En agosto de 2016, tras la destitución de Dilma Rousseff, Michel Temer asumió la presidencia de Brasil bajo protestas de varios sectores de la sociedad y tachado de golpista. Gobernó por poco más de dos años e hizo una gestión marcada por reformas, mejorías en la economía, escándalos de corrupción y medidas que, para algunos, fueron consideradas un retroceso.
Uno de los nombres importantes de la política brasileña en las últimas décadas, Temer concedió una entrevista exclusiva para BioBioChile y comentó sobre su gobierno al frente de la mayor economía latinoamericana. Habló sobre democracia, radicalismo político y criticó a Luiz Inacio Lula da Silva, actual presidente de Brasil, respecto a su defensa sobre la dictadura de Nicolás Maduro, en Venezuela.
Abogado y miembro del MDB (Movimiento Democrático Brasileño), un partido de centro, Temer tiene 82 años y una larga trayectoria política. Fue diputado en dos ocasiones y participó del proceso constituyente brasileño en una de ellas. Presidió la Cámara de Diputados por tres veces y ocupó el puesto de vicepresidente de Dilma Rousseff entre 2011 y 2016.
En 2019, dejó la presidencia Brasil y fue sucedido por el ultraderechista Jair Bolsonaro, en medio a un país bastante dividido y que empezaba a radicalizarse politicamente. “Toda y cualquier radicalización no es útil”, recalca Temer.
Derecha, izquierda, radicales y progresistas
— ¿Por qué gobiernos progresistas no han tenido el éxito esperado y en qué medida la derecha ha sido responsable por esas dificultades?
En los últimos tiempos, y afirmo eso con base en mi larga experiencia política, creo que es totalmente irrelevante estos conceptos de ser de derecha, izquierda, progresista o no progresista. Lo que he observado es que la población quiere resultados y nada más que eso. No importa si el resultado es proveniente de un presidente que se considere de derecha o izquierda. Desde que sea positivo, se aplaude. Si no es, se desaprueba. Frecuentemente he dicho lo siguiente: Pregunta a una persona que tiene hambre, que no tiene un plato de comida en su hogar, si ella es de derecha o izquierda. Ella dice ‘quiero un pan’.
En los régimens democráticos, la idea es que la oposición ayude a gobernar porque muchas veces, al criticar el gobierno, lo fiscaliza. En Brasil, por ejemplo, la oposición no es utilizada en el sentido jurídico, pero en el sentido político. Si pierde una elección, quiere “destruir” a los que ganaron y, de esa manera, se perjudica el país.
Son conceptos simples y si son bien aplicados no hay que preocuparse si la derecha dificulta los trabajos de la izquierda o la izquiera dificulta los trabajos de la derecha. Todos gobernarían el país, cada uno a su manera. Los partidos de gobierno y los de oposición.
— ¿El llamado centro ha sido capaz de escuchar las demandas de la población? ¿Por qué la política se ha polarizado tanto entre extremistas de derecha e izquierda en los últimos años?
No es facil. El MDB, como es de centro, hace un cierto equilibrio. Pero hago una pequeña distinción entre polarización y radicalización. La polarización es una expresión que está más relacionada al conflicto de ideas, conflicto de conceptos y programas, que son fundamentales en una democracia. Lo que ha aumentado a nivel mundial es la radicalización. O sea, las personas de un lado y del otro se radicalizan, de cierto modo, y dejan poco espacio para la moderación, un cierto equilíbrio.
Esa radicalización ha llevado a agresiones verbales y hasta físicas. Y cuando digo físicas, no me refiero solamente a las personas, sino a los edificios públicos que son invadidos también. En un sistema democrático es necesario la más amplia libertad de manifestarse. Protestas en las calles, por ejemplo, deben ser permitidas. Ahora, cuando la manifestación invade, incendia, edificios públicos, es una agresión a la democracia. Eso sucedió el 8 de enero en Brasília. A medida que hubo el ingreso y el asalto del patrimonio, de los órganos donde se instalan los poderes de Estado, existe la radicalización y no hay polarización de ideas. Eso es lo que debe ser combatido.
Actualmente, el centro, al menos en Brasil, ha tenido dificultades. No sé si esta situación seguirá hasta las próximas elecciones porque he observado que mucha gente anda cansada del radicalismo. No es improbable que, en un dado momento, surja una candidatura moderada, equilibrada, que pueda sensibilizar a los electores. Pero reconozco la dificultad.
— En Chile también se nota un aumento de la radicalización política, sobre todo desde las últimas elecciones presidenciales. En la ocasión, José Antonio Kast, candidato por el Partido Republicano, fue derrotado por el actual Presidente Gabriel Boric. ¿Qué piensa usted de Kast?
Toda y cualquier radicalización no es útil. Es claro que respeto la opinión de cada uno. Existe radicalismo de derecha, de izquierda, pero pienso que eso no es bueno para el país.
Chile y política externa brasileña
— Usted presidió Brasil durante los dos últimos años del gobierno Michelle Bachelet y los primeros meses de la gestión de Sebastián Piñera. ¿Cuál es su visión del expresidente?
