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El repaso de la vida de Fabiola Vargas de sus últimos meses muestra un claro deterioro. Excesos, violencia y enfermedades que terminaron en un angustioso final. Cada vez que intentó salir terminó arrastrada al mismo punto de partida. Su último grito de ayuda fue 11 días antes de su muerte. Nadie la apoyó. Ahora, la fiscalía carga la culpa a su entonces pareja, el reconocido psiquiatra del SML, Ricardo Yévenes.
Ricardo Yévenes se despertó cerca de las 6:00 de la mañana y se sentó en su cama. Vio que su pareja, Fabiola Vargas, respiraba jadeante, que estaba perdiendo la consciencia y que su ojo izquierdo estaba más inflamado que antes. Llamó a una ambulancia y dijo que cuatro horas atrás su mujer se había caído en el baño.
Era la cuarta llamada de la noche y en todas explicó lo mismo: que él no le había hecho nada. Aunque en las primeras dos sólo recibió una respuesta negativa, en su tercer intento llegó la presencia policial. No era la primera vez que Carabineros aparecía. No era la primera vez que él los llamaba.
Les explicó que entre el consumo de alcohol y pastillas, su pareja resbaló y se pegó en la mejilla. Lo comprobaron en privado. Vieron el golpe en el rostro y preguntaron si era cierto o se trataba de un nuevo caso de violencia intrafamiliar. Ricardo esperaba afuera de la habitación, en pijama, impaciente, sin dormir. Fabiola respondió que no, que estaba borracha y tropezó. Los dos carabineros insistieron y la respuesta fue la misma. Pidió que la dejaran descansar y lo hicieron, se despidieron mientras ella estaba recostada en la cama tapada con una frazada. Todos volvieron a dormir, o lo intentaron.
La siguiente vez que la policía la vio fue cuando estaba a punto de morir. Era 21 de diciembre de 2021 y estaba en coma. Su cuerpo rebosaba de hematomas. Ricardo ni se asomó. Pensaba que tendría represalias si lo hacía. Fue a trabajar y al terminar se fue al Restaurante Waikiki en la playa Chinchorro para beber tres pisco sour. Explicó a la policía:
—Era por la angustia que sentía por lo que había pasado y por lo que me iba a pasar a mí.
Y le pasó. En menos de 72 horas estaba detenido. La fiscalía recibió el testimonio de los dos médicos que la atendieron en urgencia alertando que el relato de Ricardo no era coherente con los golpes que tenía Fabiola: el informe de lesiones demostraba que sus moretones tenían diferente evolución temporal. Con la recolección de declaraciones, el análisis del SML y los datos expuestos en su formalización, acusaron al psiquiatra de femicidio.
Los últimos días de Fabiola no sólo relatan episodios de violencia y de excesos, también de una mujer que -a juicio del persecutor- vivió atormentada. Lo cierto, es que si dentro de las tres primeras llamadas Fabiola hubiese llegado al hospital, hoy estaría viva.
Relación médico-paciente
Fabiola Vargas Pallauta tenía 31 años cuando llegó a la consulta particular de Ricardo con un cuadro ansioso. A la tercera sesión ya estaban saliendo y en menos de un mes pololeando. Eran los últimos días de febrero de 2019.
Para ese verano, Fabiola trabajaba como matrona en el Hospital de Arica. Él era un reconocido psiquiatra de las mismas tierras que atendía a pacientes de forma particular y en el Servicio Médico Legal. Una trayectoria impecable desde marzo de 2012 para el hombre divorciado y con tres hijos, que lo llevó a ser subdirector del SML local.
Al principio, fue él quien decidió quedarse en el departamento de los padres de Fabiola con sus suegros presentes, aun cuando ya tenía su casa en San Miguel de Azapa, a las afuera de la ciudad. Al menos así lo recordó cuando declaró en el cuartel de policía. Según él, a esas alturas su relación de paciente-doctor ya no existía.
