nadir se había quedado sin dinero y la voz se corrió rápido. Hubo una corrida de otros inversionistas, antiguos amigos de la hípica, narcotraficantes, matones. También hubo querellas en contra de Nadir y acusaciones de estafa. Mariano Jara no tenía como pagarles. Todo se había ido en los fallidos préstamos y negocios con el PC. Arrancó a Mendoza, pero volvió a los meses. Financiera Nadir estaba a nombre de sus hijas y no las dejaría caer en la cárcel. Él pondría la cara. Otra vez se enfrentaría a la justicia. Otra vez, probablemente, tendría que pasar por la cárcel.
La historia del escándalo financiero que involucró al PC con Mariano Jara parecía enterrada en el olvido. Pero una investigación del escritor y periodista Javier Rebolledo la trae al presente con nuevos antecedentes y una entrevista inédita al presidente del PC, Guillermo Teillier, en la que reconoce los complejos negocios con Jara, a quien acusa de prestamista usurero.
“Es cierto, era una prestamista”, dice Rebolledo. “Pero en el PC lo sabían cuando pidieron el dinero y luego no lo devolvieron. Sí, le cabe una responsabilidad en todo esto a Guillermo Teillier, fue él quien le prepuso el negocio en Cuba. Mariano Jara, de hecho, era mucho más que un simple prestamista y sus vínculos con el partido eran antiguos y, en cierta medida, claves en la lucha contra la dictadura”.
“Camaleón. Doble vida de un agente comunista”, el nuevo libro de Rebolledo, es la historia de Mariano Jara y, a la vez, una crónica sobre la historia y evolución del aparato militar del PC. El escritor narra pasajes desconocidos de la lucha armada que dieron los comunistas en contra del régimen del general Augusto Pinochet, amparados en una extensa red de recursos materiales que les proveía Mariano Jara a través de sus tiendas de electrónica, Nadir.
Militante comunista, ayudista del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y financista del PC. Todo eso fue Mariano Jara hasta 1996, cuando perdió gran parte de lo que tenía tras los fallidos negocios con el partido. Puso su nombre en parcelas que ocupaba el PC para esconder armas y él mismo trasladó municiones; cobijó en su casa y en sus locales a compañeros comunistas, mientras que a otros los ayudó a salir del país. Estuvo preso por Carrizal Bajo cinco meses y no delató a nadie. Era un militante convencido y disciplinado. Pero también era todo lo contrario. Un dandy de los años ochenta, con amoríos con famosas vedettes, mientras equilibraba como podía sus relaciones paralelas con su esposa y amante. Era también un reconocido empresario, dueño de 16 caballos en el Club Hípico, una red de 16 tiendas Nadir por todo el país y el club nocturno Flamingo, entre otros negocios. Fue, por último, socio y amigo íntimo de oscuros personajes de la dictadura, agentes de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), importantes generales y civiles que rendían pleitesía a Pinochet. Un camaleón perfecto.
La doble vida de Mariano Jara Leopald se mantuvo en la sombras hasta el jueves pasado. Ese día apareció en librerías “Camaleón. Doble vida de un agente comunista”. Acá, Radio Bío Bío presenta dos extractos exclusivos de la obra de Rebolledo, que revelan cómo fue el fallido negocio entre el PC y Financiera Nadir, y lo que piensa hoy uno de los principales implicados, Guillermo Teillier.
Camaleón. La doble vida de un agente comunista
Hacia 1995, la Financiera Nadir tenía una bolsa de dinero de unos setecientos millones de la época. Entre los principales ahorrantes estaba él mismo (Mariano Jara) y sus abogados, Jorge Mario Saavedra y Samuel Donoso, invitados a participar en el negocio.
Por esos días, Sebastián Larraín le había presentado a Jaime Moreno Mickle, uno de los principales hombres en el financiamiento secreto del partido, operador de alto vuelo, un tipo de excelente presencia, muy buena persona y amigo personal de Gladys Marín. Se notaba adinerado. Era dueño de una acción del Club Hípico, carísima por esos días. Una especie de ficha de casino era el comprobante que los accionistas usaban para entrar a los salones exclusivos. Y, en la medida que se conocía más, Moreno a veces le prestaba la suya, para que él volviera a la crema de la crema por unos instantes.
