Viernes 12 febrero de 2021 | Publicado a las 11:06
· Actualizado a las 14:33
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Se trata de María José Gómez, una joven de 28 años que fue puntaje nacional de matemática en 2010, 2018 y 2021. Aunque en un principio desechó la idea de estudiar pedagogía por presión social, ahora incursiona en la educación con buenos resultados: comenzó a hacer clases de preparación de manera independiente y dos de sus alumnas obtuvieron máximos en la misma prueba.
María José Gómez es una exalumna del Colegio Santa Cruz de Unco que en la PSU de 2010 obtuvo puntaje nacional en matemática.
Tenía en mente ser profesora, pero la presión social la llevó a desechar esa opción y a quedarse con ingeniería civil en la Pontificia Universidad Católica (UC).
Terminó la carrera, salió de la universidad y en 2018 llegó a Río Bueno, en la región de Los Ríos, donde no pudo encontrar trabajo en su profesión, por lo cual decidió retomar su pasión por la educación haciendo clases de matemática por su cuenta.
A modo de probar si todavía tenía las habilidades de antaño, Gómez se inscribió en la PSU de ese año. Et voilà, nuevamente logró el máximo en este componente.
Tras ello decidió dedicarse a la enseñanza de esa asignatura, además de física, de manera independiente, por lo cual comenzó a formar un preuniversitario online con el que dos de sus estudiantes lograron puntajes nacionales en matemática en esta Prueba de Transición (PDT) 2021.
Francisca J., dijo a BioBioChile que conoció a Gómez buscando a alguien que la ayudará con la prueba de ciencias, ya que también enseña física, “y luego me comentó que hacía clases de matemáticas y que iba a hacer un ‘curso’ de ensayos”.
“Sus clases se basaron en la resolución de los ensayos que nos enviaba, así que nos enseñaba a resolver los ejercicios con varias formas y trucos más que pasarnos materia”, recordó.
Ahora Francisca, que estudió y vive en Santiago, quiere postular a medicina, ya sea en la Universidad de Chile o en la Universidad Diego Portales.
Por su parte, Camila Pérez, del Colegio Corazón de María en San Miguel, comentó a BioBioChile que conoció a María José “a través de Instagram, ya que con todo esto de la pandemia me interesé mucho en tomar cursos online para complementar el preuniversitario al que estaba yendo”.
“Me apareció un anuncio del curso que estaba impartiendo y me llamó mucho la atención principalmente por tres motivos: ella era puntaje nacional, lo que inspira mucha confianza, el programa era súper personalizado y era, si no me equivoco, el único que había visto de ese tipo. Por último el precio era muy asequible”, añadió.
“Sus clases me ayudaron enormemente a sacar 850 puntos, ya que hace aproximadamente cuatro meses veníamos haciendo ensayos todas las semanas en el curso, resolvía nuestras dudas de una forma súper eficiente y rápida. Esa es sin duda la clave para rendir una buena prueba, la práctica constante y retroalimentar las preguntas en que uno se equivoca”, aseguró.
Al igual que sus alumnos, Goméz también se inscribió en este proceso de admisión y, por tercera vez, obtuvo 850 puntos en el test.
“Di la nueva prueba para conocerla, mantenerme actualizada y validar mis conocimientos sobre ella. Rendir la PDT me permite estar más cerca de mis alumnos, me hace posible revivir un poco lo que se siente estar en sus zapatos, y esa empatía me ayuda a congeniar mejor con ellos”, dijo Gómez a BioBioChile.
Según relató, su fascinación con la matemática partió en la enseñanza media, donde aparte de descubrir que le gustaba, estableció que disfrutaba de enseñarla y de ayudar a compañeros.
“Cuando di la prueba por primera vez (PSU en ese entonces) me fui a ingeniería, pero estaba entre pedagogía e ingeniería… porque me encantaba la matemática, aunque también me gustaba mucho enseñar”, recordó.
“Al final la presión social me llevó a ingeniería. Me decían ‘¿con estos puntajes vas a estudiar pedagogía?’ lo que está mal, ya que los profesores deben ser los más capacitados para poder entregar la mejor educación”, señaló.
“Terminé ingeniería, aunque nunca me enamoré realmente de la carrera”, admitió.
Esto es no es extraño que ocurra en Chile. En 2017, Franco Hontavilla, también un alumno de ingeniería pero de la Universidad de Chile, hizo noticia al sacar un segundo puntaje nacional en matemática.
