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Investigador que reveló ayuda a Pinochet para fingir: "Los chilenos se la hicieron a los británicos"

Yerko Roa

Periodista del equipo de Investigación de BioBioChile. Colaborador en el área de Prensa.

Sábado 12 abril de 2025 | 06:10
Entrevista

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Daily Telegraph | EFE | Edición BBCL

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Un episodio oculto por más de un cuarto de siglo se reveló la semana pasada con la aparición del último libro del investigador Philippe Sands, en el que un alto funcionario de la administración de Eduardo Frei Ruiz-Tagle detalló cómo el Gobierno ayudó a Augusto Pinochet a fingir demencia para evitar su extradición del Reino Unido a España en el 2000. En conversación con BBCL Investiga, el autor dice que le llama la atención que los excancilleres de Frei hayan negado la asistencia. "No creo que fuera deshonroso traer de vuelta a Pinochet. (...) Como la Mano de Dios: la vida es dura y usas los trucos que puedes usar", manifiesta.

“He indagado en muchos países, y hay silencios”. Abogado e investigador especialista en derechos humanos, el británico Philippe Sands ha relatado en sus libros desde los tormentos del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, pasando por los juicios de Núremberg y los dramas de la colonización, hasta llegar a la historia de un excomandante nazi oculto en Punta Arenas y el proceso judicial de Augusto Pinochet en Londres.

De visita en Chile para presentar esta última obra, Calle Londres 38, Sands fue testigo de la polvareda que han causado sus revelaciones sobre el litigio para extraditar a Pinochet del Reino Unido a España entre 1998 y el 2000.

27 años después de iniciado aquel conflicto, el autor —quien participó como representante de Human Rights Watch— sacó a la luz detalles inéditos, como la existencia de un informe elaborado por el Gobierno de Chile para que Pinochet pudiera fingir demencia, lo que fue confirmado por Cristián Toloza Castillo, asesor en ese entonces del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Luego que la Unidad de Investigación de BioBioChile diera a conocer la declaración de Toloza, los excancilleres de Frei, José Miguel Insulza y Juan Gabriel Valdés, negaron que el Gobierno hubiera ayudado a Pinochet a simular.

Pese a la atención sobre esto, para Sands resulta mucho más importante la existencia de un documento con la firma de Pinochet autorizando la Operación Caravana de la Muerte días después del golpe de Estado. Según Toloza, una copia de este fue entregada a Jonathan Powell, jefe de gabinete de Tony Blair.

“Hablé con Powell, buscó sus notas y confirmó que recibió un documento. Lo que me sorprende es que no haya habido más atención, porque es una gran historia. Me parece muy interesante que nadie en Chile realmente quiera hablar de eso”, comenta Sands en conversación con BBCL Investiga.

—¿A qué lo atribuyes?

—Pienso que lo que está pasando es que durante 30 años se le ha dicho al pueblo de Chile que no hay documentos. Y de repente aparece este tipo británico y dice: en realidad, hay al menos un documento. Mi punto de vista personal, mi intuición como abogado litigante, es que si hay un documento, hay más documentos. Y no se le están entregando al pueblo de Chile.

—Hablaste con el ministro Mario Carroza sobre el tema.

—Fui a ver al juez que ha llevado más casos que nadie, Mario Carroza. Me dijo: nunca hemos oído hablar de este documento, nunca hemos visto tal documento, nos han dicho que no hay documentos. En ciertas sociedades esto sería un gran escándalo. Entonces interpreté la declaración de los excancilleres como una distracción, para centrar la atención en el dossier preparado para ayudar a Pinochet a fingir que estaba demente o senil. Ese no es el verdadero problema. Francamente, es un detalle.

—No deja de ser escandaloso…

—Sí, pero el escándalo más grande es que pueden existir documentos que prueben la implicación directa y personal de Augusto Pinochet. Ese es el escándalo más grande. O sea, claro, es un escándalo que un Estado haya estado involucrado en el artificio de hacer que alguien fingiera estar enfermo cuando no lo estaba. Pero no es comparable con el escándalo de un presidente autorizando el exterminio de seres humanos. Es un tema distinto, está en otra escala.

—Detallas, además, que la intérprete de la policía se dio cuenta cuando Pinochet empezó a fingir demencia, a mediados de 1999.

