Hace poco menos de cuatro años, se anunciaba la principal inversión china en 2019. Sempra Energy, la entonces dueña de Chilquinta, era comprada por la gigante china State Grid International Development Limited (SGID), por aproximadamente US$ 2.230 millones. La venta también incluyó la participación total de la empresa en Tecnored SA, encargada de entregar servicios de construcción e infraestructura a Chilquinta y a terceros, y el 50% de Eletrans SA, que ve la transmisión de la energía. Una gran operación que contribuyó para el fortalecimiento de la presencia del país asiático en Chile.
Según datos de InvestChile, la agencia pública que promueve la inversión extranjera en el país, los negocios chinos aumentaron significativamente en los últimos siete años. Mientras que en 2016 InvestChile tenía solo cinco proyectos en su cartera, con un valor de US$310 millones, al cierre de 2023 había 21 proyectos en diversas etapas de desarrollo, por un valor total de más de US$4.250 millones.
Es decir, un crecimiento de 1.370% en apenas siete años.
Según la agencia, es especialmente destacable cómo las empresas chinas se han incorporado a los procesos de concesiones y licitaciones. Son compañías que se han integrado de manera muy competitiva, tanto a los procesos públicos, como a los distintos sectores productivos.
Mauricio Benítez ha observado este crecimiento desde cerca desde hace algunos años. El ejecutivo es socio internacional en SW Chile, una empresa consultora que forma parte de ShineWing International Limited (SW), que tiene raíces profundas en Asia-Pacífico. En Chile desde 2022, su foco está en auditoría financiera, cumplimientos tributarios, servicios legales, consultoría y contabilidad. Los empresarios chinos están entre sus principales clientes.
Benítez, quien residió en el gigante asiático, destaca que el perfil del inversionista chino ha cambiado bastante en los últimos años. Si antes la decisión de invertir era personal, hace 4 ó 5 años, ejecutivos de empresas estatales han venido a Chile y decidido invertir. “El perfil ha mutado a una institucionalización de la inversión. Más que empresarios chinos, ahora son las empresas grandes, empresas privadas, listadas, las más interesadas”, afirma.
La mayoría de los interesados en hacer negocios en Chile son hombres con edad entre 45 y 50 años. Normalmente, tienen experiencia en China y otros países de Asia, como Singapur, y una característica bastante empresarial. Cuando viene alguien de una empresa grande, el rango de edad es un poco menor, entre 38 y 40 años. “Antiguamente, el empresario que venía a Chile era para tantear, ver la situación. Pero hoy, el que viene y decide hacer un viaje largo, es para hacer algo y de alguna manera va a hacer un negocio”, explica.
Chile no ha llamado la atención de los chinos solamente en el sector energético. Joyvio se convirtió en la dueña de Australis Seafood, la quinta mayor salmonera de Chile, mientras que en el ámbito de la agricultura, Yentai Changyu Wine adquirió en 2017 el 85% de Betwines (grupo Bethia), que tiene las bodegas de Santa Alicia, Dos Andes y Viñas Indómita. Ya en el ámbito del bienestar público, empresas provenientes del país asiático son las responsables por invertir en hospitales en Maule con la finalidad de mejorar las condiciones médicas en la región.
Pero el sector que ha hecho brillar los ojos de los empresarios chinos es el de minería. Tianqi Lithium, por ejemplo, es una de las empresas chinas con mayor presencia en la minería chilena. En 2018, hizo la adquisición del 24% de SQM en US$ 4.100 millones. La compañía Tonglin es otra que está presente en Chile. Llegó en 2008 para desarrollar el proyecto de cobre Catania Verde.
La banca también no ha dejado de ser parte de las inversiones. El primer banco chino que aterrizó en Chile fue el China Construction Bank, hace diez años. Poco tiempo después vino el Bank of China, lo que hizo más fácil los procesos de inversión.
Las dificultades para la inversión china
“Para China, Chile es un país amigo y un socio firme. Por eso, China quiere desarrollar aun más las relaciones económicas y comerciales con Chile”, asevera Ma Kegiang, consejero económico y comercial de la Embajada de China, en entrevista exclusiva para BioBioChile.
Pero no todo ha sido flores para los inversionistas asiáticos. La motivación para hacer negocios en Chile muchas veces enfrenta dificultades. Según Benítez, hay dos razones principales y una de ellas es cultural. “El chileno es diferente para negociar y para trabajar. En China, lo primero que se habla es el precio. En Chile, lo último que se habla es el precio. Entonces choca, porque el chileno no está dispuesto a dar el valor, y China no está dispuesta a conversar mucho si no van a llegar a nada”, destaca. Un segundo punto que es necesario ser mencionado es la lejanía, no solo en lo que se refiere a la distancia, sino también la diferencia horaria. Entre Santiago y Pekín hay una diferencia de 11 horas.
“Existe otro tema relevante: la percepción del chileno hacia el chino. Nosotros tenemos una marcada tendencia a hacer negocios con Estados Unidos y con Europa. Pero creo que llegamos a un punto de inflexión que nos muestra que negociar con China trae más beneficios que perjuicios. Negarlo es tapar el sol con un dedo”, agrega Benítez.
Chile y la nueva Ruta de la Seda
A pesar de la distancia, las relaciones entre Chile y China son muy antiguas. Pero desde que el país asiático pasó a integrar la Organización Mundial del Comercio, en 2001, estas relaciones se estrecharon. El profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Andrés Bórquez, explica que primero China pasó a tener interés en Chile, sobre todo en el intercambio comercial, en el cobre. Un interés tardío, ya que años antes Chile ya se había abierto a la inversión extranjera y otros grandes actores ya estaban invirtiendo en las mineras del país. Entonces, la vía encontrada por los chinos fue el comercio. Y esto tenía un objetivo claro: industrializar, sobre todo, la zona interior de China.
