“Por curiosidad abrí el bolso y pude ver que no tenía cremas, sino cuatro pistolas, tres o cuatro cargadores de pistolas, una caja de municiones, además de dólares y euros”.
Esa es parte de la declaración que Francisca Arancibia Soto prestó ante Carabineros el 23 de marzo de 2022. Pocas horas antes había caído detenida en medio de la investigación que lidera la Fiscalía Metropolitana Centro Norte por el robo de más de 80 armas de fuego propiedad del Ejército.
Hoy, su testimonio es pieza clave para dilucidar un atraco que -según la indagatoria- fue orquestado desde la cárcel Colina II, precisamente por Gabriel Avendaño Cataldo, la pareja de la mujer, junto a otro cómplice.
En su relato de tres carillas, al que accedió en exclusiva la Unidad de Investigación de BioBioChile, Arancibia acusa no haber sabido en lo que la involucró Gabriel y que ella sólo siguió sus instrucciones.
Con todo, la imputada se mantiene en prisión preventiva por el delito de tráfico de armas, provenientes del Instituto de Investigaciones y Control del Ejército (IDIC).
“Tome, está un poco pesado”
Fue el 21 de marzo que se conoció del robo de 82 armas a manos de un número hasta hoy indeterminado de personas. Al poco andar cayó el primer detenido, un suboficial en retiro del Ejército de 70 años, quien trabajaba como guardia del recinto.
Pasaron no más de 72 horas para que surgieran nuevos antecedentes que llevaron al arresto de más involucrados. Entre ellos, Francisca y dos internos de Colina II.
Según consta en la carpeta investigativa, una vez aprehendida, la mujer renunció a guardar silencio y confesó las circunstancias en la que fue detenida. Contó el tipo de relación que mantenía con el imputado y cómo terminó involucrada en el ilícito. Según su relato, todo comenzó en su domicilio, ubicado en La Florida.
“Si bien Gabriel lleva detenido varios años, nosotros seguimos siendo pareja y nunca hemos perdido el contacto, él actualmente está recluido en cárcel Colina II”, señaló respecto al padre de una de sus hijas, de dos años de edad.
Precisamente, desde el recinto penitenciario fue que el hombre la habría contactado para recibir un “pesado” bolso, a las afueras de su departamento.
“Me llamó el Gabriel a mi teléfono celular, yo estaba durmiendo en mi casa junto a mi madre y a mis hijas. Al contestar, él me pidió que saliera del departamento y vaya a buscar unas cremas que iban a llegar afuera en un auto, y que yo solo las tenía que recibir. (…) No me dijo específicamente quién me iba a entregar las cremas y yo tampoco le hice mayores preguntas”, detalló.
De acuerdo a su relato, Francisca salió a la calle y pasados unos minutos, llegó el vehículo del que su pareja le habó. En medio de la noche y al verla, su conductor detuvo la marcha y bajó una de las ventanas para darle un escueto mensaje.
“Tome, está un poco pesado”, aseguró la mujer que le dijo el hombre, de acento extranjero, mientras le pasaba un bolso azul oscuro. Luego de entregar la encomienda, se retiró.
“Cuando sostuve por primera vez el bolso me percaté que efectivamente estaba pesado. Yo en ese momento pensé que eran varias cremas, tal como me lo había comentado el Gabriel, y subí el bolso al departamento. Pasado unos minutos, ya en el interior de mi domicilio, por curiosidad, lo abrí”, contó.
“No tenía cremas, sino cuatro pistolas”
Según consta la declaración de Francisca, al abrir el bolso se percató -con sorpresa- de que “no tenía cremas, sino cuatro pistolas, tres o cuatro cargadores de pistolas, una caja de municiones (…) además de dólares y euros”.
“No sé en realidad cuantos dólares y euros eran en total, pero no eran muchos, todo esto en billetes”, agregó. En esa línea, aseveró que también desconocía el calibre de las municiones.