María Eliana Pallauta no concuerda. La madre de Fabiola relató a la fiscalía que el romance inició tras el primer encuentro y que las visitas a su casa eran limitadas. Las últimas se transformaron en una especie de delivery para sacar las pertenencias de su hija. Lo que sí reconoce es que los primeros días se le veía feliz y simulaba ser una relación estable.
Terminaron por vivir juntos en la casa de Ricardo donde no eran los únicos. En el hogar también estaban sus tres hijos y su hijastro de 15 años. Este último se quedó luego de que su madre y ex esposa del psiquiatra se fuera a Perú. La convivencia no duró tanto. A excepción del hijo mayor, el resto se fue con sus abuelos. Al grupo también se le sumaba Brisa Cortés, la asesora puertas adentros conocida como “Marcela” que tenía una relación con René Lizana, quien después de ser despedido de electricista fue también albergado por Ricardo.
Dentro de la cronología que entregó Ricardo cuando accedió voluntariamente a declarar a la espera de su formalización, contó que ese 2019 descubrió secretos de Fabiola.
—A mediados de ese año supe que Fabiola era consumidora de cocaína, de esta situación tomé conocimiento un día que estábamos en su departamento y me dice que le había llegado algo. Yo quedé sospechoso y sin que se diera cuenta la acompañé, observando cómo compraba esta droga. La encaré y le pregunté si consumía drogas, a lo que después de varios intentos ella me responde que sí. Esta situación me molestó en el sentido de que no me contó de manera oportuna.
Nunca se lo prohibió e incluso admitió que dentro de los cuatro años que estuvieron juntos, él también consumió. “Máximo tres veces”, le hizo saber al fiscal.
“Comencé a responder a sus agresiones”
Al poco andar de su relación descubrió una infidelidad de Fabiola con un colega del hospital. Relató que una noche se le quedó el celular en su auto, que la llamaron y contestó él; que los nombres no coincidían y entonces le revisó sus conversaciones. No iba a ser la primera vez que le perdonaba un engaño ni la última que inspeccionaba sus cosas personales.
—Luego de estas situaciones quedé con celos y desconfianza, los que duraron hasta fines de año —sostuvo.
Según Yévenes, la matrona tenía “un carácter fuerte y era muy frontal”. También existían “circunstancias de violencia”, como las calificó él mismo. Como cuando ella intentó cortarlo con tapas de cervezas después del primer contacto físico que tuvieron o le pegó en la cara porque roncaba mucho. Prácticas que, acusa, venían de su antigua relación.
Para 2020 terminaron. Ricardo estuvo con otra persona por tres meses hasta que decidió retomarlo con Fabiola. En ese año hubo un cambio, físico sobre todo: aparecieron los primeros moretones. Al menos de los que hay registros. Ricardo explicó que su suegro la golpeaba y que incluso ella lo denunció por Facebook. ¿De denuncias formales? Nada. Lo que sí intentó dejar claro el doctor es que él no era el culpable de sus golpes.
—En un principio nunca reaccioné, pero con el pasar del tiempo comencé a responder de manera verbal a sus agresiones. Me refiero a verbal, con insultos y garabatos, pero nunca violencia física.
Aunque no existen denuncias por agresiones, el 10 de octubre de 2022 quedó registrado un parte por Carabineros por violencia intrafamiliar. Fue Ricardo quien los llamó acusando que Fabiola estaba borracha destrozando su casa. Quería que fueran hasta San Miguel de Azapa para comprobar que lo que decía era cierto.
Cuando los funcionarios se presentaron vieron que estaba ebria en una habitación. No negó lo obvio pero aclaró que el día anterior ambos discutieron y se golpearon entre los dos. Ella les mostró las lesiones del cuello y tórax. Le preguntaron si quería denunciar formalmente y se negó rotundamente. Dijo que se iría donde sus padres y que no quería ser trasladada hasta un centro asistencial. Ella trabajaba en el único hospital de la ciudad. Ricardo tampoco denunció.
La vecina de ambos declaró que ese mismo mes, Fabiola le comentó que Ricardo le decía que estaba “gorda” o “chancha”. También testificó que a veces le pegaba. Lo dijo porque un día le vio unos moretones y ella le comentó que había sido su pareja. Un día llegó a su casa llorando porque la había echado de la casa. Ella le dio 20 mil pesos. Fue a Carabineros pero al rato ya estaba de vuelta.
