—Vamos a pasar a consultar a los acusados si van a ejercer su derecho a guardar silencio o van a presentar su declaración como medio de defensa. En primer lugar, ¿don Alexis Gabriel Villa?.
—Sí, voy a declarar.
A los 20 minutos de iniciada la audiencia en el Tribunal de Juicio Oral de Angol, Alexis Villa Carrasco confirmó que quería contarlo todo. Él era uno de los nueve imputados que estaban en la sala acusados del secuestro con homicidio de E.M. durante 2021 en Collipulli. Y también del secuestro de H.A.M., quien logró escapar.
Alexis ni siquiera opuso defensa. Le acercaron el micrófono, le sirvieron un vaso de agua, y se acomodó a narrar los hechos por más de una hora. Sólo se detuvo unos segundos cuando necesitó refrescarse la garganta. El resto de la historia, la escupió de un hilo.
Frente a todos reveló que durante 10 días torturaron a niveles inhumanos a E., más conocido como el “Cacharra” y a H., apodado el “Jani”. A ambos los golpearon, los violaron y hasta los ahogaron en el río unos minutos. A uno le sacaron dientes con un alicate. Al Cacharra después lo mataron, lo descuartizaron y quemaron su cuerpo. El Jani se les escapó.
La esposa del Cacharra, Paola, confesó a La Radio que tres años después del homicidio, todavía siente miedo. Pese a que los involucrados en el asesinato están en prisión preventiva, tuvo que huir de Collipulli con sus hijos. Piensa que en el cualquier momento van a llegar a hacerles daño.
—Perdí todo. Perdí la casa. Perdí todo, desde mi marido hacia abajo. Perdí los sueños —reconoce.
El primer secuestrado
Alexis Villa retrocedió hasta el 1 de junio de 2021, cuando estaba en su campo alimentando a sus animales. Eran cerca de las 10 de la mañana cuando llegaron Christopher Jara Fuentealba con Diego Mansilla a pedirle ayuda para recuperar unas armas y marihuana que les habían robado. Los tres, más un amigo de Alexis, Bryan Ercoli, se fueron hasta donde estaba María Ancalaf Llaupe, líder de la comunidad mapuche Choin Lafkenche.
Minutos antes, María Ancalaf, Stephany Julieta Pérez Ancalaf (su hija) y Ricardo José Luis, alias el Richi, habían ido a Collipulli a preguntar sobre sus armas.
—Y dijeron que habían sacado la información y que el maestro Cacharra les había dicho que el Jani con su hermano habían llegado en la noche todos mojados en una moto, y que habían llegado con las armas y con un poco de marihuana.
En simple, que ellos las habían robado. Así que María llamó al Jani con la excusa de que le hiciera un trabajo en el campo. Lo fueron a buscar a su casa y unos 40 minutos después estaban de vuelta. Apenas se bajó del auto le azotaron un golpe en la cabeza con una pistola.
—Enseguida va el Christopher y le pega un palo. Y enseguida viene la señora Julieta y le pega con un hacha (…) Y donde había recibido el golpe del hacha en la cabeza, sangraba mucho, botaba mucha sangre porque se le había abierto el cráneo, el cerebro —continuó el relato.
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Pero el Jani no murió. Lo llevaron hasta una bodega y lo siguieron golpeando con puños y patadas. Julieta por su parte, intentaba sacarle información sobre las armas.
—Él enseguida decía que él no sabía. Él decía, yo no la tengo, peñi. Yo no tengo nada que ver.
Lo trasladaron hasta el campo de Christopher.
Gritos de dolor
Una vez allá siguieron las preguntas por las armas. El Jani insistía en su inocencia. Lo llevaron hasta el río Salto Chancagua que pasa por Collipulli y lo hundieron una y otra vez.
—Pero las chinas (sumergir a la fuerza) eran como de un minuto o dos minutos, porque una persona… tenerla debajo del agua pienso que más de 5 minutos no, no aguanta, no resiste —aseguró Villa, quien al momento del ataque observaba todo desde la primera fila.
Lo sacaron del agua y Julieta le hizo un corte con un cuchillo en la pierna. El Jani gritó de dolor.
En el sector armaron una carpa y le sacaron la ropa mojada. Esa noche lo dejaron dormir con todas las heridas expuestas. A la mañana siguiente comenzaron a armar una choza y obligaron al Jani a construirla. También fueron donde María Ancalaf para buscar una carpa. Ella les dijo que también debían capturar al Cacharra porque él debía tener las armas.
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Recorrieron Collipulli buscándolo. Fueron horas las que dieron vueltas alrededor de su taller mecánico hasta que vieron la puerta abierta y entraron. Eran cinco, incluido Alexis, Christopher y Julieta. Con escopetas en mano le pidieron a la esposa del Cacharra y a unos clientes que se tiraran al suelo. A él le pegaron y se lo llevaron al campo, donde estaba el Jani.
