“A algunos los colgaban de sogas y los sumergían en el canal de Magallanes. Los dejaban un rato, los volvían a sacar y así continuaban. Otros narraron que los hacían correr con los pies desnudos sobre unas matas de calafates, que son tan espinudas como las zarzamoras”.
En su libro “Dawson Isla 10”, publicado en los años 80, el ingeniero y político Sergio Bitar registra su período de detención en el Campo de Concentración de la Isla Dawson, ubicada en la zona austral chilena. Bitar fue llevado a ese territorio inhóspito después del Golpe Militar de 1973 que destituyó el presidente Salvador Allende, el gobierno de la Unidad Popular y dio inicio a la Dictadura Militar chilena, que terminaría recién en 1990. Bitar era ministro de Minería de Allende y se convirtió en una de las incontables víctimas del régimen opresor del general Augusto Pinochet.
En el marco de los 50 años del Golpe de Estado, el ex secretario de Estado, quien también ocupó carteras en los gobiernos de Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, y fue senador por Tarapacá, conversó con BioBioChile sobre la importancia de mantener la memoria viva, los desafíos de la vuelta a la democracia y las conmemoraciones del 11 de septiembre.
A su juicio, se necesita “una declaración completa de las Fuerzas Armadas de ‘nunca más’. Aún falta una, la de la Fuerza Aérea. La única que no ha declarado, a pesar de ser la que bombardeó el palacio de gobierno”.
Whiskierda
— ¿Qué le parece la polémica entre organizaciones de derechos humanos y Patricio Fernández? ¿Se equivocó el Gobierno con ponerlo como coordinador de los 50 años?
Fernández era la persona que expresaba bien el compromiso total contra la dictadura, contra el golpe, a favor de la Concertación, que fue un gran momento histórico de Chile, y de voluntad de buscar bases de entendimiento. Estaba bien elegido. Lamento que haya renunciado, lamento también la forma de reaccionar de quienes más quieren mantener viva la polarización del 73 y que sea hecha con un lenguaje muy insolente. De un lado y de otro. Esas opiniones siempre van a existir y hay que reconocerlas en la sociedad. Pero hay que tener un lenguaje, una actitud en democracia, de aproximación al entendimiento. Ahí creo que hubo errores y que obligó a Fernández a renunciar.
—Algunos sectores plantearon que Fernández pertenece a la llamada “whiskierda”. ¿Qué opina de este concepto?
No merece ni contestarse. Las personas tienen que ser juzgadas por lo que han hecho en su vida, por los compromisos que han tomado, por las luchas que han dado y por los riesgos que han corrido. Tengo buena impresión de Fernández. Podría hacer una reflexión crítica, no de Fernández, sino de la forma como el gobierno de Boric ha intentado resolver, o por lo menos promover, el debate de los 50 años.
—¿Por qué?
Se hizo sin la suficiente profundidad histórica. Como son muy jóvenes, ven eso muy lejos. Nosotros que lo vivimos, lo vemos muy cerca. Tiene connotaciones distintas para diferentes generaciones. No hay que retomar la imagen de Allende como un mártir solamente. Aquí hay un proceso político más profundo y para poder haberlo hecho bien era necesario tener una dimensión de debate más histórico que no la tuvo y debería haber sido conducido por un grupo. No por una persona (…) Si hubiéramos hecho algo más amplio y traído a historiadores o gente con una visión de derecha, habría sido más rica la discusión y habríamos evitado la polarización.
— ¿Qué piensa usted sobre el llamado del Presidente Boric a firmar una declaración conjunta por los 50 años del golpe?
Es una señal de unidad nacional mínima para construir lo que viene. El ejercicio de los 50 años debe ser mirado de cara al futuro y preguntarse qué aprendimos, tratar de buscar qué aprendió cada generación. Hay muchas generaciones y ellas van recibiendo la memoria de forma distinta. Es necesario encontrar esa síntesis. Además, hay que precisar los términos de esa declaración y creo que deben ser acompañados de dos eventos más: el gran acuerdo de la Constitución y una declaración completa de las Fuerzas Armadas de “nunca más”. Aún falta una, la de la Fuerza Aérea. La única que no ha declarado, a pesar de ser la que bombardeó el palacio de gobierno.
“Pinochet estaba en el Senado, a diez metros mío”
— En junio de este año, el comandante en jefe de la Armada declaró que el quiebre de la democracia de 1973 no se puede repetir ni en Chile ni en ninguna parte del mundo. ¿Considera tarde una declaración de este tipo?
Sí, considero que es un poco tarde. También considero que es fruto de la lucha del pueblo chileno de que hay una obligación moral, política y patriótica de las Fuerzas Armadas de escuchar al pueblo. Siempre es mejor una declaración tardía que ninguna. El Ejército lo hizo el año 2003 y lo que sé es que el comandante en jefe Juan Emilio Cheyre, en aquel momento, tuvo muchas dificultades internas porque los generales más viejos que estuvieron con Pinochet, y los almirantes más viejos que estuvieron con Merino, han sido siempre contrarios a cualquier gesto que reconociera el error del Golpe Militar. Por lo tanto, esas declaraciones hechas por la máxima autoridad son un principio que puede servir a la formación de los nuevos oficiales y un gesto que da confianza a la ciudadanía, que tengamos Fuerzas Armadas nuevas, constitucionalistas e institucionales.
