Llamado el continente blanco, la Antártica es la porción de tierra más fría, seca y ventosa del planeta. Un verdadero desierto helado. Descubierta en el siglo 19, las parte más austral de la Tierra despertó la codicia de exploradores de distintos países iniciando una instensa disputa para definir los dominios del lugar que era rico en minerales: cobre, carbón, manganeso, plata, gás natural, entre otros.
En los días de hoy, siete países reinvindican partes del continente, que tiene 14 millones de kilómetros cuadrados. Entre ellos están Argentina y Chile. En 1904, el país trasandino instaló la Base Orcadas, la estación científica antártica más antigua que sigue en funcionamiento. A su vez, Chile sumó su reclamo en 1940 sobre la base de que era una extensión natural de su territorio. La Antártica Chilena forma parte de la Región de Magallanes y posee cuatro bases científicas permanentes, cinco temporales, además de refugios.
El territorio reclamado por Chile abarca un total de 1.250.257,6 kilómetros cuadrados y sus límites fueron definidos por el decreto de 1747, promulgado en 1940 y publicado en 1955. Este, declaraba como Antártica Chilena “todas las tierras, islas, islotes, arrecifes glaciares, y demás, conocidos y por conocerse, y el mar territorial respectivo, existentes dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53º longitud Oeste de Greenwich y 90º longitud Oeste de Greenwich”.
Sin embargo, a pesar de la cooperación existente entre Chile y Argentina en la Antártica, sobre todo después del Tratado Antártico, de 1959, hay partes de los territorios argentino, chileno y británico que se superponen y, recientemente Argentina manifestó que consideraba como propio parte de zona reclamada por Chile.
Ubicada en el extremo sur chileno, Punta Arenas es la principal ciudad magallánica y actualmente es gobernada por el alcalde Claudio Radonich (RN). Abogado, ya fue intendente de la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena de 2013 a 2014, y tiene duras críticas al Estado de Chile respecto a su postura en la región. A BBCL Investiga, el jefe comunal destacó los errores que los distintos gobiernos han cometido, sobre todo en la relación con el país transandino.
“Con Argentina, siento que siempre hay un freno de mano que impide tener la fuerza que los chilenos exigimos de la Cancillería para que defienda los intereses presentes y futuros de nuestra patria”, opina Radonich.
La Antártica no es prioridad
— Punta Arenas es la “puerta de entrada” para la Antártica. ¿Cree usted que las principales potencias del mundo han mirado más para Antártica que el gobierno chileno?
No sería tan drástico. Una cosa es mirar. Otra cosa distinta es hacer. Creo que la mirada del Estado de Chile siempre ha sido importante. El tema es qué se ha hecho. Eso es justamente parte de mi crítica permanente contra el Estado chileno.
— Usted ya afirmó en entrevistas que la Cancillería chilena ha vivido un proceso de “argentinización”, o sea, es pasiva ante el país vecino. ¿Por qué usted cree en eso?
Nosotros necesitamos ser proactivos en la defensa de los tratados. En la parte escrita y en lo que no está escrito. Lamentablemente, la Cancillería argentina tiene una línea que se olvida del respeto a los tratados. Por otro lado, uno siempre espera que ante cualquier situación de cambio de criterios, la Cancillería haga inmediatamente un reclamo, como lo hace siempre Argentina en una situación oportuna. Por eso que uno siempre tiende a mirar con muy buenos ojos la proactividad Argentina. Es fantástico cuando uno tiene una Cancillería muy empoderada, independiente del gobierno que esté de turno, defendiendo los intereses territoriales presentes y, pongo en negrita, futuros. Lo que echo de menos es esa fuerza, potencia de parte de nuestra Cancillería chilena.
— ¿Usted ve una pasividad en las Fuerzas Armadas Chilena respecto al tema antártico también?
No, nuestras Fuerzas Armadas son altamente profesionales y no deliberantes. Por tanto, cualquier acción de ella siempre se enmarca de la política del Estado que, por cierto, lo llevan los presidentes y sus gobiernos según sus períodos.
— ¿Qué riesgos puede haber para Chile esa relación sumisa con Argentina?
Más que sumisa, que es un concepto bastante fuerte, yo diría de bastante tolerancia a esquemas que finalmente se alejan de la letra y del ánimo del Tratado de Paz y Amistad. Por ejemplo, cuando hay un mapa que incorpora parte de la proyección antártica argentina que, por supuesto, coincide con la chilena. Yo esperaría que los chilenos y que la Cancillería reiteraran los fundamentos muy potentes que no son solamente territoriales, sino también históricos, jurídicos, desde la colonia en adelante respecto del tema. Las acciones son muy importantes, pero las omisiones en el Derecho Internacional también son demasiado importantes. No es solamente que uno pida que se hagan cosas que son fundamentales. Cuando no se hacen tienen un costo mucho mayor. Por eso que durante el último año he enviado algunas cartas al diario El Mercurio, donde apelo siempre a una cosa que lo digo con todas las letras: admirable la posición de Argentina de defender sus eventuales derechos y echo de menos esa misma proactividad, convicción y fuerza en Chile.
— Para usted, Chile debe preocuparse de sus mapas. Explíquenos mejor eso.
