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Nadia Comaneci, la icónica gimnasta rumana que alcanzó la perfección con un 10 perfecto en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976, sigue siendo recordada como una leyenda de la Gimnasia Artística. A sus 14 años, sorprendió al mundo con su hazaña sin precedentes en la disciplina, marcando un hito imposible de igualar hasta la fecha. A pesar de enfrentar un régimen de entrenamiento brutal y condiciones inhumanas, logró destacarse en el deporte, convirtiéndose en un ícono mundial. Escapando de Rumania en 1989, encontró libertad en Estados Unidos, donde continúa siendo una figura destacada en el mundo deportivo, participando en transmisiones de los Juegos Olímpicos y siendo reconocida como miembro de la Academia de los premios Laureus. Su legado perdura como un ejemplo de excelencia y superación, destacando que incluso la excepcional Simone Biles no ha logrado igualar su hazaña histórica.
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Cada vez que llegan los Juegos Olímpicos es imposible dejar pasar la historia de una grande de la Gimnasia Artística, la rumana Nadia Comaneci, quien logró el perfecto 10 en su rutina, la puntuación más alta de la disciplina que hasta ese momento nadie había logrado.
Tenía sólo 14 años cuando en los Juegos Olímpicos de Montréal de 1976 sorprendió a todo el mundo y como más de una vez declaró, hasta ella se sorprendió de su hazaña.
“No había ninguna expectativa. Sabía que era buena en lo que hacía, pero no sabía que lo era tanto en comparación con las demás”, señaló a Olympics.
A dos años de que se cumplan 50 años de la hazaña de la rumana, recordamos cómo cambió la gimnasia desde aquellos días en Montréal, pero también ella se transformó en un ícono que, en este momento, brilla en su fiesta, la de los Juegos Olímpicos.
Nadia Comaneci: el 10 perfecto de la gimnasia artística
La misma rutina, las mismas reglas, todas las gimnastas debían seguir exactamente el mismo estándar el año que Nadia Comaneci se presentó con 14 años al evento deportivo más importante del mundo.
Sin embargo, su talento, se elevó a la perfección, literalmente, consiguiendo con una rutina de 1 minuto y 20 segundos la perfección, algo que nunca había logrado un gimnasta en eventos de esta característica, lo que la convirtió en la estrella de Montréal.
“Me interesaba más no cometer errores porque los Juegos Olímpicos son cada cuatro años, solo tratar de concentrarme en lo que tengo que lograr en ese minuto y 20 segundos. Eso era lo único que tenía en la cabeza”, señaló la gimnasta.
Lo que da cuenta de la disciplina que mantenía en esos años, no cometer errores, era el objetivo, la consecuencia, una medalla de oro y el reconocimiento mundial que la persigue hasta hoy.
Sin embargo, alguna vez cometió errores, claro que aprovechó la oportunidad y se ese error inventó un salto que lleva su nombre, “Comaneci”, un elemento tan complejo que lleva la calificación “E” en el Código de Puntuación de la gimnasia artística.
Mientras intentaba un straddled flip, cometió un error que le dio una idea a su entrenador: “Dijo: ‘Eso es muy interesante’. ¿Crees que puedes hacer eso en la barra alta y subirla?’”.
“Pensé, ‘No, porque me voy a golpear los talones’. Entonces, envolvimos mis talones con espuma, porque los estaba golpeando todo el tiempo hasta que descubrí cuál es la buena técnica para evitar golpearlos todo el tiempo”, recuerda la cinco veces campeona olímpica.
Sin embargo, llegar ahí no estuvo exentó de mucho trabajo, pero también un régimen que, en algún momento, pasó la cuenta.
La barbarie que vivió para lograr el éxito
Antes de llegar a ser campeona olímpica, la gimnasta se sometió a un brutal entrenamiento por parte de Béla Károlyi, su entrenador.
Nadia Comaneci, llegó con solo 6 años a la zona de Onesti, una localidad minera de la zona este de Rumania, donde Béla Károlyi y su esposa Martha tenían una escuela de gimnasia para niñas.
