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Alfonso Rivas desapareció el 11 de septiembre de 2022, luego de subirse a un vehículo con dos hombres. Antes de que se le perdiera rastro llamó al 133. La llamada se conectó a la Central de Comunicaciones de Carabineros pero ni él ni nadie habló. 15 días después lo encontraron flotando con un ojo morado en el río Calle Calle de Valdivia. ¿Los únicos sospechosos hasta ahora? Los dos ocupantes del automóvil que lo contactaron vía Grindr. Una aplicación que utilizaban para sexo casual y consumo de drogas.
A las 8:30 de la mañana el teléfono de Sonia Villarroel sonó. Al otro lado de la línea le avisaban que encontraron a un joven muerto en el río Calle Calle de Valdivia, a la altura del Hotel Diego de Almagro. Era lunes 26 de septiembre de 2022.
Le explicaron que quizás se trataba de su hijo pero todavía no era algo seguro. Aunque las características coincidían y hallaron su billetera en el bolsillo de su pantalón, lo mejor era que mantuviera la calma hasta tener información certera.
Desde su fundo en Los Lagos, a poco más de una hora de Valdivia, Sonia no hizo ni caso. Esa mañana se cumplían 15 días desde que no tenía noticias de su hijo y escuchar decir que “todo apuntaba a que fuera él” la alteró. Mucho más cuando vecinos le empezaron a dar sus condolencias antes de tiempo. Así que prefirió no esperar.
Iba con sus hijas mayores por la Ruta T-35 pasando por Antilhue, a 39 minutos de pisar suelo valdiviano cuando cayó el segundo llamado. Esta vez la información era más rigurosa. El cuerpo que reposaba en el Servicio Médico Legal era Alfonso Rivas Villarroel, su hijo de 18 años. Y los sospechosos: dos hombres ocultos en Grindr con antecedentes penales.
Planes de vida
A Alfonso le decían el gitano. Tenía una vida nómada que lo hacía saltar de casa en casa y repartirse entre sus seis hermanos y su madre, la mayoría esparcidos por la región de Los Ríos. No era una cuestión de obligación, al menos su familia recuerda que siempre fue así: carismático, sociable y bien querendón. Era de esos que les gustaba bailar y cantar porque sí.
Por eso también decidió irse a Valdivia. Le quedaba cerca del fundo de su mamá en Los Lagos y sumaba un punto extra que medicina, la carrera de sus sueños, se impartiera ahí. Igual terminó ajustando su plan de vida e ingresó en 2022 a Tecnología Médica en la Universidad Austral (UACh).
—Tenía que empezar en algo relacionado con medicina para después seguir —precisa su hermana, Nora Cárcamo.
El cambio era un desafío. Alfonso no estaba acostumbrado a las ciudades con más de 150 mil habitantes porque su infancia estuvo rodeada de campo y zonas rurales. Pero la situación lo emocionaba. Buscar pensión, empezar una carrera universitaria, nuevas amistades. Era un sentimiento palpitante. Él mismo se buscó la casona de estudiantes donde vivió los primeros meses, hasta julio.
La plata se la daban sus hermanos mayores y su madre. La necesitaba, sobre todo porque ese primer semestre no trabajó y tenía que comprarse materiales y unas pastillas que tomaba para un tratamiento psiquiátrico.
—(Eran) para que él pudiera dormir en la noche. Porque no descansaba mucho, como estudiaba… —detalla su hermana.
Fue por un suceso que ocurrió meses antes. La psicóloga de la UACh lo derivó al Hospital Base de Valdivia donde le recetaron un tratamiento de ocho sesiones que incluía antidepresivos. Había tenido un intento de suicidio y su rendimiento académico era deficiente. Recién empezaba su primer semestre.
Un baile y una hamburguesa
En paralelo, Alfonso experimentó varios cambios en agosto de ese año. Dejó la casona para vivir con su madrina y su primo en Avenida Pedro Aguirre Cerda. También encontró trabajo como copero en Bimba, un club nocturno LGBTIQA+ instalado a dos cuadras del río Calle Calle.
—Amigos que él tenía le consiguieron ese trabajo. Gente de la misma universidad —dice su otra hermana, Consuelo Cárcamo. Lo dice ahora, porque en ese momento nadie de su familia se enteró que estaba cubriendo un reemplazo por nueve días y salía de madrugada.