Una vez ahí comenzaron a golpearlo. Jani también se unió a las patadas.
—Se pusieron a pegarles y a preguntarles dónde estaban las armas. Pero él decía que no tenía nada, que él no sabía nada.
Mientras lo seguía negando, Julieta le sacó cuatro piezas dentales con un alicate.
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Torturas y más torturas
Lo que vino después fueron tratos aún más inhumanos, denigrantes y sanguinarios. Ambos fueron violados. Cacharra más de una vez. Con él, nunca se detuvieron.
—También había una batería, una batería que la habían traído donde la señora Ancalaf, donde también se le daba corriente con eso. El Jani empezó a darle corriente entre medio de las piernas, también en los testículos —confesó Alexis.
Mientras todo eso sucedía, el resto, incluido Alexis, se reían.
Julieta con Christopher escribieron un diálogo para que el Jani lo leyera y lo enviara en un mensaje de voz a su familia. Le hicieron aprenderse todo de memoria y cada vez que fallaba le pegaban. También le sacaron fotos para que las compartiera en su celular.
—Yo tenía una bandana donde en ese tiempo usaba el pelo largo y se la pasé al Jani para que se pudiera sacar una foto porque tenía el tajo en la cabeza. También estaba muy moreteado.
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A veces Alexis y su amigo Bryan le limpiaban la herida al Jani con matico para que cicatrizara. Un “consejo” de campo, aseguró.
Para enviar los mensajes desde el celular del Jani tuvieron que ir hasta Rauco. Allí aprovecharon de comprar dos cajas de vino. Cuando volvieron les sacaron la polera a ambos secuestrados y les pegaron varillazos.
“Maté al viejo”
Como al octavo o noveno día, el Cacharra empezó a gritar de madrugada. Quienes dormían despertaron alterados. Avisó que el Jani se había escapado. La mayoría salió corriendo a buscarlo. Christopher y Julieta se quedaron cuidando a Cacharra.
Como a las cuatro de la mañana Alexis volvió.
—Cuando llegamos (Christopher) me dice “maté al viejo”. Y me dice: Le pegué unos palos. Estaba pidiéndome agua y como estaba la caja de vino a medias, le metí la caja de vino en la boca y eso le hizo como un corte, se afligió, se ahogó, entonces se murió el viejo”.
Alexis cuenta que en ese momento se puso a llorar.
Pero ni siquiera muerto, la película de terror se detuvo. Tomaron el cuerpo y lo lanzaron arriba de una camioneta. Luego avanzaron por el borde del río Renaico. Cuando se detuvieron, Diego Mansilla lo descuartizó.
Julieta y Christopher llegaron con botellas de líquido muriático. En unos baldes mezclaron partes del cuerpo con eso.
—Lo daban vuelta con un palo y decían que el cuerpo no se deshacía.
Finalmente hicieron una fogata y quemaron todo. Las frazadas, las carpas, el líquido y el cuerpo.
“No duermo en la noche”
Para entonces la Policía de Investigaciones ya los estaba buscando. Cuando Alexis volvió a su casa su mamá le preguntó qué había hecho. Entre lágrimas, le confesó todo.
Si bien cada uno comenzó a hacer su vida con normalidad, Carabineros ya les seguía la pista. A Alexis casi lo capturaron pero alcanzó a arrancarse para el monte. Desde allí llamó a su mamá:
—Y me dijo Alexis, si ha cometido algún error o alguna falta, uno tiene que asumir sus errores. Tiene que asumir si uno ha fallado.
Así que volvió a la casa y conversó con Bryan. Ambos decidieron que se iban a entregar. Antes de hacerlo tuvo una última comida con toda su familia. Se duchó, se alistó y fue a la policía.
—Entonces así me entregué, hasta el día de hoy. Así llevo tres años privado de libertad y también asumiendo mis errores y mi responsabilidad —finalizó su confesión Alexis después de haber revelado cada detalle por más de una hora en la audiencia.
A su alrededor había otros ocho imputados. El Ministerio Público pidió presidio perpetuo. Por este delito, ya hay tres condenados.
Por todo esto, la viuda de Cacharra, Paola, tuvo que irse de Collipulli con sus hijos. Admite que hasta la fecha no se han podido recuperar de lo sádico que fue todo.
—Yo en estos momentos estoy en otro lado. No puedo estar ahí por el temor que me genera. Yo aun estando donde estoy, me genera temor salir sola a la calle. No ando sola. No duermo por la noche pensando que en algún momento puedan llegar a la casa a buscarme a mí, a uno de mis hijos. Porque si fueron capaz de hacer tanto daño y asesinar a una persona, descuartizar a una persona, pueden tomar venganza —testimonió a La Radio.