Ambos le ofrecieron hacerse cargo de las finanzas. Aunque no le interesaba, como buen militante, aceptó. Solo de palabra, pues sucedieron dos cuestiones. La primera fue que su amigo Carlos Carrasco le dio a entender que no lo hiciera.
-Es un tema complicado, muy complicado. Puros problemas… -le advirtió cuando le contó sobre su nueva labor.
Una semana después vino la segunda cuestión: debió hospitalizarse por una hernia. Más de un mes tuvo que esperar para volver a las pistas y, a su regreso, el tema se había disipado.
También en 1995, los cheques de varios compañeros que habían sacado platas para el partido habían comenzado a rebotar. Repactación y más documentos, más intereses y la deuda subiendo. De forma paralela, Sebastián Larraín y Jaime Moreno comenzaron a ofrecerle negocios. Inversiones seguras con Cuba. Todo garantizado. Una empresa chilena con sede allá sería la mediadora. Moreno, el hombre encargado de hacer calzar los dineros. Una importación de mariscos y otra exportación de productos Dos en Uno.
-Y el cien por ciento de utilidades -le dijo-. Es excelente, imperdible.
La operación involucraba unos trecientos millones de pesos. No tenía el capital necesario, pero sí el pozo que reunía a los inversores de la Financiera Nadir. Para hacer el negocio tendría que tomarlo todo o gran parte, un riesgo, pues era el dinero de muchos compañeros y también de otra gente sin militancia.
(Mariano Jara) aceptó, pero, a cambio, deberían dejar varios cheques en garantía, con distinto vencimiento, por los montos de la operación. Jaime Moreno los emitiría.
Viajó a Cuba junto a Silvia (esposa de Jara) y Sebastián Larraín. Fueron tratados como diplomáticos. Ahí conoció las oficinas de la empresa de importaciones chilena desde donde operaba Jaime Moreno. De vuelta a Santiago fueron juntos a comprar el container para guardar los productos que ingresarían a la isla. Todo estaba listo. Sacó el dinero de la financiera y se lo pasó a Moreno. A cambio, los cheques a su nombre en garantía. Debía estar todo funcionando en un par de semanas.
Se iniciaba 1996 y él esperaba, cada vez más ansioso. Cuando se cumplió el plazo, primero llamó a Moreno y luego a Sebastián Larraín. Le dieron excusas: el dinero llegaría pronto. Nada. Y luego el silencio. Revisó algunos de los pagarés firmados por Sebastián Larraín y confirmó cuál era su nombre real: Guillermo Teillier.
Luego, la debacle fue veloz. Los cheques de Jaime Moreno rebotaron uno tras otro. Se vio en la obligación de repactarle la deuda a través de nuevos cheques a fecha, interés sobre interés. Le juró que pagaría. Pero no sucedió. Y los del resto de los compañeros destinados a financiar el diario El Siglo, lo mismo, también sin fondos. Protestados. Cerca de trescientos millones de pesos más perdidos. No podía creerlo, pero sí, era una estafa.
Como si se hubiera corrido el rumor, los ahorrantes de la financiera comenzaron a pedir su dinero de vuelta. Al principio logró dar abasto, sacándolo de su propio bolsillo, pero él mismo tenía prácticamente todo metido en el pozo. Rápidamente Nadir no tenía más fondos. Su abogados, Jorge Mario Saavedra y Samuel Donoso, con dineros invertidos ahí, furiosos se querellaron en su contra por estafa.
Y otros más empezaron a reclamar sus dineros; algunos ahorrantes eran gente peligrosa: conocidos suyos desde los tiempos de la hípica, narcotraficanfes, todos indignados por la estafa. Recibió amenazas de muerte y, sin poder recolectar el dinero, decidió cerrar la oficina y escapar otra vez a Mendoza.
