Yorley Zenair Martínez Rangel (46) perdió a una hija, tres nietos, dos hermanas y cinco sobrinos en cuestión de minutos. Un repentino y voraz incendio cobró la vida de sus familiares que desde hace poco se asentaban en Chile. Llegaron desde Venezuela a Coronel. Trayecto de más de 7 mil kilómetros que culminó en el campamento Los Pirquenes.
El clan emigró en busca de un mejor futuro. Algunos habían llegado hace dos meses. Otros, en cambio, hace poco más de una semana. ¿Su origen? Rubio, una pequeña ciudad fronteriza del estado venezolano de Táchira, ubicada a una hora en auto de Cúcuta, en Colombia, cuyo cruce suele ser la principal vía de escape que ocupa la diáspora del país caribeño.
La tragedia de este lunes dejó 14 fallecidos y enluta a una comuna que, como otras 175 del país, evidencia múltiples asentamientos, según revela un informe de Techo dado a conocer este año. Allí el riesgo de accidentes fatales es pan de cada día.
La situación, además, develó la problemática que acarrean los arriendos de inmuebles al interior de las tomas. Muchas veces —incluso— sin el conocimiento de los dirigentes que llevan su propio catastro poblacional. Tal es el caso de las 14 víctimas, que no figuraban en los números del presidente del campamento, Julio Araya Veloso.
—Yo no conocía a esta gente (…) No están en los registros internos de nosotros, ni tampoco yo tenía idea que esa familia existía —asegura hoy el portavoz.
Familia tras familia
Lisandro Gutiérrez, sobrino de Yorley y de dos de las víctimas, cuenta a BBCL Investiga que las tres familias vivían juntas, pero no desde hace mucho. De hecho, era una acogida momentánea. No permanente.
Los primeros en llegar fueron su tía Darcy Martínez (32) con su pareja Wilmer Vivas (42). Arribaron a mediados de septiembre junto a sus cuatro hijos: Beycker Barrera (13), Nahomy Barrera (11), Wildymar Vivas (9) y Sofía Vivas (7).
Gracias a un arriendo que “arregló” previamente Lisandro, con unos compatriotas que decidieron irse de Chile, la familia se asentó en el Cerro Obligado. Darcy consiguió trabajo en una mueblería y Wilmer en construcción.
Al poco andar llegaron a la zona nuevos familiares. A inicios de octubre arribó Yorley Martínez junto a su pareja e hijos. Encontró alojamiento también en Coronel, pero fuera del campamento. Días más tarde concretaron su llegada otros dos grupos familiares.
Darcy y su pareja acordaron recibir a estos últimos hasta que encontraran empleo y un lugar donde vivir. Así se sumaron otras nueve personas en el hogar: Mildred Martínez (37) y su pareja, Rafael Soto (38), junto a su hija Aranza Soto (7); también Katherine Pérez Martínez (29 años, hija de Yorley) acompañada de su pareja Yeferson Márquez (25) y sus tres hijos: Yusmeily Villamizar Pérez (9), Jehandry Rincón Pérez (6) y Brihana Rincón Pérez (4).
La particular forma en que obtuvieron la vivienda devela una realidad oculta, pero ampliamente conocida entre quienes habitan en campamentos. Conocedores de la interna de la toma confirmaron a este medio que —pese a estar prohibido por los dirigentes— son varios quienes hacen negocio con los terrenos que, en el papel, pertenecen a Enel. Ya sea mediante “arriendo” o “venta”.
Por ejemplo, una residente venezolana del lugar confesó a BBCL Investiga que hace algunos meses pagó $2 millones para adquirir un sitio con casa incluida.
Para muchos migrantes es la única opción. Para estas tres familias, aquella alternativa los encaminó a una tragedia.
Todos ellos —salvo Yorley, que vivía junto a su núcleo familiar en un lugar distinto— terminaron muertos.
Desde el carbón a la zona del carbón
En Rubio, Katherine se desempeñaba como dueña de casa, mientras que Mildred impartía clases en una escuela básica. Erasmo y Yeferson, en tanto, trabajaban en las minas de carbón colombianas, a 40 minutos de su casa en Venezuela.
No obstante, por las malas condiciones de vida decidieron empezar de nuevo y migrar a Chile. Sabían cómo funcionaba. Sus familiares los estaban esperando, quienes ya se habían asentado en Coronel, también reconocida en Chile como zona del carbón.
Así las cosas, los dos grupos familiares llegaron al campamento a finales de octubre de este año. Diez días antes del incendio.
—Desde el norte en bus hasta acá —explica Lisandro.
La jornada siguiente al incendio, los ocho menores iban a cumplir recién una semana de matriculados en la Escuela Javiera Carrera.
Un calor inmenso
Una hora antes del incendio, algunos de los niños habían ido a comprar al negocio de la toma. 30 minutos antes de la emergencia, Darcy y Wilmer llegaron a casa, tras culminar su jornada laboral. Lisandro los fue a dejar y se fue.
En el campamento Los Pirquenes, nadie se explica qué pasó después.
La casa de los migrantes se ubicaba al medio de otras dos construcciones de material ligero. Estaba construida con lata y pallets. Tenía una puerta y dos ventanas principales, ambas con protección por dentro y fuera.
Cerca de las 19:00 horas, los vecinos empezaron a ver las llamas. Tomaron una manguera, pero el agua que salía poco y nada ayudaba. La presión era mínima.