—Soy abogado de tribunales. Y si un juez me dice: ¿cuál es su evidencia para eso, señor Sands?, necesito poder respaldarla. Uno de los aspectos que fue muy importante para mí fueron los relatos de la intérprete, Jean Pateras. Porque estuvo involucrada en todo. Y lo encontró fingiendo estar enfermo. La historia de Pinochet, que empieza a hablar sobre esta mujer que vino a verme y yo no sabía quién era [cuando era Lucía Hiriart]… Jean simplemente le dice: “Vamos, basta, eres ridículo”. Él la mira y sonríe. Todos sabían lo que estaba pasando. Estaba fingiendo.

—También consultaste a los dos abogados personales de Pinochet.

—Sobre este tema, tanto Miguel Schweitzer como Hernán Felipe Errázuriz no querían hablar. Pero hay una cita de Schweitzer donde más o menos confirma que él estaba bien. Era un hombre mayor, pero entendía todo.

“Fue Insulza el que me dijo que fuera a ver a Toloza”

Luego que BBCL Investiga diera a conocer el testimonio de Cristián Toloza, los exministros de Relaciones Exteriores del Gobierno de Frei, José Miguel Insulza y Juan Gabriel Valdés, enviaron un comunicado a este medio asegurando que lo dicho era “absolutamente falso”, añadiendo que si se elaboró el dossier “se hizo a espaldas del gobierno chileno”.

—Entrevistaste a Insulza para este libro, ¿te sorprendió su declaración?

—Fui a hablar con el señor Insulza. Conversamos durante dos horas. Entre otras cosas, me dijo que durante las negociaciones Frei fue a ver al presidente de la Corte Suprema y le dio instrucciones: “Hay que quitar el fuero a Pinochet cuando vuelva”. Creo que el señor Insulza debe haber olvidado que habló conmigo.

—Insulza ya no era ministro de Relaciones Exteriores cuando se llegó al acuerdo que describe Toloza.

—Él era el secretario General de la Presidencia, lo sabía todo. Se reunía con el Presidente todos los días, era parte de ese grupo pequeño, que se encargó del retorno de Pinochet. Y él fue quien me dijo: ve a hablar con Toloza.

—¿Cuál crees que fue el fin de la declaración?

—La redactaron no con una preocupación por la verdad, sino para abordar las consecuencias políticas de ciertos hechos que salieron a la luz, lo que es distinto.

—¿Confías en el testimonio de Toloza?

—Tomó tiempo encontrar al señor Toloza. Me reuní con él en varias ocasiones. Lo considero una persona íntegra, lo considero una persona muy honesta. Quiero decir, soy un abogado litigante escéptico. Trabajo con testigos, contrainterrogo testigos. Estoy 100% seguro de lo que escribí y de lo que ocurrió.

Comento a Sands que en el libro menciona, antes de preguntarle a Toloza, que “había oído (…) que se había elaborado un documento en el que se decía a Pinochet cómo debía comportase para maximizar sus posibilidades de volver a Chile”, lo que da a entender que hubo otras fuentes que le aseguraron que el documento existía.

Antes de responder, el investigador abre su portátil y relee dos veces, cuidadosamente, el párrafo en el original en inglés: “Sí, esto es preciso”.

—¿Cuántas fuentes lo confirmaron?

—No voy a decir nada más, excepto que esto es 100% exacto —contesta, sonriendo.

La “Mano de Dios”

En su testimonio, Toloza cuenta que una de las razones por las que lo seleccionaron para formar parte del grupo encargado de traer de vuelta a Pinochet a Chile fue porque había estudiado Psicología en el Reino Unido, por lo que conocía la mentalidad inglesa.

“La estrategia de Chile fue brillante, se la hicieron a los británicos. Toloza es un tipo muy inteligente”, recalca Sands. Según el funcionario, se elaboró un plan de tres partes. La primera de ellas fue esperar que la estadía de Pinochet generara problemas al Gobierno británico, lo que ocurrió cuando se anuló la primera sentencia del Comité de Apelaciones de la Cámara de los Lores, por el nexo de lord Leonard Hoffmann con Amnistía Internacional.

—En realidad, uno podría darle la vuelta y, en lugar de estar a la defensiva, como esa declaración de los excancilleres, simplemente decir: fue diplomacia chilena brillante. Supimos que en algún momento los británicos mostrarían debilidad, y en ese momento atacaríamos. Y eso fue lo que ocurrió.

—Pero hicieron trampa, no es parte del juego que finja…

—Mano de Dios, Mano de Dios… La única razón por la que el Arsenal está jugando contra el Real Madrid en la Champions League es por esa decisión absurda sobre el penalti —el doble toque del balón— que he revisado cientos de veces y no lo veo. Pero, sabes, la vida es dura y usas los trucos que puedes usar.

