—¿Qué hacemos? ¡Están los tres muertos! ¡Están los tres muertos atrás! ¡Ahí están los tres muertos!
Así reaccionó el suboficial C.A.O, primer carabinero que llegó en su patrulla al kilómetro 24 de la ruta P-72, donde se encontró con la camioneta de sus compañeros aún en llamas. En principio, junto al conductor del vehículo policial creían que las víctimas habían escapado por el bosque.
—Deja acercarme a ver, a bajarme.
—Si los polis deben haber arrancado.
Tenían temor a ser atacados, así que en un primer momento dudaron en bajarse. Pero según consta en los registros de su cámara corporal, una vez en el lugar, el suboficial insistió en salir de la patrulla.
—Deja bajarme nomás.
C. desenfundó su arma y salió a inspeccionar. Para su sorpresa, constató que los cuerpos de Carlos Cisterna, Sergio Arévalo y Misael Vidal estaban en el propio pick up de la camioneta policial. Habían sido baleados. Se encontraban fallecidos. Ese hallazgo se produjo a las 00:26 horas de esa noche, según quedó registrado en el video capturado por la cámara corporal que C. portaba ese día.
—Conchetumare ¿Qué hacemos? Chetumare, están atrás. Chetumare…
Aún en shock, volvió a subir a la patrulla y avisaron por radio de la escena.
El minuto cero
La pieza audiovisual forma parte de las evidencias exhibidas este martes durante la formalización de los tres detenidos por el caso. Los hermanos Felipe Antihuen Santi (29) y Yeferson Antihuen Santi (19), además de Nicolás Rivas Paillao. Mientras tanto, Tomás Antihuen Santi (22), que según fiscalía fue clave en el ataque, permanece prófugo y hoy es buscando intensamente por las policías.
Se trata de un video que demuestra la brutalidad del ataque y el desprecio por los uniformados de parte de los perpetradores del peor atentado sufrido en la historia de Carabineros.
Según sostiene la indagatoria, tras asesinar a los carabineros, los imputados trasladaron la camioneta de los uniformados hasta el sitio donde finalmente fue encontrada. Y entre las 00:11 y las 00:21 del 27 de abril, le prendieron fuego con los cuerpos dispuestos en el pick up. En ese mismo lapso, sostiene la investigación, dispararon contra el vehículo policial para simular un enfrentamiento.
Esto se sabe porque una residente del sector atestiguó que mientras dormía en su domicilio escuchó ocho disparos. Se despertó, miró y vio que a unos 80 metros se “levantaron unas llamas”. Presumió que se trataba de un atentado.
De manera paralela, y tras un llamado al 133, un equipo de Carabineros ya se dirigía al lugar. C.A.O. fue uno de los primeros uniformados en llegar. Esa noche estaba de servicio cuando le solicitaron concurrir al sitio donde la camioneta estaba en llamas. Al poco andar divisaron a la patrulla. Reconoció que era un vehículo de la institución por las rejas y la tronera mantenía para sacar armamentos y repeler ataques.
De acuerdo a antecedentes contenidos en el expediente de fiscalía, el primer llamado a la Central de Comunicaciones de Carabineros lo hizo el tío de los imputados, a quienes los funcionarios ejecutados debían fiscalizar una medida cautelar que pesaba en su contra.
Tal como reveló BBCL Investiga, él es una pieza clave de la indagatoria puesto que atestiguó que sus sobrinos le habían confesado tres meses antes del ataque que pretendían “hacerle algo a Carabineros” cuando “le fueran a sacar la firma”.
Seguimiento a imputados
Otros videos mostrados durante la jornada de formalización dan cuenta del proceso investigativo y cómo mediante seguimiento consiguieron muestras genéticas de los imputados para corroborar su participación en el ataque a los uniformados.
En el caso de Tomás, primero realizaron el levantamiento de muestras genéticas del sitio del suceso. Uno de los perfiles de ADN hallados en un cartucho balístico en el lugar de la emboscada no coincidía con ninguna de las víctimas, por lo que los investigadores iniciaron las diligencias para descubrir a quién correspondía. Y como Tomás ya estaba en el radar de la policía, decidieron buscar pruebas en su antigua causa, de 2020, en la cual había sido detenido por lanzar bombas molotov contra carabineros durante una manifestación en Cañete.
Allí, entre otras evidencias, encontraron una polera que el imputado usó como capucha el día de su caída en 2020. Buscaron algún rastro biológico y lo consiguieron. Los resultados eran positivos: ambos perfiles coincidían.
Sin embargo, para estar 100% seguros, los investigadores procuraron hacerse de una muestra más reciente. Siguieron de cerca a Tomás en una de sus reuniones sociales. A través de una escucha telefónica supieron que se reuniría con un amigo.
—Vamos pa Quidico po, hueón. ¿Miedito? —se escucha decir a su amigo, quien lo estaba invitando a beber. Para ello, debían moverse en autobús.
Tomás retrucó que efectivamente estaba temeroso de trasladarse en transporte público. Por ello acordaron llegar hasta la asolada localidad de la provincia de Arauco en un auto particular. Ese día, un dron siguió cada uno de sus pasos.
Así es como se ve que él y su amigo comenzaron a compartir cervezas. Cuando ambos dejaron el lugar, peritos especializados recuperaron material genético de las latas. Las muestras, una vez más, coincidían. Eran idénticas a las halladas en la polera y en el casquillo encontrado en el lugar de la emboscada.
Yeferson corrió una suerte similar. También necesitaban cotejar su perfil genético con otros hallados en un asalto en el que se presume participó el imputado junto a sus hermanos. El 26 de julio los policías se lo pillaron en Santiago y lo siguieron. Al poco andar lo vieron escupir al suelo. Los carabineros tenían lo que necesitaban: recogieron la muestra y la compararon. Al igual que con Tomás, el resultado fue positivo.