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"Lo teníamos en un altar": la confesión del femicida de Estela Vega y la conmoción de una familia

"Lo teníamos en un altar": la confesión del femicida de Estela Vega y la conmoción de una familia

Domingo 08 enero de 2023 | 06:01

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Facebook | Edición BBCL

René Jiménez demostró un cinismo despiadado luego de matar a su esposa, Estela Vega. No sólo la golpeó con un martillo, la ahorcó y ocultó su cuerpo en la casa que compartían. Sino que 24 horas después, pidió ayuda en televisión y pegó afiches de "persona desaparecida". Nadie sospechaba que él mismo era el autor del femicidio. Su familia nunca lo vio venir. No existían denuncias previas por violencia intrafamiliar y sus cercanos tampoco tenían antecedentes de agresiones. Pero 28 años de matrimonio, donde todos concuerdan en la irreprochable conducta anterior del femicida, terminaron en un asesinato y un dolor permanente para su círculo más íntimo. Hoy, Coronel pide Justicia para Estela.

—Era muy alegre. Muy risueña.

No lo dijo una, ni dos, ni tres personas. Fueron cientos los que describieron a Estela con las mismas palabras. Familiares, amigos, ex colegas de trabajo y conocidos, recordaban su mirada tierna que alegraba el día a cualquier mortal.

Todos concuerdan en lo mismo: la Estelita, como le decían, era una buena mujer. Era bondadosa. Y solo ella sabe si se lo dijeron en vida, pero al menos en su funeral, la mayoría intentó transmitírselo. Algunos hablando con su hija, otros tantos alzando la voz, y un resto en silencio, entre susurros y lágrimas.

¿De su esposo? Ni hablar. “Todos quedamos en shock cuando nos enteramos”, se escuchaba decir en el cementerio el día que la enterraron. Nadie creía que ese hombre que le preguntaba “¿chiquitita, necesitas algo?”, era su asesino. Pero sí, 28 años de matrimonio terminaron en un femicidio. Y en uno macabro.

Ahora exigen justicia. Exigen cadena perpetua. Mientras su foto de “persona desaparecida” sigue dando vueltas por el centro de Concepción, haciendo permanente el perverso homicidio donde René Jiménez la mató, la escondió y disimuló cínicamente que se había perdido, para confesar horas después, acorralado por las pruebas en su contra, ser el autor.

Persona desaparecida

Cuando faltaban cuatro días para Navidad, la población Jorge Alessandri en Coronel, se alarmó. Estela Vega Estuardo (57) desapareció durante la mañana del 21 de diciembre y su última señal de vida fue un mensaje al WhatsApp cerca de las 11:00 horas. Avisó que estaba en Concepción comprando regalos. O eso se creía.

René Jiménez (53), su esposo, alertó inmediatamente a su cuñada, María Angélica. Por llamada le comentó los planes que tenía Estela que -según él- serían entregarle un regalo a su hija y pasar a tomar once con ella. Por eso le preguntó si su esposa estaba en su casa. Pero la respuesta fue que la cita familiar nunca se concretó. Al contrario, nunca pactaron reunirse.

Después de 24 horas demostraba una supuesta preocupación, pero esa aparente intranquilidad nunca impidió que el hombre continuara haciendo su vida normal. El día de la desaparición, René fue a trabajar y cuando volvió se sentó a ver televisión, inalterable.

Al final del día se plantó con María Angélica en la comisaría de Carabineros de Lagunillas para denunciar una presunta desgracia. El papeleo lo terminaron de madrugada. Al jueves siguiente fue con su hija y cercanos a repartir volantes por Concepción: las principales calles penquistas y coronelinas tenían el rostro de Estela con la palabra “desaparecida”.

Pero el hombre no se quedó quieto y decidió pedir ayuda en televisión. Frente a las cámaras de Canal 9, el 22 de diciembre, manifestó afligido:

—Lo que más deseo en este momento es que alguien me comunique, que alguien me avise o me dé una noticia de ella. Lo importante es saber dónde está, cómo está. Lo único que queremos como familia es saber de ella porque está esa incertidumbre de saber qué pasó.

72 horas

El 21 de diciembre, a las 6:30, René se levantó para ir a trabajar. Se duchó y fue a la pieza matrimonial del segundo piso para vestirse. Según su declaración oficial ante personal de la Brigada de Homicidios de Concepción, Estela estaba despierta. Los minutos posteriores los describió así:

—Comenzó a retarme señalándome que le faltaba dinero para las fiestas, que ya no le alcanza y que le molestaba estar sin plata, a lo cual le dije que yo le pasaba toda la plata a ella, que era ella quien distribuía el dinero, que yo no podía hacer más.

En sus palabras, su esposa comenzó a gritarle y a tratarlo mal. Le pidió que se calmara pero fue inútil. Le exigió que no pelearan por plata, aunque René asegura que seguía retándolo.