— ¿Por qué la Fuerza Aérea todavía no ha hecho esa declaración?
Es una buena pregunta. ¿Será porque ha habido mucha discusión de exigir que entreguen los nombres de los pilotos que bombardearon el Palacio de La Moneda? ¿Será que no tienen los comandantes en jefe la suficiente fuerza política y autoridad institucional para hacerlo? ¿O porque hay desacuerdo entre ellos? Pueden ser todos los factores, pero hay un hecho que hay que tener presente: un excomandante en jefe de la Fuerza Aérea fue elegido por el Partido Republicano como consejero constitucional y ha habido cierta resistencia. Pero por el otro lado, hay mucha gente de la Fuerza Aérea, partiendo por el general Fernando Matthei, que tuvo un gesto importante, por lo menos él, al momento de producirse el plebiscito del 88. Fue el primero que dijo ‘parece que ganó el NO’. Y esa fue una declaración que impactó bastante y limitó las posibilidades de que Pinochet u otros intentaran distorsionar el resultado del plebiscito.
—El Presidente Boric ha planteado una búsqueda a los desaparecidos. ¿Cómo ve usted ese plan?
Es una declaración de principios que tenemos que sostener. Confieso que durante el período de la democracia chilena, en varias ocasiones después de ver lo que ocurrió en Argentina y en Uruguay, y después de las amnistías brasileña y española, había mucha gente que quería poner un punto final en todo. Había una derecha muy poderosa, militares que siguieron en el poder… ¡Es la única transición en que el dictador se queda de comandante en jefe y después se va a meter al Senado como vitalicio! ¡Estaba en el Senado, así que lo tenía a diez metros mío! Algo muy detestable.
—Entonces…
Pienso que hay que sostener esa bandera moral, que una mamá que pierde a su hijo quiere saber dónde está un hueso suyo, por lo menos. No hay un costo político o los riesgos que existía antes, así que me parece bien el planteamiento de estas búsquedas. Ahora, creo que lo más importante es que el Presidente Boric, a través del ministro de Defensa, haga una gestión para que antes del 11 de Septiembre haya una declaración conjunta de los tres comandantes en jefe de las tres ramas y, ojalá Carabineros, de decir juntos, “nunca más”.
“Dictador asesino y ladrón”
— ¿Cómo se explica que, después de más de 30 años del fin del periodo militar, aún exista una parcela significativa de la población chilena que defiende la dictadura de Pinochet?
Si uno mira la historia de Chile se va a dar cuenta de que siempre ha habido sectores muy conservadores. Cuando uno ve los hechos, se pregunta: ¿44% de los chilenos votó a favor de la manutención de Pinochet otros ocho años, en 1988, después de todas esas violaciones a los derechos humanos? Y después de esa fecha, en todas las elecciones ha habido por lo menos un 30%, 40% de la población, que en dos ocasiones superó el 50%, eligiendo personeros de derecha. Piñera, por ejemplo, votó NO en el plebiscito, y eso lo sabemos.
Pero hay un 40%, y es por eso que el error de las fuerzas de izquierda más radicales de emprender contra las más moderadas es gigantesco, como ha ocurrido en los últimos años. En el fondo significa desconocer el poder de la derecha y creer que, según como se resuelva la pugna dentro de la izquierda, tú resuelves el problema del gobierno. No, ya nos pasó en la Unidad Popular y esa es una de las grandes enseñanzas de entonces. Hay que tener presente ahora de que la fuerza de la derecha es mucho más grande que los votos en el parlamento y en las elecciones. Y esa es una gran enseñanza de estos 50 años, es necesario tenerlo presente siempre. Es muy probable que los 10 años que vengan van a tener un predominio de fuerzas de derecha en Chile por la forma de fraccionarse los sectores progresistas.
— ¿Cómo puede haber una reconciliación entre derecha e izquierda si el proceso judicial de Pinochet, por ejemplo, no llegó a ninguna parte?
El proceso contra Pinochet es un avance muy importante respecto de lo que había. La gran indignación y sensación de impotencia que nos embargaba a muchos chilenos es que el dictador asesino y ladrón -porque tiene las dos características- estaba sobre la ley. Sé que esa discusión está abierta, pero confío que lo que hicimos estaba bien. Se terminó con los senadores vitalicios, se le quitó el fuero a Pinochet, quien además, fue procesado por Juan Guzmán. Mientras tanto, los médicos hicieron todo tipo de artilugios para hacerlo parecer con demencia senil. Claro que hubo engaños. Pero fue procesado, fue marginado y, aunque no haya sido condenado como Videla, en Argentina, se logró avanzar bastante más de lo que pensamos. O sea, cuando uno juzga esto tiene que decir comparado con qué.
— ¿Entonces usted no cree que la Concertación haya sido cómplice de una impunidad?
