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"Solo escuchaba gritos de auxilio": el relato de única sobreviviente del triple homicidio en Río Bueno

"Solo escuchaba gritos de auxilio": el relato de única sobreviviente del triple homicidio en Río Bueno

Miércoles 22 mayo de 2024 | 17:07

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C. fue la única sobreviviente del triple homicidio en Río Bueno. Se escondió en la habitación mientras Francisco —autor confeso de los asesinatos— intentaba derribar la puerta. Justo cuando la rompió y atravesó sus manos ensangrentadas por la madera, se escucharon las sirenas de Carabineros. Todo su relato quedó plasmado en una querella que interpuso. En ella detalla sus agobiantes minutos intentando sobrevivir mientras escuchaba cómo asesinaban al matrimonio de Raúl y Alejandra, junto a su hija de 10 años.

“Comienza a golpear la puerta y la empieza a romper para ingresar al interior de la pieza, precisamente para asesinarla (…) Como veía que no podía cumplir su objetivo, Francisco se va al baño contiguo de la pieza, donde estaba mi representada y comienza a golpear la muralla para romperla e ingresar a la habitación para quitarle la vida”.

Ese es parte de un extracto del relato de C., la única sobreviviente del triple homicidio de Río Bueno, donde murió el matrimonio Uribe Tapia y su hija de 10 años, Valentina. La familia era dueña de la cadena de ópticas “Visión 2020”.

Su testimonio quedó plasmado en una querella que ingresó al Juzgado de Letras y Garantía de Río Bueno. En ella, detalla los terroríficos momentos que vivió cuando Francisco Uribe Ovando entró a la casa donde estaba durmiendo y asesinó a la pareja junto a su hija de 10 años.

El escrito —que hoy expone BBCL Investiga— también revela que fue ella quien llamó a Carabineros, quienes llegaron justo cuando el acusado derribó la puerta para matarla.

Clandestino y sorpresivo

25 de marzo. 00:50 horas.

C. estaba de visita en la casa de Raúl Uribe (39) y Alejandra Tapia (43) en el sector de Cayurruca. Además de ellos tres también estaba Valentina (10), la hija del matrimonio que descansaba en la habitación matrimonial. Todos dormían a esa hora, sobre todo Raúl que se había tomado unas pastillas para dormir.

Por eso ninguno despertó cuando Francisco Uribe Ovando ingresó a la vivienda. La denuncia estipula que “llegó en forma clandestina y sorpresiva” por un lugar que tenía previamente determinado. Movimientos sigilosos que nadie percibió.

A eso se suma que Francisco ya conocía la casa: era el hermano de Raúl.

Subió hasta la pieza principal donde dormía el matrimonio con su hija. El primer ataque fue contra Raúl. Le dio 17 puñaladas. Ni siquiera emitió un sonido porque murió al instante.

Alejandra se despertó y comenzó a gritar.

—¡No, Francisco no! ¡¡A Raúl no, por favor!! —suplicó Alejandra, según expone el libelo.

En ese momento C. se levantó exaltada sin comprender qué sucedía.

“Sólo escuchaba estos gritos de lamento y auxilio. En forma muy nerviosa, asustada y sigilosa, llama por teléfono a su hermana E. para contarle que estaba pasando algo en la casa. Luego empieza a escribir a un chat familiar”, revela el escrito.

También se contactó con Carabineros para pedirles que fueran a la casa.

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Los últimos gritos

La dinámica que exhibe la querella es que Francisco prosiguió su ataque con Alejandra, quien además estaba embarazada. Pero sus gritos y los de su hija alteraron el orden. Decidió soltarla y continuar con Valentina. Le dio más de 14 puñaladas.

“Lo escabroso de este ataque a la menor de edad, es que a la niña le propina alrededor de 4 a 5 puñaladas en el cuello, prácticamente degollándola, a pesar de los gritos y de las suplicas de su madre Alejandra (para) que no lo hiciera”, destapa el libelo.

Cuando iba a continuar con el tercer ataque escuchó ruidos desde la habitación donde dormía C.

—¡Noooooo, a C. nooooo! —gritó Alejandra.

C. salió de la pieza para ver qué sucedía. La denuncia describe que Francisco se le fue encima, le dio un empujón y le hizo un corte con el cuchillo. La dejó en el suelo y se devolvió para matar a Alejandra.

A los minutos volvió por C.

Estaba escondida en la habitación cuando Francisco comenzó a golpear la puerta.

“Sostiene una conversación de lo más tranquilo. Le pregunta, entre otras cosas, quién era. (Pedía) que le abriera la puerta. (También pregunta) por qué está en ese lugar. Qué parentesco tenía”.

Interrumpe los golpes cuando escucha a Alejandra quejarse y vuelve a la pieza matrimonial para acuchillarla otra vez.

C. dejó de escuchar sus lamentos tras eso.

Cuchillazos a la puerta

En ese intertanto C. sentía que Francisco caminaba por el pasillo repetidas veces. También percibió que se lavó las manos.

“Pasa el cuchillo por la puerta diciéndole que ella sabía lo que le iba a pasar, realizando muchas veces estos actos de amedrentamiento y amenazas”.

Francisco comenzó a darle órdenes. Le aclaró que pronto amanecería. Que tenía que irse de la casa y no entrar a la pieza matrimonial. La intimidó. Le manifestó que sabía quién era y dónde vivía, así que lo mejor era que no hiciera nada.

El diálogo duró poco. El imputado decidió golpear la puerta hasta romperla. C. puso un mueble contra la puerta y con su cuerpo hizo presión. No sólo para evitar que entrara, también para esquivar los cuchillazos que atravesaban la madera.

Francisco se dio media vuelta y entró al baño que estaba al lado. Golpeó la muralla como un desquiciado pero incluso así no pudo atravesarla. Volvió a intentarlo con la puerta.

“Aplicando toda su fuerza esta puerta se rompe, no solo la estructura sino (que) se sale de las bisagras, quedando partida en dos. En ese momento se puso en peligro real la vida de mi representada”, reza el documento.

Metió la mano llena de sangre y le pidió el celular a C.

Justo en ese momento, puntualiza la querella, se escucha la sirena de Carabineros.

Trastorno efectivo bipolar

El 28 de marzo, tres días después del triple homicidio, Francisco Uribe quedó en prisión preventiva. Se le acusó por el delito de tres homicidios calificados y uno frustrado. Él mismo confesó ser el autor.

Fiscalía informó que todo se habría originado por una disputa familiar de índole económica, ya que Raúl y su esposa eran dueños de un negocio familiar de ópticas. Y Francisco trabajaba ahí.

El abogado del imputado, Sebastián Arismendi, alegó problemas mentales y pidió la suspensión del procedimiento. Presentó una ficha clínica que exponía que desde el 2016, Francisco tenía “trastorno de carácter esquizofrénico”, lo que luego se modificó a “afectivo bipolar”.

“Bajo ninguna premisa este Tribunal podría considerar que cualquier persona afectada por un trastorno bipolar debe ser considerada como inimputable para efectos penales”, argumentó el magistrado Claudio Thomas en la audiencia de formalización.

Actualmente Francisco está en prisión preventiva mientras dure la investigación. Eso sí, bajo supervisión médica en el centro penitenciario Llancahue de Valdivia.

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