Desde allá intentó contactar a sus compañeros comunistas, pero se habían hecho humo. Si bien no tenía vínculo legal con Financiera Nadir, unos meses después volvió a Santiago: sus hijas estaban atrás de un negocio que se iba a pique y no podía dejarlas caer. Se presentó en tribunales el 20 de mayo de 1997. La ministra Dobra Lusic estaba a cargo de la causa. Por segunda vez en su vida se iba preso, ahora por el delito de estafa. Sentía pena, pero también mucha rabia: el partido de sus amores lo había traicionado. Ya no quedaba ningún lugar hacia donde mirar. La podredumbre, recién iniciada la democracia, era absoluta. Nunca, ni entre todos sus grises y renuncias, se le habría ocurrido pensar que sus compañeros, y menos gente vinculada a la dirigencia, fueran capaces de estafarlo. Era algo impensado en sus tiempos, entre los dirigentes desaparecidos en dictadura, la savia antigua a la que él pertenecía.
Tres meses preso en Capuchinos, una cárcel lujosa, pero cárcel al fin y al cabo. Desde ahí denunció a Teillier, a Galdys Marín y a Jaime Moreno, todos parte de la cúpula del partido. La prensa anticomunista le prestó alguna atención y se generó un escándalo mediático que duró lo que dura una noticia así. Pero sus compañeros supieron negarlo. Habrían sido lo suficientemente hábiles como para dejar todo bien atado.
Cita con el presidente
Contrario de lo que esperaba, Guillermo Teillier me dijo recordar bien a Mariano. También el caso de la Financiera Nadir. Según él, se habían conocido a inicios de los noventa en el domicilio de Mariano.
-Lo prestaba para hacer reuniones clandestinas -me dijo.
Teillier había llegado ahí a través de otros compañeros con los que Mariano ya tenía tratativas económicas. Le parecía, entonces, un empresario cercano al partido, con el ánimo de ayudar durante el inicio de la democracia, período durísimo. Recién volviendo la luz, aún con investigaciones abiertas durante la dictadura. En su calidad de encargado financiero del aparato, en 1994 y más o menos durante un año, Teillier reconocía haber sacado dinero de la Financiera Nadir como préstamos a interés.
-La modalidad era que Mariano nos compraba cheques -me explicó-. A treinta días, por ejemplo. Si el cheque que le entregábamos era por cien pesos, él nos pasaba una cantidad inferior. Cuando Mariano cobraba el cheque, se quedaba con la diferencia. De esos cheques, emitidos por mí o gente vinculada al aparato financiero, se le pagó todo.
Habían recurrido a esa modalidad financiera, según Teillier, en busca de dinero fresco, aquejados por la necesidad del momento. Para él, Mariano era un prestamista informal. Un día, recordaba, llegó a visitarlo a su oficina en el partido, donde oficiaba como encargado de finanzas. Traía una bolsa de papel llena de cheques impagos de militantes. Le había prestado dinero a compañeros vinculados a la imprenta donde imprimía el El Siglo.
-Venía a cobrarme esa plata porque decía que eran cosas del partido. Y empezó a sacar las cuentas. Estaba aplicando intereses absolutamente usureros. Estamos hablando de un 7% mensual y más. No anual, mensual -recalcó Teillier-. Los intereses sobrepasaban cien veces la deuda. Era imposible. Entonces yo le dije que no le aceptaba esa deuda.
Por lo que yo conocía vagamente, el mercado de los prestamistas se encontraba en la zona de grises. Si bien no pueden aplicar a sus deudores un interés mayor que el regulado legalmente, muchos trasgreden el límite acordado con el deudor cuando estos no pueden pagar. El gris se produce justamente ahí, pues muchas veces el prestamista accede a no cobrar el cheque y repactar la deuda con el deudor, a través de otro cheque, a cobrarse en una fecha posterior. El problema para el deudor es que, dado su incumplimiento, el nuevo cheque en garantía debe ser emitido a un mayor interés que el anterior. Si pasado el pazo, el deudor nuevamente no es capaz de pagar, debe volver a repactar con intereses mayores. Esta parte. Un acuerdo fuera de la ley. Un mercado oscuro con cobradores particulares: los conocidos matones o extorsionadores.
En ese campo, Guillermo Teillier denunciaba a Mariano como un usurero cobijado en una bolsa de cheques emitidos por compañeros vinculados al diario El Siglo, parte de una deuda repactada varias veces, imposible de pagar. Según Teillier, aunque la deuda era, en estricto rigor, individual, pues los compañeros habían actuado a título personal, fuera del aparato financiero, intentó ayudar a subsanar al situación de Mariano.