—Me quise despedir de ella para ir a trabajar, por lo que me le acerqué pero ella me empujó (sic), a lo cual tomé un martillo que estaba en la pieza y le pegué en la cabeza, comenzando a sangrar.

El golpe no la dejó inconsciente, pero sí la botó. Lo que vino después fue despiadado: René se abalanzó sobre ella y la ahorcó hasta que dejó de resistirse. Ya sin vida, decidió cubrir el cuerpo en papel aluminio, huincha adhesiva y bolsas de basura.

—Luego de lo anterior, la llevé a otra habitación donde la dejé en una esquina parada, entre la pared y un clóset, para luego taparla con cajas plásticas y bolsas, sin planear qué hacer con ella.

Si sintió remordimiento, al menos en su declaración entregada 72 horas después del femicidio, no lo deja entrever. Lo que sí hizo, fue que salió de casa y tuvo un día laboral normal en el Líder de Coronel. Ahí tomó el celular de Estela y se mandó unos mensajes a su WhatsApp aparentando ser ella. Escribió que estaría en Concepción comprando unos regalos. Volvió a la casa cerca de 17:40. Almorzó, vio televisión y a la noche llamó a María Angélica, la hermana de Estela.

Femicidio de Estela Vega en Coronel
René Jiménez y Estela Vega | Facebook

Se acabó la búsqueda

María Angélica Vega fue la primera que sospechó. No tenía ninguna razón lógica porque jamás vio una mala actitud de su cuñado, pero cuando le pidió revisar las cámaras del sector, René le respondió que se habían borrado. No se creyó el cuento. Cuando todos estaban en Concepción buscándola, ella estaba consiguiendo las grabaciones de seguridad del sector.

La conclusión a la que llegó era irrefutable: Estela nunca salió de su casa. Con pruebas en mano se presentó ante la PDI para denunciar al principal sospechoso: René Jiménez. Y así, la búsqueda por encontrarla viva terminó.

La madrugada del 24 de diciembre encontraron el cuerpo. Esa misma mañana, el hombre confesó ser el autor del crimen, confirmando así un cinisimo despiadado detrás de la serie de acciones que realizó para tapar el femicidio.

Si bien René apuntó a que lo hizo a raíz de una discusión, su hermana refuerza lo contrario. Primero, porque el femicidio fue a las 7:00 de la mañana.

—Él asesinó a mi nana durmiendo —asevera.

“Del que menos lo esperábamos”

Ninguno de los familiares recuerda algún tipo de violencia intrafamiliar. En los antecedentes policiales, no existe denuncia alguna.

—Pero uno no sabe qué pasa dentro de la puerta —cuenta su hermano a este medio.

La conclusión es transversal: nadie lo vio venir. Por eso, bajo un fuerte sol, cientos de personas despiden a Estela en el Cementerio de Coronel. Entre cánticos cristianos y gritos de justicia se les ve afligidos, consternados. Fue un trauma duro que nadie asume.

Un joven -en medio de la multitud del cementerio- pide la palabra. Pedro, sobrino de Estela, quiere despedir a su tía:

—Este golpe llegó muy fuerte y de la persona que menos lo esperábamos.

Se le quiebra la voz. Pero se acuerda que la última llamada que tuvieron fue hace un mes. Lo que ahora le queda es una antigua fotografía del matrimonio de su tía donde se observa a un pequeño Pedro bailando con ella. No sabe qué hará con la imagen, pero la retiene como un tesoro.

Entre el gentío del entierro hay una decena de puntos rojos que van con su uniforme de trabajo. Son los excompañeros de Estela, del supermercado Santa Isabel. A simple vista, sin conocerla, se creería que es una visita protocolar, casi obligada, pero Estela ya no trabajaba ahí hace tres años. Solo fueron porque la querían, y cómo no, si trabajó 25 años en la cadena.

—Derrochaba vitalidad, le gustaba mucho bailar, hacer chistes, era una persona con quien tú te sentías muy cómoda— recuerda Mónica Alarcón, vicepresidenta del Sindicato Nacional Cencosud.

No es la única. Rodrigo Carrasco es otro excolega del supermercado. Recuerda la versión de Estela del 2010.

—Ella era una persona muy carismática, muy alegre, su mirada era lo que más recuerdo de ella. Irradiaba alegría, y eso era reconfortante cuando uno trabaja. Todavía recuerdo su tono de voz, muy dulce.

“Nunca demostró nada”

Estela comenzó como cajera en el recinto de Michimalonco, en San Pedro de la Paz, cuando el local recién se inauguraba. Por temas de distancia, después de un tiempo pidió su traslado al local de Manuel Montt, en el centro de Coronel.

Con el pasar de los años se redujo la dotación de trabajadores y la despidieron.

—Pero nunca dejó de visitarnos —precisa Mónica.

Todos concuerdan en un punto. Su vida laboral jamás se mezcló con su vida personal.

—Ella nunca demostró nada —asegura su excolega.