Era un circulo vicioso que repitió más de una vez.
“Sólo estaba allí por estabilidad”
La segunda vez que Ricardo descubrió una infidelidad fue en 2022. Se trataba de Enrique Salinas (43), taxista y peruano. Conoció a Fabiola por intermedio de Brisa, la asesora de la casa. Ambas estaban en un hotel, compraron cocaína y ella debió pagar la carrera a Salinas. Le ofreció una transferencia pero no tenía cuenta, así que volvió a la mañana siguiente para cobrar y las llevó devuelta a la casa del psiquiatra. Este último terminó pagando todo.
Tras ese primer encuentro, comenzaron intercambios de mensajes a diario, pero más allá de fotos, casi nunca se veían. El 24 de mayo le envió algunos videos donde su cara se veía morada. Le preguntó la razón y respondió que se había caído porque el perro la desestabilizó. No le creyó así que volvió a insistir, pero lo evadió.
Las veces que Enrique se acercó a la casa fue para llevarles droga a Brisa o a Fabiola. Fue en uno de esos momentos, a finales de mayo, mientras estaba estacionado cerca de la casa, que llamó a la matrona. Quien contestó su celular -otra vez- fue Ricardo.
—Me pregunta por qué yo tenía tanta conversación con su mujer. Yo le contesté que ella me llamaba para conseguirle cocaína. Me preguntó si eso era recurrente y yo le dije que sí. Ahí me dijo que me quedara tranquilo, que en ese momento él la estaba botando de la casa —declaró Enrique.
Entonces, el taxista le ofreció que se fueron juntos a un hotel.
—Ella estaba llorando y me decía que estaba harta de Ricardo, que era siempre lo mismo: él tenía celos y por eso la había botado de la casa.
Bebieron una botella de ron y consumieron cocaína.
—Ella me dijo que Ricardo era bueno y malo con ella a la vez, que él tenía su genio y que la maltrataba, que le pegaba y la insultaba (…) Ella me decía que le daba buena economía y que no lo quería, o sea sólo estaba allí por la estabilidad —recuerda el taxista de ese día.
Fue en medio de esa conversación cuando ambos recibieron una foto de Ricardo.
Licencias y recetas médicas
Los últimos días de mayo Fabiola llegó a la casa de sus padres apurada. Se llevó unos bolsos, libros y ropa.
—Yo le pregunté qué pasaba y me dijo que Ricardo le había quemado las cosas, que ya no tenía ni siquiera ropa para usar —recordó su mamá a fiscalía.
Mientras Fabiola estaba en el hotel con Enrique, el psiquiatra empezó a llamarla desesperadamente. No contestó, así que les envió una foto a cada uno. En la imagen se veía toda la ropa de Fabiola amontonada en el patio. La segunda foto era la misma ropa, pero quemándose.
Después de recibir amenazas por parte de Ricardo, de dejar a Fabiola en el mismo hotel donde la vio por primera vez, Enrique recibió un mensaje. Era de ella.
—Mediante un audio me dice que no le vuelva a hablar, que ella hará lo posible por arreglar su matrimonio y que no le respondiera ese mensaje. Yo desde entonces no la volví a buscar.
María Eliana Pallauta testificó que los problemas en la relación de su hija iniciaron un año antes de que muriera. Desde que se fue de la casa sólo la visitaron una vez para almorzar. Era incómodo y no les gustaba. A su vez, las visitas de ella eran más distantes.
—Me hablaba que tenía problemas pero no me comentaba en detalle. Siempre me decía “no te puedo decir ahora”, porque Ricardo estaba cerca y él se la llevaba.
Los últimos meses con vida Fabiola los pasó con licencia médica. Algunas eran psiquiátricas y otras por malestares físicos. Su historial registra 20 licencias rechazadas por el Compin en el año. De esas, 15 fueron emitidas por Ricardo Yévenes. No era lo único, también le prescribía recetas o le daba muestras de medicamentos como zoplicona y zolpidem (inductores del sueño).