—Un vecino escuchó los llantos de los niños donde pedían auxilio. Otra vecina igual dijo que escuchaban los llantos y quisieron meterse, pero no pudieron —rememora el presidente del campamento.
Al momento de la emergencia un vehículo obstaculizaba el camino, por lo que entre varios vecinos lo volcaron. Con baldes comenzaron a lanzar agua a la construcción.
—Empezó a llover, nos bañamos en agua y quisimos meternos, romper aquí, romper acá y no podíamos, porque el calor era inmenso. Estaba forrado con lata y la tocabas y te quemaba —cuenta Julio.
Al comienzo, recuerdan residentes, llegó mucha gente. La multitud, incrédula, estuvo observando el incendio e incluso, entre risas, grabaron la situación. No pensaban que de verdad había personas adentro de la casa.
Quince minutos después llegaron los bomberos. Con el avance del fuego, una pared cayó y recién ahí el equipo logró avanzar. En ese momento supieron que había víctimas fatales.
De momento, se cree que el incendio se originó por el recalentamiento de una estufa (mal)ubicada en la entrada del hogar.
“Siga su camino”
La tragedia afectó profundamente a la comunidad. En gran parte porque ellos mismos lidiaron con la emergencia por varios minutos. Las secuelas psicológicas que describen van desde estar en estado de shock, hasta no poder dormir, por lo que vieron y escucharon.
Es más, ante la exposición que trajo la tragedia al asentamiento, los vecinos decidieron “cerrar” con escombros el paso al sitio del suceso.
“Si no viene con un escobillón, una pala o agua, siga su camino”, reza un lienzo de papel kraft dispuesto encima de los restos del inmueble.
Hoy en día, Lisandro, Yorley y otros siete familiares que también viven en Coronel, esperan los resultados de los exámenes del Servicio Médico Legal. Con ello, pretenden repatriar a sus seres queridos de vuelta a Venezuela, compromiso del que se hizo parte el embajador del país, Arévalo Méndez.
Para inicios de 2023, según datos del Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu), el campamento Los Pirquenes estaba compuesto por 286 familias. Sus viviendas se distribuyen a lo largo de 15 hectáreas, a tan sólo 300 metros del mall de Coronel.
—Nuestra problemática como campamento, en lo medular, es el tema eléctrico, el peligro inminente de nosotros. Tenemos energía directa, donde nos podemos quemar vivos con nuestras familias —afirma su representante.
Sin embargo, no es el primer incendio que ha afectado a la toma. Desde su formación, en 2021, reportan cinco. De hecho, hace dos semanas, cuenta el vocero, otro siniestro afectó a una familia no catastrada. Aunque el desenlace, afortunadamente, no fue fatal.
—Yo le decía a la ministra (de Desarrollo Social, Javiera Toro): “Oiga, hubieron cinco incendios antes” y nunca estuvo nadie. El tema es que ahora fue muy fuerte porque hubieron catorce personas (sic) —lamenta Araya.
La reciente tragedia retrata una situación que va más allá de la toma Los Pirquenes y de Coronel. Según el último Catastro Nacional de Campamentos de Techo, en Chile existen 1.290 campamentos a lo largo del país, en los que residen casi 114 mil familias. Y el 34,74% de estas son inmigrantes.
Enel v/s el alcalde
A raíz de la emergencia, otra situación tomó notoriedad pública: el terreno en el que se ubica la toma en cuestión, es protagonista de una pugna en tribunales. En particular, mediante acciones judiciales presentadas por sus dueños, Enel Generación Chile.
La disputa legal inició en marzo de 2021, casi dos meses después de que se iniciara la re—toma del mismo paño que anteriormente la eléctrica había erradicado.
En rigor, la generadora presentó una querella criminal en contra de varios de los dirigentes y voceros del campamento. En ese listado asoma el propio Julio Araya Veloso, presidente de la toma y sindicado por la compañía como principal precursor de la ocupación.
En el escrito, ingresado ante el Juzgado de Garantía de Coronel, la empresa manifiesta que, pasadas las 22:00 horas del 13 de enero de 2021, Araya Veloso y otras 40 personas llegaron hasta el territorio para iniciar su instalación ilegal en el predio.
A ello se suma otra querella ingresada esa misma semana, donde la multinacional apunta sus dardos contra la Municipalidad de Coronel, por presuntamente promover la toma del terreno. En específico, dirigieron la acción penal hacia Boris Chamorro Rebolledo, alcalde de la comuna, y Lorena Salgado Jaramillo, funcionaria encargada de los campamentos y comités de allegados.
Enel advirtió al tribunal que era necesario que se investigara el rol que jugó la casa edilicia, solicitando que los antecedentes fueran enviados al Ministerio Público. Y así ocurrió.
Tras tomar conocimiento de las querellas, el ente persecutor decidió agrupar ambas en una misma causa, aunque el proceso no registra movimientos desde 2021 en la Oficina Judicial Virtual, la plataforma web del Poder Judicial destinada a consignar acciones efectuados por las partes en indagatorias de distinto tipo.
Por lo pronto, en el sitio de la tragedia no se volverá a levantar una vivienda. Los habitantes de la toma y familiares pretenden erigir allí un memorial para recordar a las 14 víctimas de uno de los incendios domiciliarios más catastróficos del último tiempo.