Incluso ambas asistieron a charlas en las que hablaban de violencia de género.

—De repente a uno le da vergüenza decir que la persona que tú amabas, que elegiste como compañero y padre de tus hijos, te maltrata. Nosotros no tuvimos esos antecedentes —analiza la vicepresidenta del gremio.

Cuando vio que en redes sociales las personas pedían revisar las cámaras de seguridad del sector, apuntando sus dardos contra René, Mónica se preguntó “¿cómo la gente es tan mal intencionada?”. Tras decir la interrogante en voz alta, mira al pasto del cementerio, como si el silencio de la instancia fuera su respuesta.

Femicidio de Estela Vega en Coronel
Facebook | Edición BBCL

Lunes de hermanas

—Hola nanita, ¿Cómo estái? ¿Qué estái haciendo?, ¿Te levantaste?

María Angélica recapitula los días previos a la muerte de su hermana. Cuenta que ese tipo de mensajes eran los que le enviaba Estela cada mañana. Ambas se preocupaban de la otra.

Todos los lunes salían juntas. Tenían un “lunes de hermanas”, como los denominaba ella. Ahí se ponían al día sobre sus vidas y aprovechaban de comer algo rico. Afirma fielmente que René nunca le pegó. Ella incluso sabía que Estela le tenía como diminutivo “mi esposito”.

Le sorprendió que el 21 de diciembre su cuñado la llamara contándole que su hermana había ido a comprar regalos.

—Es absurdo. Si ella salía, la acompañaba yo, nunca la dejaba sola —asegura.

Por eso fue la primera que encendió las alarmas de que algo andaba mal.

—Jamás le creí a ese hombre.

El martes 27 de diciembre tuvo que ir al Juzgado de Coronel para ver la audiencia de formalización. Muchas mujeres fueron a solidarizar con ella con pancartas que tenían escrito el nombre de Estela. Horas después llegó a la iglesia donde la velaron. Ni siquiera la música de fondo opacó sus llantos.

El último trayecto fue al cementerio. Cuando bajaron el ataúd, la sostuvieron para que no se derrumbara.

—Me arrancaron el corazón —confiesa.

Cementerio Coronel, el día que enterraron a Estela.

En un altar

Horas antes de que trasladaran el cuerpo de Estela Vega al cementerio, su hija María José, se para en el altar de la iglesia Misión del Señor. Frente a un espacio rebosado de personas, se posiciona a la cabeza del ataúd de su madre.

—Esto es algo que nunca vamos a poder superar como familia —inicia su discurso.

Las últimas palabras que entrega a Estela describen su personalidad. Lo cariñosa que era y la sonrisa permanente con la que vivía. Con un hilo de voz manifiesta que ella siempre estará, aunque no sea físicamente.

¿Y de su padre? Ni siquiera lo menciona, al menos no directamente.

—En estos momentos, a pesar de lo dolorosa de esta situación, yo no tengo odio en mi corazón. No tengo odio porque sé que a mi mamá no le hubiese gustado que yo viviera con rencor en mi corazón. Ella sólo quería que yo fuera una persona feliz y eso es lo que a mí me da fuerza para seguir adelante, y me seguirá dando fuerzas para siempre.

El funeral termina. Los familiares son los últimos en salir. Los recurrentes dan el pésame. Su sobrina sale casi al final, todavía incrédula de que 28 años terminaran en el femicidio N°38.

—Lo teníamos en un altar —se lamenta.

Horas más tarde, René Jiménez queda en prisión preventiva. El plazo de investigación se fija en seis meses.

“Era un hombre respetuoso”

La defensora local jefe de Coronel, Marcia Soto, indica a BBCL Investiga que su representado es reconocido en su círculo cercano como un hombre respetuoso y amable. Prueba de esto, argumenta, es su irreprochable conducta judicial. No tiene antecedentes penales.

—Nadie se explica la situación en que finalmente se ve involucrado y que lo lleva hoy a estar privado de libertad —afirma.

Suma que el hombre colaboró con la Policía de Investigaciones y que prestó declaración por los hechos, lo que podría considerarse como atenuante a su favor.

—La defensa está realizando todas las diligencias y peritajes necesarios para una evaluación mental de mi representado, a fin de tener alguna explicación de lo sucedido y el contexto en el que ello aconteció. Se están realizando peritajes psicológicos y eventualmente también psiquiátricos, para también determinar, finalmente, si existe algún tipo de imputabilidad disminuida.

El 2022 cerró con 41 femicidios consumados y 173 frustrados en Chile, según registros del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género. Desde el Centro de la Mujer Coronel-Lota, su coordinadora, Ana Rodríguez, comenta que el municipio coronelino apoya psicosocial y emocionalmente a la familia directa de la víctima. A su vez, la Delegación Presidencial del Bío Bío se querelló y el Sernameg, a través del área jurídica, representa y entrega apoyo jurídico a la hija del matrimonio, María José.

Violencia contra la mujer
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