“Inmediatamente, tras ver estas especies, yo me asusté mucho, porque yo no estoy metida con ese tipo de cosas, mucho menos armas de fuego, por lo cual llamé de vuelta al Gabriel y lo reté. Le dije que cómo era capaz de meterme en esas cosas sin avisarme y él me comenzó a dar explicaciones, que la verdad no recuerdo muy bien cuáles fueron, y me dijo que ese bolso tenía que ir a dejarlo a la casa de su madre”, aseguró.
Bajo el argumento de que “era más fácil de transportar”, la mujer admitió que cambió las especies desde el bolso azul a uno suyo de color negro. Se quedó, eso sí, con los dólares y los euros, los que, según la carpeta investigativa, eran 100 y 100, respectivamente.
La mujer explicó que se quedó con el dinero porque su pareja le habría dicho que solo llevara las armas a la casa de su suegra, en Peñalolén.
Cambio de manos
Al día siguiente, un lunes a las 11:00 horas, pidió un vehículo vía aplicación para hacer la entrega. Junto a su pequeña hija en brazos, llegó a la casa de la madre de Gabriel, a quien vio conversando con un sobrino de 16 años. Dentro del domicilio estaba la abuela del imputado, junto a una tía.
“Me fijé que un poco más alejado del departamento había una persona de sexo masculino, era viejo, tenía como 40 años, contextura delgada, la verdad casi no lo vi fijamente”, acotó.
Tras contemplar la escena, dejó el bolso con las armas entre dos troncos que habitualmente los residentes usan como asientos, saludó a la familia y entró al lugar, donde por “varias horas” habría conversado con la abuela de Gabriel, por lo que argumentó desconocer qué pasó con la encomienda en ese inter tanto.
“Ya pasado un buen rato, cuando ya no estaba el bolso en el lugar donde lo había dejado, le conté a mi suegra que la noche anterior me llamó Gabriel y me dijo que me iban a pasar unas cremas y al recibirlas pude ver que eran cuatro pistolas y ella quedó como sorprendida y no hizo mayores comentarios, por lo cual desconozco si ella sabía o no qué es lo que tenía el bolso”, sostuvo.
Sin embargo, agregó que asume que “ella se lo entregó a una tercera persona que posiblemente fue el tipo de como 40 años que estaba un poco más alejado, pero no tengo certeza de aquello”.
La captura
Tras no más de 24 horas, Francisca fue detenida. Ocurrió luego de que Carabineros la fiscalizara, cuando junto a su madre iban a comprar útiles escolares y mercadería al supermercado.
“No alcanzamos a avanzar unos metros cuando nos fiscalizó Carabineros y me indicaron que mantenían una orden de entrada y registro para mi domicilio”, afirmó. En eso, le solicitaron entregar los teléfonos celulares.
De esta manera, los efectivos revisaron el departamento e incautaron vestimentas, dinero y otras especies, las que habrían estado vinculadas directamente a las armas recibidas por Francisca.
“Me pidieron el dinero que yo portaba y les hice entrega de la plata que le había sacado a mi mamá (para la compra de útiles), la que tenía guardada junto con unos euros dentro de un banano y además, en ese momento, mi hija de 11 años tiró al suelo desde sus bolsillos unos dólares, los que yo días antes saqué desde el interior del bolso”, detalló.
“Yo al comienzo me hacía como que no sabía qué estaba pasando, pero realmente estaba muy asustada porque sabía que era por el tema de las armas”, confesó. Asimismo, señaló que tras la incautación la trasladaron hasta un cuartel policial, donde le notificaron que estaba detenida por el delito de tráfico de armas.
Tras el arresto, Fiscalía informó que su captura permitió recuperar cuatro armas que estaban en la oficina del coronel del Ejército, Francisco Silva, y 100 cartuchos.
Los implicados, según detalló Tania Sironvalle, jefa de Fiscalía de Análisis Criminal y Focos Investigativos Centro Norte, arriesgan hasta 15 años de cárcel, si se suman agravantes.