—¿Por qué crees que no han admitido todo esto?

—Es la pregunta que me hago. Quiero decir, no creo que fuera deshonroso intentar traer de vuelta a Pinochet. Entiendo por qué hicieron eso. Creían que era, ante todo, responsabilidad de Chile tratar el tema de justicia. Después de 25 años, ¿por qué no pueden simplemente ser honestos? Como Jonathan Powell, que negoció del lado británico con Toloza y hoy es asesor de Seguridad Nacional. Le dije: “¿Por qué estás reuniéndote conmigo y contándome todo esto?”. Me respondió: “Porque después de 25 años, ¿cuál es el problema?”.

Se une a la conversación Monserrat Madariaga, abogada y asistenta de Sands durante cinco años de investigación. Mencionamos al autor que Frei estaba siendo sondeado como candidato presidencial, y que también se trata de una dinastía política.

—Voy a ser cuidadoso con mis palabras. Algunos dirían que refleja un grado de colusión entre la Presidencia del señor Frei y el Ejército —reflexiona el escritor—. El documento de la Caravana de la Muerte existía entonces, tengo que asumir que aún existe hoy. ¿Y por qué el presidente Frei no ha podido decir: ‘Sí, entregamos este documento porque era importante para nosotros traer de vuelta al señor Pinochet y consideramos que ese precio valía la pena, pero no vamos a permitir que el pueblo chileno vea el documento’?… ¿Has hablado con el señor Frei?

—Desde su entorno respondieron que estaba fuera del país y que no estaba dando entrevistas.

—Hemos sabido su reacción.

—¿Cómo se lo tomó?

—Muy molesto.

La relación Rauff-Pinochet

En Calle Londres 38, Sands intercala los acontecimientos de la fallida extradición de Pinochet a España con su investigación de los nexos con la DINA de Walter Rauff, responsable de los “camiones de la muerte”, en los que fueron asesinadas miles de personas mediante gaseamiento en la Segunda Guerra Mundial, y a quien la Corte Suprema se negó a extraditar en 1963.

Entre otras cosas, la obra revela que fue Augusto Pinochet quien sugirió a Rauff que viniera a vivir a Chile, tras encontrarse en Ecuador durante la década anterior.

—¿Sabía Pinochet que estaba invitando a un criminal de guerra?

—Probablemente no, porque en 1955 no había nada público sobre Walter Rauff. Su nombre había aparecido en los juicios de Núremberg, pero muy de pasada. Quizás Rauff le habló de su servicio militar, porque hablaba con otros sobre eso. Y sabemos que Pinochet no era insensible a personas que habían estado involucradas en el sistema nazi, tenía escepticismo sobre el número de personas que murieron entre 1939 y 1945 a manos de los nazis.

—Usted menciona que existe un reporte de 1963 de un militar de alto rango que justificaba a Rauff.

—Sí, un líder militar no identificado en Antofagasta, donde Pinochet estaba destinado, tuvo una conversación con el cónsul alemán occidental y le dijo: “Los ataques a Rauff son terribles. Solo seguía órdenes. Y si el tribunal lo extradita, será más fácil para los soldados chilenos decir que no seguirán órdenes”.

—Después fue Pinochet el que daba las órdenes, no podía usar esa excusa.

—Pero puedes ver por qué él apoyaría esa visión, porque cuando se convierte en jefe de la Junta y presidente, él da órdenes, y espera que se cumplan.

En su investigación, Sands revisó distintos rumores sobre la participación de Rauff en la DINA. León Gómez —víctima de torturas— le aseguró que Rauff lo interrogó en Londres 38 y otro testigo, Anatolio Zárate, reconoció su voz como la de uno de los interrogadores en Tejas Verdes.

En tanto, el exagente de la DINA, Samuel Fuenzalida, contó que lo vio muchas veces en el cuartel Marcoleta y Jorgelino Vergara, “El Mocito”, dijo que estuvo en la primera reunión de la Operación Cóndor en casa de Manuel Contreras y que lo visitaba regularmente en Santo Domingo.

El lunes, tras un evento en Valparaíso, otra persona le comentó a Sands que había sido interrogada por el alemán. “Se me acercó y dijo: ‘Yo estuve en Londres 38 en junio de 1974. Vi a Rauff’. Y le pregunté: ‘¿Qué viste?’. Él aún no había leído el libro y yo apenas lo había mencionado. Me dijo: ‘Rauff no torturaba. Rauff me observó mientras otros me torturaban’. Y eso es exactamente lo que dijo Gómez”.