Tengo el convencimiento más profundo que la Concertación es el mejor período de la historia de Chile desde 1810. En que durante 20 años -si se suma a la Nueva Mayoría, 24- se constituye una coalición de centro izquierda que no ha existido en otro país de América Latina, y que fue capaz de llevar a cabo al mismo tiempo un proceso de avance en materia democrática.
Hay sectores de la extrema izquierda que pueden hablar de complicidad. Hay sectores de extrema derecha que dice que aplicamos el mismo modelo de la dictadura o que la Concertación negoció con la dictadura. La Concertación nunca negoció con la dictadura. Siempre habrá críticos, pero si uno mira el período histórico objetivamente, toma números, toma realidades, no conozco otra transición mejor.
— Pasamos de los dichos de Piñera respecto a los “cómplices pasivos” a la situación actual donde dicen sentirse orgullosos de Pinochet. ¿Qué tan grave es el retroceso?
No es un retroceso. Piñera defendió a Pinochet cuando volvió de Inglaterra. O sea, Piñera ha tenido una gran ambigüedad. Por un lado, dice ‘cómplices pasivos’, que es lo que permite una convergencia más amplia en la sociedad chilena. Y por otro lado tiene un respaldo electoral que lo empuja hacia la derecha. No hay que olvidarse de la historia. Piñera hizo campaña contra Aylwin diciendo que si fuera Presidente, iba a volver el terrorismo, la inflación, los problemas que había durante la Unidad Popular.
Cuando haga un análisis de su trayectoria, Piñera reconocerá que cometió un gran error cuando fue Presidente. No seguir con la reforma constitucional de Michelle Bachelet y haberla guardado en un cajón. Cabe recordar que las dos grandes movilizaciones sociales en la historia de Chile sucedieron en los dos gobiernos de Piñera. La movilización estudiantil, que levantó a un grupo nuevo que llegó a la Presidencia en diez años, y el estallido social. Entonces uno se pregunta ¿por qué esas cosas ocurren con la derecha? Creo que los chilenos tenemos que pensar que cuando la gente reacciona frente a medidas específicas, también reacciona respecto hacia dónde se va. Y cuando tú ves que una derecha te ofrece un reajuste, pero quiere hacer que funcione solo el mercado y no tiene una lógica de solidaridad, la gente siente que su futuro también está comprometido. Eso es muy importante de analizar en estos 50 años. La responsabilidad de la derecha de rigidez mental, de temor y de egoísmo para demorar reformas que al final explotan.
Nueva Constitución y memoria
— ¿Cómo ve usted el nuevo proceso constituyente? ¿Aunque el nuevo texto pueda ser más conservador que el presentado el año pasado, es mejor aprobarlo y poner un fin al que fue elaborado durante la dictadura?
Es mejor aprobarlo por varias razones que no tienen que ver mucho con el texto, sino con el significado simbólico. Esta Constitución, a pesar de todas sus reformas, es implantada en dictadura. Entonces hay una cuestión simbólica, que es decir, ¿es capaz la democracia de hacer una Constitución? El segundo punto es que en los avances logrados en el texto presentado por los expertos ha concitado el entendimiento desde la derecha a la izquierda, desde la UDI al Partido Comunista. Tercero, si Chile termina estos 50 años en el fracaso es porque una extrema derecha se instaló en mayoría y una extrema izquierda fracasó con la coalición anterior. Va a quedar con un trauma este país de inestabilidad política, de conflictos no resueltos para la convivencia. Para la estabilidad y la gobernabilidad de Chile, creo que es necesaria la aprobación de esta Constitución.
Ahora, hay riesgos, sobre todo de indiferencia por parte de la población, que no veo tan movilizada. El momento es muy importante y el nuestro fue el anterior, pero se manejó mal. Se elaboró mal y todos somos responsables. Pero soy optimista. Ayer conversaba con amigos y les dije que tenemos que buscar que Boric y Kast llamen ambos a votar por Chile en una nueva Constitución y que sus diferencias se van a resolver demócraticamente dentro de la nueva Carta Magna, no sin ella.
— A los 50 años del golpe, ¿cree usted que Chile ha transmitido de manera eficaz la memoria para las nuevas generaciones?
Me he preguntado mucho cómo se transmite la memoria y siempre miro la experiencia judía con el Holocausto como tal vez una de las más importantes e inteligentes formas de mantener vivo lo que es el nazismo y la violación a los derechos humanos. Actualmente, cada uno hace lo suyo y digo siempre a mis amigos: escriban, registren. El libro “Isla Dawson 10”, por ejemplo, lo escribí estando en el exilio y pensando en mis hijos. Lo que me pasó a mí es terrible, no quiero que a ellos les pase lo mismo.
Queda mucho por hacer y esperaba que estos 50 años resolvieran mejor ese tema. Debería ser un periodo de reflexión, más que de culpas que se cruzan de nuevo. Y esos 50 años requieren más historia, más libros, películas sobre el tema… Incluso he dicho que la reflexión debiera empezar después de septiembre de este año. O sea, abrirla aquí y tener repositorios para que los jóvenes sepan que esto es lo que pasó y no es parte de un debate político, es parte de un debate de humanismo. Hemos trabajado para transmitir la memoria, pero aún es insuficiente.