Como era presidente de la República, estuve en su ceremonia de asunción y, posteriormente, hice una visita de Estado a Chile. De igual manera, Piñera estuvo acá en Brasil. Mi gobierno tiene la mejor impresión suya. Sabemos todos que Piñera es un gran empresario en Chile y muy dedicado a la causa pública. Pienso que llevó beneficios al país.
— En 2018, cuando usted era presidente, Brasil y Chile firmaron un Tratado de Libre Comercio. ¿Cómo fueron las negociaciones? Por qué ese acuerdo era interesante para Brasil?
Primero, porque nosotros teníamos relaciones fraternas con Chile. Esta negociación se derivó exactamente de las visitas de Estado mencionadas anteriormente, lo que motivó bastante la idea de un acercamiento aun más sólido con el país.
— ¿Cómo ve usted la actual política externa del gobierno Luiz Inacio Lula da Silva?
Nosotros tenemos una tesis, y fue la que aplicamos durante mi gobierno, que es la del multilateralismo. En el caso de Brasil, no se puede ser unilateralista, bilateralista, trilateralista. Es necesario llevarse bien con todos los países porque las relaciones no son solamente políticas, sino también comerciales.
China es el mayor socio comercial de Brasil y el segundo es Estados Unidos. Mientras tanto, los países árabes compran nuestro pollo y comercializamos tecnología con Israel.
El gobierno Lula ha hecho un esfuerzo en el escenario internacional y creo que eso es sano y positivo.
— ¿Usted cree que hubo errores en la política con los países vecinos durante el gobierno del expresidente Jair Bolsonaro?
No la podemos aplaudir porque Bolsonaro no multilateralizó su política externa. Bilateralizó o trilateralizó, pero no fue una cosa útil. No fue últil para él, ni para el gobierno y tampoco para el país.
— Recientemente, durante la Cumbre Sudamericana, el Presidente Lula afirmó que la violación a los derechos humanos en Venezuela era una narrativa creada, algo que fue refutado por el Presidente Boric. ¿Cómo ve usted eso? ¿En verdad es una narrativa creada?
Veo con cierta preocupación. Una cosa es la relación institucional de Brasil con Venezuela y también con el pueblo venezolano. Esto es algo que debemos preservar. Otra cosa es aprobar un régimen político que, para muchos, realmente viola o hiere la democracia.
Cuando presidí el Mercosur, después del expresidente argentino Mauricio Macri, Venezuela no pudo ingresar al bloque económico y eso no sucecedió porque era el Estado Venezolano, sino porque no se aprobaba el régimen político.
Ahora, hago una observación crítica, con toda franqueza. No pienso que sea útil decir que se creó una narrativa, se debe explicar exactamente la verdad política sobre lo que sucede en el país.
Boric y la destitución de Dilma Rousseff
— ¿Qué piensa usted sobre el gobierno Boric?
Primero, tengo mucho cuidado para comentar sobre gobiernos extranjeros. Toda y cualquier palabra dicha por un expresidente puede ser malinterpretada.
Pienso que Boric ha tomado precauciones. No sé si todas las que deberían ser tomadas. Digo eso con base en mi acompañamiento de las noticias. Veo que el Presidente tiene cuidado con ciertos temas, con ciertas posturas, lo que no es fácil. Pero no tengo ninguna observación política para hacer sobre él.
— Cuando era diputado, Boric afirmó por medio de su perfil de Twitter que la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff había sido un golpe de Estado, aunque disfrazado de institucional. Hoy en día, muchos sectores de la política latinoamericana, y el Presidente Lula, incluso, lo siguen llamando a usted golpista. ¿Por qué la destitución de Dilma Rousseff fue la mejor solución para lo que sucedía en Brasil en aquel momento?
Lo que ocurrió con la expresidenta Dilma es que ella perdió apoyo político. Además, hubo las “pedaladas” fiscales, que son una cuestión técnica y están bajo penalización de destitución. Destituído el presidente, quien debe asumir la presidencia de la República es el vicepresidente. Eso está escrito en la Constitución brasileña.
Aparte de lo que dijeron Boric y Lula, si usted me permite el juego de palabras, ¡creo que fue un golpe de suerte! El Presidente Lula, en un determinado momento aseveró: ‘Temer destruyó todo lo que el PT (Partido de los Trabajadores) hizo’. Dije que eso era verdad, estuve de acuerdo con él. Nosotros destruímos un Producto Interno Bruto negativo de 5% para obtener uno de 1,8% positivo un año después; reducimos una inflación de 10% para 2,75% tras un año y medio; reducimos las tasas de interés de la Selic de 14,25% para 6,5%; realizamos una gran modernización laboral sin ningún trauma para el país, no hubo paro de los trabajadores; hicimos una reforma en la Enseñanza Media que tuvo aprobación extraordinaria en la época…
Así que lamento por los que me llaman golpista, lamento por el Presidente Boric que se haya manifestado de esa forma en el pasado. No sé si actualmente, con los problemas que tiene en su gobierno, diría lo mismo.