Alfonso siguió hasta septiembre. Ese mes lo llamaron cinco veces desde el club y ganó $19 mil pesos por día. La última vez que lo citaron fue el 11 de septiembre de 2022. Estrictamente, esa noche no le tocaba trabajar. Lo llamaron porque la chica del turno no se presentó y accedió ir a cubrirla.
Esa madrugada terminó a las 04:45. Hasta bailó unos minutos antes. Cuando salió del club iba vestido con una chaqueta azul, jeans del mismo color y zapatillas blancas. Caminó por calle Independencia y dobló por Libertad. Para entonces ya eran las cinco de la madrugada. Iba solo, de su espalda colgaba una mochila. Una de las últimas cámaras que lo captó fue mientras hacía fila en un McDonald’s de la cuadra siguiente.
A las 05:01 su amigo David (23) lo llamó. En la Bimba ya habían intercambiado un par de palabras. Cuando le contestó, le contó que había perdido su licencia de conducir y le preguntó a Alfonso si seguía en el local para que la buscara. Le respondió que no, que iba camino para la casa. Al día siguiente le escribió para contarle que la encontró y ahí terminó el tema. Al menos para David. De lo que no se percató hasta que la policía lo interrogó fue que ese mensaje nunca le llegó. Que aparecía como no recibido. Tampoco que para entonces ya estaba desaparecido. Que después de comerse una promoción de $5.750 pidió un uber que canceló y se le descontaron igual. Que luego habló por Grindr y terminó subiéndose a un vehículo con dos —o tres— hombres. Los mismos con los que chateó minutos antes por la aplicación.
De ese transcurso, lo único seguro es que Alfonso llamó al 133 de Carabineros al interior del auto. Una llamada que duró ocho segundos pero que no emitió sonido. Un ruido de interferencia, tal vez.
15 días después apareció muerto y con un ojo morado en el río Calle Calle.
Disparates
La familia todavía se siente vulnerada. Cuando llegaron al Servicio Médico Legal para reconocer el cuerpo no los dejaron. Hicieron las muestras de ADN y les explicaron que por el estado en el que estaba era preferible que se quedaran con el recuerdo de él vivo. Con el Alfonso de tez blanca, ojos verdes y pelo claro. Su madre no accedió. Prácticamente rogó por verlo, por despedirse y corroborar que era su hijo. Después de tanta súplica sólo le permitieron mirar medio rostro. Y eso.
—Nos entregaron la urna sellada —lamenta Sonia, su madre —por ley sí tenían que habernos dejado reconocer el cuerpo.
—¿Duda que sea él?
—Yo sí dudo. Porque cuando vi las fotos para mí no era mi hijo. Yo no lo reconocía. Mi hija me dice “mamá, sí es Alfoncito”.
La identidad lograron establecerla por examen de ADN comparativo. Aunque no les dejaron mirar, les enviaron 16 fotografías de él, en el mismo estado en que lo encontraron. Un sinsentido que no cayó bien en la familia.
A eso sumaban que cuando Alfonso desapareció, su madrina les avisó el 15 de septiembre, cuatro días después de que no lo viera llegar a la casa. Se justificó diciendo que había estado fuera algunas noches antes, pero nunca cuatro días seguidos. Y ni siquiera fue ella la que contactó a la familia, fue el primo.
Además, las cámaras municipales no estaban grabando y Carabineros parecía presumir de la teoría del suicidio después de realizar entrevistas a amistades. A Pablo Santana (19) por ejemplo, quien les reveló que su amigo estaba con un tratamiento psiquiátrico y “lo había escuchado hace aproximadamente un mes manifestar que tenía intenciones de lanzarse del puente”. O la de Antonia Barría, su colega del club, quien declaró que “tenía deseos de morir constantemente”.
—Se cometieron muchas irregularidades dentro de todo. Como familia sentimos que nos pasaron a llevar. No respetaron nuestras decisiones. Bueno, desde el principio nosotros andábamos dando bote en Valdivia y caminando a la buena de Dios porque no teníamos apoyo de nadie, de nadie —reprocha Nora.
Para rematar, la autopsia concluía que la causa de muerte fue asfixia por inmersión. Y agregaban otro resultado dentro del mismo documento que su familia identificó al momento de recibir las fotos: un moretón en su ojo izquierdo visiblemente notorio, del que no pudieron descartar ni asegurar si fue producto de terceras personas.