Para mí es inexplicable que la Dirección de Fronteras y Límites no fiscalice que el mismo Estado genere mapas chilenos, sin incluir el vértice antártico que desde los años 40 forma parte integrante de nuestro territorio. Si voy a media cuadra de la Cancillería, media cuadra de La Moneda, a la Agencia de Cooperación Internacional… veré cinco pisos de mapa preciosos, pero no vienen con la Antártica. Es una responsabilidad del Estado, con toda la estructura que tiene, donde hay gente que se le paga para poder elaborar estos mapas. Qué ellos no queden al arbitrio de quien los genera, sino que vengan finalmente con los límites oficiales.
— La falta de conocimiento del país sobre la Antártica puede tener un costo grande para Chile, ¿sí?
Sí, yo estoy convencido. El Tratado Antártico es de 1959, menor que mi papá. Estamos hablando de algo que es sustantivo y por eso que lo que se haga ahora o lo que se deje de hacer va a tener un impacto muy importante. No podemos quedar en el pasado, en la historia romántica de Ernest Shackleton, de Jacques Costeau. Y creo que eso también significa re-antarticar nuestra sociedad. Tengo 51 años y soy de la generación que uno, cuando era pequeño, dibujaba Chile e Isla de Pascua desde Visviri hasta el Polo Sur con mucho orgullo, lo que se ha perdido en los últimos años. Por eso es muy, muy importante poder re-antarticarnos. Cuando el Estado requiera hacer grandes inversiones en la Antártica, uno no puede verla como algo lejano.
Además, creo que el soft power chileno pasa finalmente por tener un rol claro y absoluto respecto del territorio antártico. Eso no es una crítica contra un gobierno en particular, es contra el Estado de Chile. Cada gobierno tendrá sus tonalidades con el tema, pero sí puedo señalar que nos ha faltado ponerle más color.
— ¿Ocupar la región puede colaborar para esa re-antarticación al cual se refiere?
En la Antártica está la comuna 346, que es administrada por Cabo de Hornos. Ya hubo una ocupación territorial, pero dejó de existir por falta de mantención del Estado a las casas donde había civiles. Eso tiene que reponerse. La ocupación del lado oriental de la Península Antártica tiene que generarse.
— En los últimos meses del año pasado, Argentina presentó el Libro Blanco de la Defensa de 2023 en el que reivindica soberanía sobre áreas antárticas reclamadas por Chile. ¿Cómo usted vio la reacción del gobierno chileno?
Tibia, tibia. Ese es un tema del Estado y es parte de un rol. Por eso que la atención con el tema antártico es importante. Nos engloba a todos. Cuando hay un problema con Bolivia, de inmediato está la Cancillería para posicionarse. Pero con Argentina siento que siempre hay un freno de mano que impide tener la fuerza que los chilenos exigimos de la Cancillería para que defienda los intereses presentes y futuros de nuestra patria.
— En abril de este año, el presidente de Argentina, Javier Milei, aseguró la instalación de una base militar en la ciudad de Ushuaia. ¿Chile debe temer un avance del gobierno argentino sobre los territorios antárticos chilenos?
No es un tema de temer. Lo que haga Argentina va por un carril diferente de lo que haga Chile. Por eso te pregunto: ¿qué hace Chile? Estamos con un nuevo buque polar creado 100% por Asmar, por los astilleros de la Armada. Es un orgullo, con tecnología nuestra y que va a tener su puerto base en Punta Arenas. Nuestro puerto es básicamente el mismo que el de hace 60 años. A diferencia del aeropuerto. Un terminal seguro donde presidentes, reyes, primeros ministros paran y desde ahí se van a la Antártica. Existe también una confianza por el estándar que tiene. Pero en el ámbito portuario, si tú ves la foto hace 60 años para compararlo, es básicamente el mismo muelle. Se han hecho unas cosas menores, pero sin una mirada grande ni en turismo antártico, que hoy es importante, ni tampoco en los servicios que prestamos a las diferentes marinas del mundo (…) La intensidad con que el mundo está mirando la Antártica no ha ido de la mano con el aumento de inversión que el Estado de Chile hace.
Entonces ahí digo que más allá de lo que está haciendo Argentina, bien o mal, si lo hace o no, es qué está haciendo Chile. Para poder hacer inversiones de largo aliento y que son caras, tenemos que tener el ADN de Antártica mucho más vivo, desde Arica hasta el Polo Sur, y siento que en los últimos años esto se ha ido diluyendo un poco. Lo que siempre digo es: amigos chilenos, compatriotas, ¡la Antártica también es nuestra!
— ¿Cómo un eventual avance de Argentina sobre los territorios chilenos podrá impactar la economía de Punta Arenas?
Esto es algo muy dinámico. Por eso que la inversión en aeropuerto, en puertos, en facilidades, y también para que más ciencia se instale acá es fundamental. Esto no es una foto, estático. Y por eso se apela para que Chile sea más antártico, que se entienda que aquí hay que invertir más en obra pública pensando en este rol global que tiene Punta Arenas. El mismo presidente Milei reconoce y considera Punta Arenas como principal ciudad antártica del globo (…) Eso desafía aún más a nuestra Cancillería para que sea proactiva.