Con 17 años logró su primer máximo y, aunque siempre quiso ser profesor, finalmente desechó la educación como carrera.
No obstante, ese año confirmó a nuestro medio que iniciaría sus estudios de pedagogía en matemática en la UC para “conjugar conocimientos” y a futuro poder optar a desempeñarse en un lugar donde su trabajo pueda influir en la toma de decisiones.
Diferencias
Con tres puntajes nacionales a cuestas, y consultada acerca de las mayores diferencias que encontró entre el instrumento antiguo y el nuevo, Gómez indicó que, a su juicio, la PDT de matemática consideró mucho menos contenido.
“Además, encontré que habían preguntas muy fáciles, directas. Esas pocas que habían ayudaron a que no hubiesen puntajes tan bajos”, afirmó.
Aunque, por otro lado, también advirtió que se incorporaron al menos tres preguntas de mucha complejidad. “Me imagino que las usaron a propósito para que los puntajes nacionales no se dispararan”, concluyó.
En el debate educacional que partió en 2006 y que se profundizó en las protestas de 2011, la forma de acceso a las universidades chilenas estuvo bajo la mira de los estudiantes.
En concreto, hasta hoy se critica que la manera de entrar a la educación superior pase simplemente por la rendición de una prueba estandarizada.
No obstante, en el sistema educativo imperante, alcanzar un buen puntaje en la prueba sigue siendo el interés de muchos.
Según Gómez, hay ciertas claves que le ayudaron a ser triple puntaje nacional y compartió algunos consejos para quienes estén interesados en ello.
“Lo primero, que es básico, es tener el contenido. No vamos a sacar un máximo o un gran puntaje si no dominamos la matemática o los números de la prueba”, partió.
“Lo otro: estudiar. Ya sea de manera independiente, con el colegio, preuniversitario, de Youtube. Lo que sea, pero estudiar”, complementó.
Sin embargo, reconoció que alguien que maneje muchos contenidos puede de igual forma recibir un resultado menor a lo esperado.
“¿Qué le agregaría yo a todo lo anterior? Constancia. Si voy a estudiar matemática, me voy a poner un horario y todas las semanas voy a hacer algo”, agregó.
“Además, la disciplina es clave. Ser disciplinado para mantener esa constancia es la base. Otra cosa importante es visualizar qué queremos, dónde queremos llegar y qué hay que hacer para alcanzar la meta”, aseveró.
“Si yo quiero sacar 850 puntos tengo que trabajar mucho más duro. En mi caso, las tres veces me vi sacando puntaje nacional porque dije ‘esta prueba no me la va a ganar, sé todo el contenido, no me puede pillar"”, expandió.
Clase alta versus baja
No hay que ser experto en educación ni sociología para saber que matemática causa dolores de cabeza en parte importante de la población.
Según Gómez, eso pasa por problemas netamente asociados a la clase social a la que una persona pertenezca.
“Yo no conozco a nadie, a nadie, que no le guste la matemática y la entienda. Por otro lado, toda la gente que dice que le gusta, la entiende. Es así. Ese es el problema, cómo hacer para que las personas puedan entenderla”, sostuvo.
“Creo que es en los primeros años cuando se da esa diferencia entre los niños que entienden altiro y los que no. Y por falencias en el sistema educacional el profesor generalmente avanza con los primeros y los otros se quedan atrás. A medida que pasan los años esa brecha se agranda”, explicó.
“El problema está en la enseñanza básica. Allí hay que tener una muy buena matemática, porque si están claros los conceptos mínimos es difícil que a un niño le vaya mal”, aseguró.
A su juicio, la forma inicial de enfrentar la matemática en niños de clase alta, media o baja no es diferente. En todas se registran problemas a la hora de comenzar a interactuar con la asignatura, “pero alguien de contexto acomodado puede pagar clases para que sus niños estén a la altura del resto. En sectores más desafortunados no ocurre esto”, acusó.
Gómez fue testigo de esto en carne propia. Dentro de los trabajos que ha tenido en Río Bueno, en una oportunidad hizo clases de PSU matemática en una escuela rural y en un liceo del sector como profesional externa.
“Allí me di cuenta de la diferencia abismal del sistema educacional: encontré niños de cuarto medio que no sabían sumar fracciones. Cosas de sexto básico que no estaban. Fue muy difícil, tuve que enseñar lo básico, porque no podía hacer más”, lamentó.
Esa experiencia la motivó a querer sortear becas en su emprendimiento y permitir que alguien que no pueda pagar por clases de matemática las obtenga bajo su tutela.