—Las características del agresor es mantener a una persona disminuida. ¿Por qué? Porque es una persona egoísta que la necesita para él nomás. Le perdona las infidelidades pero cada vez la encierra más —explicó el fiscal Manuel González en la audiencia de formalización contra el doctor.
El abogado de Ricardo, Gonzalo Aranda Harambour, desmiente la versión de fiscalía.
—Los medicamentos recetados tienen relación con la dificultad de doña Fabiola de conciliar sueño, es decir, son para que pueda dormir bien en las noches. El resto de los medicamentos son los que cotidianamente hay en un hogar: Omeopral,
antibióticos, Loratadina. La afirmación de que el vínculo médico/paciente no terminó es falsa, de hecho Ricardo dejó de atender a doña Fabiola mucho antes de iniciar una relación formal.
Alcohol y drogas
El 9 de septiembre de 2022 Fabiola se hizo una ecotomografía abdominal. Los exámenes mostraban que su hígado había aumentado de tamaño y una alteración compatible con daño hepático grave. Las hojas firmadas por el radiólogo Alonso Insulza detallaban “alteración sugerente de áreas de necrosis grasa de pared abdominal anterior”. Tenía cirrosis hepática.
Sus análisis de sangre exponían que la protombina estaba en niveles inferiores. Si el mínimo era 70, ella estaba en 50. En otros términos, la falta de proteína le hacía tener problemas de coagulación. Su perfil hepático estaba por las nubes. Era claro que beber alcohol y consumir drogas la perjudicaba. Al menos, era claro para un profesional de la salud a ojos de la fiscalía.
—Él no hizo nada sabiendo que le tenían prohibido el consumo de alcohol. Si seguía consumiendo esto era una bomba de tiempo. Todos sabíamos dónde iba a terminar esta situación. Aislada, sin contacto con los padres, con nadie. Él me dice: “Había alcohol en la casa y cuando no había yo le decía a la nana que trajera”. Obviamente esa no es la reacción que uno considera que es la más adecuada para una persona que quiere a otra persona y que se encuentra enferma —criticó el fiscal González.
Ricardo explicó que era ella misma quien exigía tener alcohol en la casa, que para él era difícil controlarla porque trabajaba hasta las 20:00 horas y dentro de su hogar, René y Brisa también consumían. Les pedía a ellos que la vigilaran para “evitar que se juntara con gente de ese ambiente”.
En cuanto al origen de los moretones aseguró que sufría convulsiones, lo que sumado a las caídas por estar ebria generaban hematomas a lo largo de su cuerpo.
—Las caídas podían justificar algunas lesiones en las rodillas pero las lesiones están en la parte externa. No son compatibles con caídas —contradijo fiscalía.
Los últimos días con vida Fabiola ya no salía de casa. Bebía alcohol. Consumía droga. Y su cuerpo, interna y externamente agonizaba.
—Mi hija había cambiado mucho, parecía que no tenía voz, ni sombra. Ya ni conversaba —declaró su madre.
¿Pueden venir a buscarme?
El 8 de diciembre, 11 días antes de su muerte, Fabiola le envió un mensaje a a su padre, Freddy Vargas. Eran las 16:22.
“Freddy soy Fabiola. De verdad que quiero irme de acá. Yo tengo varios problemas que tú sabes, que ya no soporto más los maltratos de Ricardo y espero que me ayuden como padres esta vez”.
Sin respuesta, dos días después volvió a insistir.
“Ustedes pueden venir a buscarme por favor. ???. Papá.”
Nunca fueron por ella.
El 20 de diciembre, cerca de las 2:00 de la madrugada, Ricardo fue a despertar a Brisa. Le gritaba que fuera hasta su habitación. Entonces vio a Fabiola, vestida con un buzo gris, a pies descalzos y con la mitad de la cara inflamada y violácea. Dijo que era como cuando a alguien le pegan un combo. Le preguntó qué le pasó y el psiquiatra tomó la palabra. Respondió que se cayó en el baño. Ella explicó lo mismo y agregó que estaba mojado el piso. Fue a revisar pero no encontró indicios de una gota de agua.
