A las 12:34 horas del 8 de abril, la fiscalía recibió un llamado. Alertaban que al interior de una bolsa plástica blanca había un esqueleto. Justo en calle Talavera, afuera de un edificio en Ñuñoa.
Un documento —al que accedió BBCL Investiga— relata la cronología de ese día y las primeras diligencias que gestionó el fiscal Felipe Díaz Acuña ante la magistrado de turno del Octavo Juzgado de Garantía de Santiago, María Isabel Saavedra.
¿El objetivo del persecutor? Pedirle autorización para la revisión del cadáver y amputarles la falanges de la mano para determinar la identidad de la fallecida.
Si bien en un principio las primeras versiones apuntaron a un descuartizamiento y a una nueva víctima del crimen organizado, lo cierto es que esa teoría fue rápidamente desechada por los investigadores. Bajo la mira quedó una religiosa de 80 años, que —según información recopilada por este medio— corresponde a Lorenza Patricia Ramírez Barrera, conocida como la doña Pati por sus vecinos.
Hoy, esta última figura en calidad de imputada en una investigación aún desformalizada.
La ruta de una maleta
El escrito expone que fue la revisión de las cámaras del lugar lo que le permitió al fiscal Díaz trazar, en menos de 24 horas, la cronología de cómo llegó el cuerpo hasta la entrada del edificio.
Se estableció como base de partida que durante la madrugada de este lunes, una mujer salió desde calle Los Jardines con una maleta. Avanzó dos cuadras y la dejó en calle Talavera con Eduardo Castillo.
Desde ese punto, a las 07:12 horas, un recolector a bordo de un triciclo eléctrico tomó la valija. Pero al percatarse que desde su interior expelía un olor a descomposición decidió abandonarla a los pocos metros, explica el jefe de la Brigada de Homicidios Metropolitana, subprefecto Juan Fonseca.
“Posteriormente, alrededor de las 10:06 horas otro sujeto no identificado, llegaría al lugar manipulando la maleta, para posteriormente sacar una bolsa que se encontraba al interior, dejarla en el lugar y finalmente retirarse”, se lee en el documento.
Recién a las 12:34, el conserje del edificio se percata que al interior de la bolsa había un cadáver.
Y horas más tarde, se sabría que quien vivía en calle Los Jardines y sacó la maleta originalmente, era la religiosa Ramírez Barrera. Ninguna de ellas corresponde a monjas, sino que son laicas consagradas. Es decir, llamadas internamente por Dios para vivir una vida de caridad perfecta a través de la consagración.
Un pacto de silencio
Lo primero que hizo la policía fue ingresar hasta la casa ubicada en Los Jardines. La Brigada de Homicidios aseveró que en el sitio se encontraron guantes, vestimentas y algunos materiales usados para trasladar la maleta.
A su vez, determinaron quién era la dueña de la vivienda, la que declaró como imputada y reveló la motivación de esconder el cuerpo.
—Aquí hay un pacto. Son religiosas las que vivían en el lugar (…) Esta persona realiza un pacto con esta mujer que fallece hace un año atrás y la mantiene en el lugar por el cariño que le tenía —dilucida Fonseca.
También detalla que a raíz de lo declarado por la mujer, se establece que ambas religiosas tenían una amistad de hace años. Que se tenían mucho cariño “y que habían hecho un compromiso de que ninguna de las dos se iba a denunciar si fallecían”.
—Ella informa y se refiere a este pacto en el sentido de que ellas no se iban a denunciar y no iban a realizar inscripción. Que se iban a cuidar una a otra hasta el último de sus días —agrega el detective.
Parte de los antecedentes que dio la mujer fue que su amiga habría muerto en abril del año pasado. El fiscal Francisco Lanas de la Fiscalía Metropolitana Oriente presume que no habría muerto en la casa donde se escondió el cuerpo:
—(Habría muerto) en el de ella, donde vivía ella. Y luego del fallecimiento, ella, meses después, en una fecha que no hemos precisado aún, traslada en una maleta al actual domicilio y guarda el cuerpo en una bodega interior. Ese cuerpo estuvo ahí durante varios meses.
Mantienen, eso sí, la línea del “pacto”.
—Ellas hacen esta especie de pacto de aislarse del mundo, tenía una aspiración de ser como monjas de claustro, de no tener mayor contacto con el exterior. Hacen esta especie de pacto en caso de fallecimiento de una u otra, de no dar cuenta a la autoridad.
Sin lesiones visibles
El “pacto de silencio” se acabó en abril de este año. La justificación de la religiosa para dejar el cuerpo de su amiga en la calle fue que, su hija llegó a la casa en calle Los Jardines para cuidarla.
—Nosotros entendemos que debe tener alguna especie de trastorno y en algún momento de consciencia (lucidez) ella denota que su amiga está en una maleta y quiere darle una sepultura. Ese es el motivo que indica ella por el que la deja en la esquina, para que se le dé una sepultura digna —dice Fonseca.
Aunque en un principio se habló de crimen organizado, la Fiscalía y la Policía de Investigaciones descartaron de plano esta teoría.
También se concluyó desde el Departamento de Criminalística que no habían lesiones traumáticas visibles en el cadáver.
Según fuentes de este medio, la fallecida corresponde a Erica Alejandra Fernández Mora, quien habría fallecido a sus 58 años. Eso en base a la declaración de la propia religiosa que ocultó el cuerpo y que coincide con un documento de identidad encontrada en su hogar.