El auto involucrado
Por eso es que en ese momento la tesis de que lo mataron se sostenía de un hilo. Más aún cuando la opción de que se hubiese quitado la vida parecía a todas luces lo más sensato. Entre sus entrevistas, la de Pablo Santana era la que más elevaba la idea porque también expuso que Alfonso se llevaba mal con su familia, ya que según él, tenían actitudes que lo disgustaban. Y en la primera reunión con fiscalía se lo dejaron entrever:
—No lo descartaban porque obviamente no había lesiones atribuibles a terceras personas. La autopsia no había arrojado nada. Lo único nomás era el golpe que tenía en el ojo.
El informe técnico forense de la Brigada Investigadora del Cibercrimen diluyó cualquier otra idea porque del celular que le incautaron a Alfonso no extrajeron nada. Según los expertos, el teléfono Android tenía una clave que no lograron descifrar y su software y hardware tampoco consiguieron eludir el bloqueo.
En simple, tenían las manos vacías. O semi vacías, porque lo que sí tenían claro por testimonios de amistades, sobre todo el de Santana, era que Alfonso usaba Grindr con el apodo “algoanora18”, una aplicación de citas para hombres homosexuales.
—Alfonso es una persona bisexual. También buscaba citas por la aplicación Grindr —declaró en su momento Santana, quien además era su compañero de carrera.
En la segunda y última reunión que tuvo la familia con fiscalía, en febrero de este año, esa arista tergiversó lo que tenían como hilo conductor. Ahí les revelaron que en octubre de 2022 encontraron el auto al que Alfonso se subió las últimas horas que estuvo con vida. Junto con eso, el nombre de los dueños de ese vehículo, a quienes citaron a declarar.
Ocultos en una aplicación de citas
De esa entrevista y los otros antecedentes se pudo revelar que la noche del 11, el día que desapareció, Alfonso abrió la aplicación cerca de las seis de la mañana y habló con dos personas por Grindr, justo después de salir del McDonald’s. Luego pidió un uber por una carrera de $1.100 pesos que canceló, lo que quedó registrado en sus últimos movimientos del banco junto con una transferencia de $5 mil que hizo inmediatamente después a una persona que fiscalía todavía no logra identificar.
Esos dos hombres (que este medio se abstuvo de nombrar para no entorpecer la investigación) que fueron interrogados por el fiscal Álvaro Pérez, confesaron que efectivamente recogieron esa madrugada a Alfonso, pero que lo dejaron en el puente Elvira de Valdivia y no supieron más de él.
Uno de ellos estuvo en la cárcel siete años y el otro fue acusado por pegarle a su pareja. Al mismo tiempo, uno se exculpó garantizando que tenía una polola embarazada.
—En ese vehículo iban dos personas. Y esas son las dos personas que son responsables —gatilla su hermana Nora.
Ambos tienen algo en común: usaban Grindr y hablaron esa noche con Alfonso. El primero aclaró que sólo lo tenía para sexo casual y el segundo que tenía el celular empeñado, justo con el que usaba la aplicación. Por eso, si bien los antecedentes los maneja la policía y fiscalía desde octubre de 2022, todavía no figura nadie como imputado. A la fecha ni siquiera han periciado el vehículo involucrado.
¿Sospechosos? Sí. Fuentes de este medio lo confirman y aseguran que puede haber un tercer involucrado. Pero en la práctica, la causa sigue abierta con una lentitud absurda.
—Yo sé que dentro de todo, ya el hecho de saber que a él lo mataron, yo, entre comillas, siento una paz. Yo sé que en el fondo, aunque ellos (fiscalía) saben quiénes son, y si no les pillan nunca nada, tampoco me van a devolver a mi hermano… Yo sé que la justicia aquí en Chile es mala, malísima —admite su hermana
—¿Ustedes sabían que Alfonso usaba esa aplicación?
—Cuando estaba con nosotros no tenía esa aplicación —asegura su madre.
En febrero del 2022, un mes después de cumplir 18 años, Alfonso llamó a Nora para que fuera hasta su habitación.
—Él me contó que era… Que él tenía sus preferencias. Que le gustaban los hombres, pero también le gustaban las mujeres. Pero le atraían más los hombres que a las mujeres.
La Fiscalía de Valdivia declinó referirse a esta investigación por ser una causa abierta. Lo mismo ocurrió con la Brigada de Homicidios.