—Además de las lesiones evidentes que Fabiola tenía en la cara, también tenía otras como morados los brazos y gran parte del cuerpo. Como siempre pasaba ebria se caía constantemente y como era blanca, quedaba morada al tiro —declaró la asesora del hogar.
A las 6:20 de la mañana Ricardo marcó la cuarta y última llamada a urgencias y llegó una ambulancia. Mientras iban caminando a la habitación donde estaba Fabiola les narraba que se había caído en el baño. Mencionó que el hecho de haber marcado a Carabineros casi cuatro horas antes fue para dejar constancia que ella no quería asistir al hospital y para que no lo culpen a él de una agresión. Si estaba preocupado por la salud de su pareja, no lo dijo.
Los análisis de sangre de Fabiola de esa noche dieron positivo a cocaína y benzodiazepina (psicotrópicos). Desde que ingresó a urgencias no dio ningún relato. En el hospital fue decayendo y la operaron de urgencia. Su informe de lesiones dice que “llama la atención el rápido deterioro de la paciente (…) Esto puede haber sido influenciado por condiciones y patologías de base de la afectada, además de algún rol que puedan haber jugado el consumo de fármacos, alcohol y drogas recreacionales”.
Con 35 años Fabiola murió el 21 de diciembre de 2022 a las 23:55 horas. La causa de muerte corresponde a un fallo multiorgánico debido a un traumatismo craneofacial complicado por elemento contundente.
“Se plantearon muchos argumentos irreales”
La tesis de la fiscalía acusa que Ricardo la golpeó, presumiblemente con su puño. El preinforme de lesiones del Servicio Médico Legal de Iquique estipula que sus hematomas tienen distintos grados de temporalidad: la herida mortal fue la de la cara, pero los otros no son de esa noche. Aunque tampoco es seguro si el resto de sus moretones son producto de terceras personas.
Aseguran eso sí, que el golpe no pudo ser intencional porque basado en lo que dijeron los médicos del SML que realizaron la autopsia, cuando hay un impacto en el cerebro, por un efecto propio, la consecuencia se produce en el lado opuesto. Lo que pasó en el caso de Fabiola.
—Además, hay un elemento adicional que no está en el informe pero que va a ser incorporado (…) Lo que la golpea a ella tiene dos extremos que resaltan. Él médico legista dice que al hacer la comparación o medir, pueden ser perfectamente los nudillos de una mano —explicó el fiscal de la causa.
El abogado Gonzalo Aranda aclara que Fabiola “no presentaba ninguna lesión que diera cuenta de haber sido víctima de violencia, tales como marcas de sujeción de muñecas, cuello, lesiones defensivas”. Es más, el ADN de las uñas de la matrona tampoco tenían restos que indicaban rasguños. A su vez, la resonancia magnética de ambas manos de Ricardo salió negativa. No hay nada, ni siquiera un rasguño o un moretón.
—Fue la propia doña Fabiola quien señaló que había sufrido una caída; esto se lo relató a su pareja Ricardo Yévenes, a la nana doña Brisa, a los carabineros que concurrieron a su domicilio. Carabineros, con más de 15 años de experiencia, la entrevistaron en privado, no pudiendo verificar ninguna situación que los hiciera sospechar de estar ante una causa de VIF —argumentó Aranda.
Es más enfático con las pruebas de fiscalía.
—Las especulaciones del fiscal en la audiencia buscan generar un escenario negativo para justificar la prisión preventiva, ante la falta de pruebas científicas y claras para acreditar femicidio. Se plantearon muchos argumentos irreales y basados en especulaciones del fiscal, pero que no se sustentan en antecedentes concretos (…) Presenta argumentos falaces y tendenciosos para generar un escenario de violencia intrafamiliar extremo, pero que no es real. No tienen ningún sustento.
Pese a reiterados intentos, los padres de Fabiola Vargas no estuvieron disponibles para este reportaje. Fiscalía de Arica negó emitir declaraciones.