La teoría de la harina de pescado

Los testimonios de los exagentes coinciden sobre que Rauff estaba a cargo de la Pesquera Arauco, en San Antonio, una compañía de la que se hizo cargo la DINA tras el golpe de Estado.

El nazi había ejercido hasta ese entonces como gerente de la Pesquera Camelio en Punta Arenas: “Era el hombre perfecto para el trabajo”, explica Sands. Según él, la DINA se adueñó de la compañía por las camionetas frigoríficas que recientemente habían encargado, con las que transportaban a los prisioneros de forma camuflada.

—¿Crees en la teoría de que convirtieron cuerpos en harina de pescado? En el libro, Samuel Fuenzalida cuenta que un exagente le dijo que había encontrado una uña.

—¿Mi instinto? Sí, probablemente. No a una escala muy grande, pero de vez en cuando, cuando tenían un cuerpo problemático. La planta era enorme, 30 toneladas al día. Anatolio Zárate nos mostró el tamaño de la entrada por la que todo se procesaba y dijo que cabía un lobo marino sin problema. ¿Diría que lo he probado? Absolutamente no.

—Usted manifiesta dudas sobre la investigación de esa arista, específicamente sobre los interrogatorios judiciales a los pescadores, que dijeron que no habían visto nada.

—Me parece evidente que esas declaraciones han sido, digamos, gestionadas por la policía para evitar que se dijeran cosas que pudieran generar problemas en una comunidad pequeña, donde todos se conocen. No me sorprendería en lo más mínimo si los pescadores fueron advertidos de tener cuidado con lo que decían, porque hay personas muy poderosas involucradas. Todos tenían miedo, estaban realmente asustados. Creo que hay un silenciamiento de esa discusión.

—También aparece el hijo de Rauff, ¿cuál era su rol en la DINA?

—En el libro describo una conversación. En 1984 Thatcher le dice a Pinochet: “Tienes que expulsar a Rauff”. Y Pinochet responde: “No lo haré”. Bueno, a propósito de eso Pinochet le dice al hijo de Rauff: “Tu padre me está causando muchos problemas”. Eso es algo muy íntimo de decir… Hay evidencia, tanto de Fuenzalida como de Vergara, que dicen que el hijo estaba involucrado con la DINA. El Mocito seguía diciendo que había dos, que se parecían un poco. Les llamaban El Chacal y El Chacalito. Él vio al hijo y se confundía un poco entre cuál era el hijo y cuál era el padre. El hijo llevaba centolla a la casa de Contreras.

La reputación de los alemanes con Pinochet

—En uno de los capítulos, mencionas un seminario de torturas en Colonia Dignidad. El investigador Carlos Basso creía que había participado Rauff, pero tú descubres que probablemente no fue así.

—Me entregaron los documentos de ese seminario. Se los envié a un lingüista alemán, y más o menos llegamos a la conclusión de que no tienen nada que ver con Rauff.

—Parece que el régimen tenía una fascinación por los alemanes. Porque entiendo que Walter Rauff sí sabía sobre tortura, pero los otros en Colonia Dignidad no necesariamente como para impartir un seminario.

—Un par de personas distintas me dijeron: “Les gustaba venir a nosotros, los alemanes, porque teníamos reputación de hacer las cosas con eficiencia”. Creo que había una reverencia, por esta idea de que les das una orden y la cumplen. Aún se ve en Chile algo de esa reverencia, como en los sombreros, no sólo en el Ejército, también los bomberos en Punta Arenas usan esos cascos alemanes. Y eso habría hecho atractivo a Rauff para Pinochet. Sabía cómo hacer las cosas.

—Rauff no sólo había implementado sus métodos con los camiones, sino que estuvo a cargo de la represión en Milán.

—Él fue el jefe de la Gestapo en la ciudad, estuvo un año y medio. Era responsable de todos los esfuerzos para matar partisanos y comunistas. Hoy sigue siendo conocido y odiado en Milán por el centro de tortura que dirigía y el hotel, que se convirtió en su cuartel general. No creo que Rauff haya sido una persona de alto nivel. No creo que fuera muy inteligente, ni creo que fuera muy interesante. Es una persona de bajo nivel, no era una persona muy educada ni culta: era, esencialmente, un burócrata con ideología. Cumplía órdenes. Le dabas una orden, la ejecutaba.

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