Aquí comenzó su carrera en la que se sometió a castigos inhumanos por los errores que cometía, como el maltrato físico y verbal, además de un estricto régimen de alimentación y en sencillas palabras, el terror y la brutalidad que puede tener un entrenamiento físico.
“Matar de hambre a las gimnastas era una práctica habitual de los Károlyi” o “Las niñas reciben golpes tan fuertes que suelen sufrir hemorragias nasales”, son algunas de las frases que revelaron los reportes que mostraron las prácticas que llevaba a cabo la pareja, consignó Clarín.
La barbarie salió a la luz cuando estalló el escándalo de Larry Nassar, el médico de la el médico de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos, que abusó de decenas de gimnastas, incluidas algunas medallistas olímpicas. Béla Károlyi y Martha trabajaban con él.
El libro “Nadia y la Securitate”, del historiador y politólogo Stejarel Olaru, contó parte del sufrimiento de la gimnasta.
“Las niñas comían pasta de dientes a la noche, antes de acostarse, debido al hambre que tenían. Algunas incluso hablaban en secreto de tomar agua del tanque del inodoro porque muchas veces no les permitían beber agua”, señaló en un pasaje de su obra.
Hubo gimnastas expertas en robar comida, que escondían para poder alimentarse, aunque eso les pasara la cuenta, como a Nadia Comaneci que en 1977 contó que la abofetearon e insultaron por engordar 300 gramos.
Escapar de Rumania
Para lograr llegar al 1.00 perfecto, Nadia Comaneci vivió maltratos que se mantuvieron hasta el día que se retiró de la competencia en 1984.
Sin embargo, su sufrimiento no terminaría ahí. Tras ser nombrada Heroína del Trabajo Socialista, al igual que los Károlyi, vivió la vigilancia del gobierno de cerca y no podía viajar al extranjero sin supervisión gubernamental.
Eso hasta que en 1989 logró cruzar la frontera de Rumania con Hungría ilegalmente y escapó a Estados Unidos, donde solicitó asilo político, consignó El Mundo.
Un camino que también siguieron los entrenadores Béla y Martha Károlyi, quienes se convirtieron en entrenadores de la Federación Estadounidense de Gimnasia.
Aquí se dedicaron a fabricar campeonas como la mismísima Simone Biles. Icónica es la imagen de Béla cargando a Kerry Strug, quien pese a tener una lesión y saltar en sólo un pie, logró conseguir la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Un ejemplo de que a ellos, sólo les importaban las medallas.
Tras esa medalla, Kerry nunca pudo volver a competir porque le costó mucho más de lo que todos imaginaban y finalmente se retiró del deporte, señaló Olympics.
Nadia Comaneci a sus 62 años
Arrancando de la Rumania Comunista y ya en Estados Unidos, trabajó en la gimnasia y se casó en 1996 con otro gimnasta olímpico, el estadounidense Bart Conner, con quien creo su propia escuela y tuvo un hijo, Dylan.
Alejada de su natal Rumania, logró conseguir una vida libre, sin la vigilancia de la Securitate rumana, que la mantenía prisionera con agentes constantemente a su alrededor.
Los Juegos Olímpicos son sin duda alguna su momento, participando en decenas de transmisiones para juegos como Beijing 2008 o Londres 2012.
Además, escribió libros de su historia y sigue siendo una de las deportistas más importantes del mundo, miembro de la Academia de los premios Laureus, algo así como los Oscar del deporte.
En Estados Unidos pudo amasar la fortuna que en su país no logró. Forbes estima que su patrimonio es de aproximadamente 10 millones de dólares.
Su imagen, una de las más reproducidas cuando de excelencia deportiva se habla, bien lo sabe París que tiene su rostro repartido en varias paredes de la ciudad.
Además, es la ganadora más joven y única persona que ha recibido dos veces, en 1984 y 2004, la Orden Olímpica, el máximo galardón otorgado por el Comité Olímpico Internacional.
El éxito de Nadia Comaneci continúa, pero pocos logran hacer lo que ella hizo en la gimnasia, llegar a la perfección. Ni siquiera la increíble Simone Biles, que pese a colgar tantas medallas en su cuello, nunca ha logrado llegar a la puntuación de la rumana.