A José Pávez Canessa le gusta el dinero. Al menos así dan cuentan interceptaciones telefónicas que revelaron los negocios de lujo de quien —según la indagatoria que encabeza el fiscal jefe de Pudahuel, Eduardo Baeza— es el principal líder detrás del fraude tributario más grande en la historia de Chile.
Informes policiales —a los que accedió este medio— dan cuenta, por ejemplo, de los movimientos inmobiliarios del imputado. Entre ellos se cuenta una oferta para que adquiriera el antiguo departamento de la fallecida estrella televisiva, Felipe Camiroaga, y el arriendo de una propiedad en el Hotel W de la que se “cansó” porque los gastos comunes bordeaban los 800 mil pesos.
—Me acomoda el billete, no le hacemos el asco —dice el imputado en una de las escuchas mientras intentaba vender, en dinero en efectivo, un terreno avaluado en 480 millones de pesos en La Dehesa.
Antes de su caída, incluso pretendía instalar un centro eólico en Chiloé.
Los autos
Tal como reveló la Unidad de Investigación de BioBioChile, fue un paradójico error el que puso a Pávez Canessa en evidencia ante el Ministerio Público: no registraba ingresos lícitos o incluso remuneraciones formales que le permitieran justificar su lujoso estilo de vida. Ni tampoco sus lujosos negocios.
Seguimientos del equipo investigador permitieron establecer que Pávez Canessa, hasta antes de su caída, tenía su centro de operaciones en Vitacura. Allí, el imputado mantenía registradas dos oficinas donde prestaba “servicios financieros”.
Esa información le sirvió a la PDI como un punto de partida para luego obtener, por ejemplo, las placas patentes que el líder tenía inscritas en el estacionamiento del edificio de Avenida Las Condes 11700, a donde ingresaba a través de un sistema de TAG.
Así, los investigadores descubrieron la amplia cartera de automóviles que estaban a disposición del implicado. Aquí se cuentan un Volvo XC60, un Mercedes Benz E300C, un BMW X6, una Toyota Tundra, un Jeep Rubicon y un Maserati Granturismo.
Varios de ellos estaban a nombres de sociedades o terceros, lo que a juicio de la fiscalía representa una maniobra clásica del lavado de activos, denominada testaferrato. Es decir la inscripción de los bienes a nombres de otras personas para ocultar el origen ilegal de éstos.
La Ford Raptor
Los seguimientos y vigilancias dieron paso a las escuchas telefónicas. Una intervención fechada el 25 de septiembre de 2023 da cuenta que Pávez Canessa pretendía sumar otro vehículo a su ya abultado garaje: una Ford Raptor.
Así se lo hizo saber en la comunicación a Augusto, su pareja, quien le manifestó su disgusto por ese modelo (avaluado en $80 millones) por ser “muy grande”. No iba a tener cómo estacionarlo en el departamento, le hizo saber. Pávez retrucó que la decisión ya estaba tomada junto a uno de sus socios y que le iba a poner los neumáticos “más anchos que tengan”.
Su pareja se limitó a consultarle cuándo lo visitaría.
En septiembre de 2023, otra escucha develó que Pávez tenía planes de expandirse a un negocio, tal vez, inusual: las torres eólicas.
Aunque el expediente judicial no arroja mayores luces del proyecto, una conversación fechada la mañana del 25 de ese mes aporta algunos detalles. En concreto, en la comunicación, el imputado le desclasificó a un hombre —no identificado por la PDI— que se había comprado un terreno en el “sur”, para instalar y operar este tipo de antenas.
—Hay que tener espalda financiera, de al menos unos 300 millones —le hizo saber a quien estaba al otro lado del teléfono.
La conclusión de la PDI es que el imputado mantenía planes de negocios para un parque eólico en Chiloé.
El departamento de Felipe
El estilo de vida del imputado y sus negocios también quedaron en evidencia en otra intervención. En octubre de 2023, conversó con una mujer identificada como “Cami”, una amiga. A ella le dijo que era dueño de un departamento del Hotel W. Que lo había comprado, pero que lo entregó en arriendo.
—Me aburrí de la calefacción, era mala —aseguró.
Y para peor —prosiguió— los gastos comunes eran muy caros. Alrededor de 800 mil pesos, aseveró.
La conversación prosiguió. Pávez le hizo saber a su amiga que incluso le habían ofrecido para la venta un departamento que había sido de Felipe Camiroaga. La oferta estaba en las 11 mil UF (poco más de $400 millones), una opción que finalmente desechó:
—Esos están sobrevalorados porque no son tan grandes —dijo.
Y es que los movimientos inmobiliarios no eran ajenos en lo absoluto a Pávez Canessa. Numerosos análisis encargados a la PDI lo describen como una persona dedicada a la venta de propiedades. Aunque con particularidades.
En una escucha registrada ese mismo octubre, el imputado y su misma amiga Camila, discurren sobre la posible venta de un terreno en La Dehesa. La mujer le explicó que tenía a un interesado para comprar dicho bien, pero que necesitaba un descuento. El cliente no estaba dispuesto a pagar las 13 mil UF (unos $480 millones) que estaban pidiendo.
La respuesta de Pávez Canessa fue clara: podía rebajarle mil UF, siempre y cuando le pagaran en efectivo.
—Me acomoda el billete, no le hacemos el asco —retrucó según el análisis policial de las escuchas.
Dineros sin justificación
Tal como se adelantó, en el periodo investigado (2015 a 2021), el hombre no registraba ningún tipo de remuneración, lo que hizo que la fortuna que había amasado se fuera a pique.
Lo anterior dista de 2022, año tributario en que declaró rentas por $250 millones. Este 2023, en tanto, informó $270 millones.
Se trata, a juicio de la fiscalía, de declaraciones de rentas presuntas que no cuentan con base alguna respecto a algún empleo u origen legal de estos dineros.
Desde su formalización, Pávez Canessa sigue en prisión preventiva. En total, el perjuicio fiscal podría haber servido para construir 25 Cesfam, tres hospitales de alta complejidad o más de 15 liceos, según cálculos del gobierno.