-Y ahí surgió la posibilidad -me explicó-. Mariano tenía el interés de hacer negocios con cuba y me preguntó si yo podía ayudarlo para tratar de zanjar la deuda.
De esa forma, Guillermo Teillier presentó a Mariano con Jaime Moreno Mickle. Me explicó que este no era integrante del aparato financiero del partido, sino un colaborador externo. Como prueba de sus palabras, Teillier me contó que CSJ, la empresa con la que Moreno importaba y exportaba productos desde y hacia Cuba, era de él y no del partido. Amigo de Gladys Marín, sí. También suyo. Pero nada más.
Esto chocaba directamente con lo obtenido por mí: Moreno sí era integrante fundamental del aparato financiero. Decidí profundizar.
-El negocio de la exportación de productos Dos en Uno, donde Mariano dice que lo estafaron porque nunca pagaron ese dinero, ¿era negocio del partido? -le pregunté.
-El partido no era parte del negocio, pero sí parte interesada -me respondió Teillier-, porque si a Moreno le iba bien, nos ayudaba.
– ¿Por eso usted viajó a Cuba con Mariano? ¿Como garante?
-La visita fue más que todo para que Mariano conociera la empresa que tenía allá Jaime Moreno.
-¿Qué sucedió después? ¿Por qué Jaime Moreno no le pagó a Mariano?
-Mariano hizo negocios con Moreno. Yo poco sé a qué acuerdos llegaron ellos -me respondió Teillier-. Ahí no entrábamos nosotros.
Teillier decía no tener idea de qué forma Jaime Moreno se había ido al hoyo. Solo que de la noche a la mañana estuvo implicado en una tema financiero. Quiebras, protesto de cheques y el alejamiento de la colectividad. No sabía si su crisis venía desde antes o si explotó con el caso de la Financiera Nadir. Y, aunque no tenía una imagen clara de Mariano, no lo olvidaba. A 1997, recordó, en la opinión pública y en tribunales se sabía que Sebastián Larraín era la chapa de un alto jefe militar comunista, a cargo de Carrizal Bajo y también del atentado en contra de Augusto Pinochet. Pero hasta ese momento nadie había vinculado esa chapa con su nombre, Guillermo Teillier.
-Cuando fue el escándalo de Financiera Nadir, Mariano fue la primera persona que señaló públicamente que yo, Guillermo Teillier, era también Sebastián Larraín -me dijo con tono de sentencia y recriminación.
Teillier decía que originalmente había visto a Mariano como un colaborador del partido. Un amigo. Luego, como un hombre que los trató como material de negocios y un delator.
-Él nunca estuvo, que yo sepa, metido en Carrizal Bajo -me dijo Teillier cuando le pregunté si sabía algo de la participación de Mariano en el episodio.
Mariano me había dicho que, si bien nunca había conversado de este evento con Teillier, suponía que algo debía saber, pues conocía a sus amigos, Julio Solís, Óscar Riquelme y Luis Moya, gente del aparato militar.
-Sí participó -le expliqué-. De hecho, cayó preso por Carrizal. ¿Sabe quién era el nochero de Nadir? Julio Solís, Enrique, integrante del aparato de logística cuando usted era el jefe militar.
Como jefe total de Carrizal Bajo, Teillier conocía a Julio Solís, claro, era parte de la logística militar del partido. Pero, al parecer -se veía genuinamente desconcertado-, no tenía idea qué podía tener que ver Mariano con el evento, reconocido por la propia colectividad como una de las acciones más heroicas en dictadura.
-Mariano firmó la promesa de compraventa de la parcela calle Los Granados -le expliqué-. A petición de Julio Solís. Cuando cayó Carrizal Bajo, la encontraron llena de armas. Mariano no confesó y ayudó a sacar a Solís del país. En las tiendas Nadir, además, funcionaba una parte de la logística militar del partido.
Teillier se quedó pensando un instante, medio golpeado. De verdad no le sonaban ni Mariano ni Nadir en la resistencia.
-No lo sabía -me dijo finalmente-. No tenía idea. De haberlo sabido, a lo mejor hubiera trabajado distinto con él.