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José Ignacio Venturino tenía 25 años cuando chocó su BMW con 1,24 gramos de alcohol en su cuerpo. Estaba ebrio, según la ley. En los asientos traseros iban dos mujeres que terminaron muertas. Él y su copiloto y amigo, sólo quedaron con algunas lesiones. La justicia ordenó arresto domiciliario total que cumplió internado en la Clínica Alemana. Ahora, su defensa presentó nuevos certificados médicos que aseguran que Venturino fue diagnosticado con "estrés agudo" y será trasladado a una clínica psiquiátrica.
—Mamá, vamos a salir. Nos van a pasar a buscar.
María Isabel Pizarro no recuerda la hora exacta en que su hija Agustina le dijo que iba a salir con su amiga Trinidad. Era 30 de marzo: sábado, feriado y tarde. Estaba acostada. Sólo sabe que fue lo último que le escuchó decir.
Cuando despertó en la madrugada le escribió para saber dónde estaba. No había pasado ni un minuto de eso cuando escuchó el timbre. Era seguridad ciudadana que confirmaba si era familiar de Agustina para notificarle de un accidente de tránsito que la involucraba.
Lo único que se atrevió a preguntar fue si estaba viva.
Se trasladó hasta el Hospital Claudio Vicuña. La doctora le informó que tenían que intervenirla. Su estado era grave y comenzaba a convulsionar.
Murió ese mismo domingo a las 6:51. Trinidad, la amiga, había fallecido horas antes.
José Ignacio Venturino Saporta (25) era el conductor. Quedó con un par de lesiones leves. La querella —que hoy exhibe BBCL Investiga— revela que quienes vieron el accidente notaron que caminaba normal pero alterado. No por Agustina y Trinidad que agonizaban en el suelo. De ellas dijo que “ni las conocía”.
“Numerosos testigos que se acercaron a ayudar dan cuenta de manera uniforme que las únicas preocupaciones que tenía Venturino Saporta era el ‘reto’ que iba a tener por parte de su padre por la condición en la que había quedado el vehículo; la posibilidad de ver truncada su carrera como potencial abogado; y la elaboración de una ‘explicación’ del accidente (como que) ‘se nos cruzó un animal"”, destapa el documento.
José Ignacio iba manejando en estado de ebriedad. 1,24 gramos de alcohol por litro de sangre, según la indagatoria.
La Corte de Apelaciones de Valparaíso ratificó el 4 de abril que debía mantener su arresto domiciliario total, retención de licencia y arraigo nacional. Algo que nunca cumplió en estricto rigor porque se mantuvo internado desde el dia uno en la UTI de la Clínica Alemana.
Ahora, será hospitalizado en la Unidad Psiquiátrica de la Clínica Universidad Católica San Carlos, en Las Condes. Su defensa alegó que tiene “trastorno de estrés agudo”.
Un BMW deportivo
El plan original de Agustina Espinoza (19) y Trinidad Bunster (20) no incluía salir la madrugada del 30 de diciembre. Ambas eran estudiantes de Derecho de segundo año de la Universidad del Desarrollo (UDD) y habían pasado el fin de semana largo estudiando en la casa de Agustina.
El sábado por la tarde le comentaron a su mamá que unos alumnos de cuarto año de la misma carrera, y también de la UDD, las habían invitado a una fiesta en Santo Domingo. Pero desistieron porque el plan incluía ir a una disco y preferían quedarse en la casa.
Al final terminaron yendo igual. José Ignacio Venturino de conductor y Javier Avilés Palma de copiloto las recogieron en el BMW del primero de ellos. Un automático 128ti.
La primera apelación de fiscalía detalla que cuando llegaron a calle Las Brisas, en dirección poniente, Venturino chocó con una señalética y el auto empezó a girar:
“Producto de las capacidades psicomotoras del imputado por encontrarse en estado de ebriedad y en exceso de velocidad, éste pierde el control y maniobrabilidad del móvil”.
Después de dar vueltas, el BMW negro colisionó contra unos árboles y Trinidad salió eyectada desde los asientos traseros. Falleció al instante.
La prueba respiratoria que le aplicaron en el momento arrojó 1,24 gramos por litro en la sangre. Según la Ley Tolerancia Cero —o Ley Emilia—, estaba en estado de ebriedad.
Agustina murió en el Hospital Claudio Vicuña.
Impiedad y egoísmo
Según se lee en la querella que interpuso la familia de Agustina, los testigos que ayudaron en el accidente escucharon cómo Venturino intentaba justificar el choque. Primero, haciendo creer que fue un conejo. Luego un zorro. Al final terminó en que se les cruzó un animal.
“De socorrer a las víctimas que agonizaban en el pavimento, o llamar a Carabineros o a una ambulancia, NADA. Más aún, uno de estos testigos nos señaló que se acercó al imputado, quien le habría rogado que no llamase a Carabineros, ya que no quería perder su título universitario. Al preguntarle por su nombre, se negó rabiosamente a proporcionarlo”, expone el requerimiento.
Cuando María Isabel rezaba por un milagro que salvara a su hija al interior del hospital, declaró que escuchó a Enrique Venturino Gómez —padre de José Ignacio— hacer diferentes llamados para intentar trasladarlo a Santiago.
“Me enteré de los violentos esfuerzos del Sr. Venturino Gómez por evitar que Carabineros detuviese a su hijo, tratando de sustraerlo del procedimiento regular que debe adoptarse en este caso”, testificó.
Para ella hay tres palabras que describen todo el proceso que hasta ahora han vivido: “Deshumanidad, impiedad y egoísmo”.
Esta frialdad a la que apunta la familia de una de las víctimas, se arrastra también el momento del choque, cuando uno de los testigos les preguntó a Venturino quiénes eran las mujeres.
—No las conozco, no se quiénes son —respondió, según la querella.
Estrés agudo
El Juzgado de Garantía de San Antonio lo formalizó por el delito de conducción en estado de ebriedad con resultado de muerte. Fiscalía pidió la prisión preventiva. Sólo le dieron arresto domiciliario total en su casa, arraigo nacional y le quitaron la licencia.
El Ministerio Público apeló en la Corte de Apelaciones de Valparaíso pero Venturino terminó con las mismas cautelares.
Estrictamente, José Ignacio nunca cumplió el arresto total en su casa. Un certificado médico de la Clínica Alemana detalla que el imputado estuvo hospitalizado desde el 1 de abril en la Unidad de Cuidados Intermedios.
Hasta ahora.
Venturino se armó de una nueva defensa compuesta por tres abogados experimentados: Guillermo Cantin Hein, Matías Balmaceda Mahns y Mariella Pirozzi. Todos de BPC Abogados, una reconocida firma chilena.
Como primer movimiento judicial pidieron un cambio de domicilio hasta la Unidad Psiquiátrica de la Clínica Universidad Católica San Carlos.
Un nuevo certificado médico, de una psiquíatra de la Clínica Alemana, garantizó que está con tratamiento farmacológico en ese centro médico porque tiene trastorno de estrés agudo.
“Con indicación de hospitalización psiquiátrica por sintomatología activa de estrés agudo a pesar de tratamiento llevado durante estas semanas, con riesgo suicida”, especifica la orden.
El Juzgado de Garantía de San Antonio acogió la medida y ordenó su traslado inmediato a San Carlos.
BBCL Investiga consultó a la defensa del imputado pero no ofrecieron respuestas hasta el cierre de esta edición.