“En cambio, la segunda ola de inversiones ocurre más o menos desde el 2014 en adelante. Los intereses chinos ya son otros y tienen que ver mucho más con la electromovilidad, con la tecnología más sofisticada. Y ahí ya no solamente necesita el cobre, sino que también necesita el litio. Chile deja de ser un país para comercializar solamente y se convierte en un lugar para invertir efectivamente”, dice Bórquez.
La segunda ola mencionada por el académico va de la mano con “La Franja y la Ruta, una estrategia del gobierno chino impulsada por el presidente Xi Jinping. Lanzada oficialmente en 2013, ella busca promover el desarrollo económico y la conectividad de China con los países que hacen parte de la iniciativa. Conocido también como la “Nueva Ruta de la Seda”, el proyecto se divide en dos frentes principales: la Franja Económica de la Ruta de la Seda, que está relacionada a los proyectos de infraestructura terrestre en Eurasia; y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI, que incluye proyectos en África, América Latina, Asia y Europa.
Actualmente, China es uno de los principales inversionistas y el primer socio comercial de Chile. Un 40% de las exportaciones chilenas van directamente hacia el gigante asiático y esta fuerte dependencia preocupa a Bórquez. “Cualquier libro de economía básico dice que no hay que depender de un solo país sobre el 30%, porque eso ya configura una dependencia. Entonces, claramente eso es un asunto que hay que poner atención. Si bien tenemos dependencia, al menos existe un superávit comercial con China, exportamos mucho más de lo que compramos. Entonces podemos decir que se puede ir balanceando esa variabilidad, pero no es recomendable esa dependencia porque nos expone finalmente a los cambios que puedan surgir en los patrones de consumo o en la economía directamente. Si China tiene un problema sustantivamente económico, por ejemplo, va a racionalizar sus compras internacionales”.
“Automáticamente eso impactaría para nosotros. Tenemos productos minerales, podemos reorganizarlo en un mapa de exportación en el corto plazo, en el mediano plazo, pero, todo lo que es alimento, si baja la demanda, es muy complejo de generar mercados tan rápidamente. Entonces creo que ahí hay un desafío significativo”, asegura el académico.
“El desafío de enfrentar esa dependencia comercial es una responsabilidad primordial de las élites políticas. Me refiero principalmente a los actores del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de Economía, además de los gremios empresariales. Para enfrentar ese desafío creo que podemos utilizar a China como nuestra plataforma para que podamos posicionarnos en los países de la cuenca asiática, sobre todo del sureste asiático, y hacia las zonas de Euroasia. China tiene una red de infraestructura enorme. Hay que utilizarla y diversificar nuestras exportaciones”.
Dominio global
En el año 2000, el PIB chino era de US$ 1,2 trillones, mientras que el de Estados Unidos era de US$ 10,2 trillones. Veinte años después, las cifras cambiaron completamente. Los Estados Unidos llegaron a US$ 20,8 trillones y China a US$ 15,6 trillones. En dos décadas, los chinos crecieron proporcionalmente mucho más que los estadounidenses. ¿El país asiático dominará el mundo? ¿Estados Unidos ha perdido influencia por sobre China?
Para Bórquez la respuesta es no y la influencia de las dos potencias deben ser analizadas bajo cinco variables: económica, comercial, militar, innovación y cultural. “Si hiciéramos un análisis con estas cinco variables y las testeáramos en el caso de Chile, yo diría que solamente en una de ellas hay un desafío hegemónico, que es la comercial. Efectivamente, en este momento, China es el actor principal del comercio exterior de Chile. No solamente en los números, sino que también en las relaciones que se van llevando en esa línea. Pero en las otras cuatro variables, Estados Unidos sigue siendo la potencia dominante, o la potencia con mayor influencia”, explica.
A pesar del aumento de la participación comercial de China en Chile a lo largo de los últimos años, Ma Kegiang, enfatiza que esto no está relacionado de manera directa o indirecta con un plan de influir políticamente. “La no interferencia en los asuntos internos es uno de los principios fundamentales de la política exterior de China. El gobierno chino promueve activamente que las empresas ‘salgan al exterior’ y requiere que ellas operen de manera legal y conforme a las regulaciones, respetando las leyes locales y las decisiones políticas gubernamentales. No involucrándose en la política local. El gobierno chino no interviene en estas inversiones y mucho menos tienen motivaciones políticas. Al mismo tiempo, confiamos en que Chile pueda mantener un entorno empresarial justo, equitativo y no discriminatorio, evitando interferencias externas”, resalta el consejero, refiriéndose entre líneas a Estados Unidos.
Entrevistada por BBCL Investiga el pasado diciembre, la embajadora de EEUU en Chile, Bernadette Meehan, destacó lo fundamental que es compartir los mismos valores para que se establezca relaciones con otro país y añadió que es importante que Chile haga siempre una autoevaluación. “¿Nos importa la transparencia? ¿Nos importa la calidad de los productos y servicios? ¿Nos importa la democracia? ¿Nos importan los derechos humanos? ¿Nos importa el trabajo? ¿Nos importa el medioambiente? Y si la respuesta es sí, creo que hay ciertos países en el mundo en los que dirías “ok, hay una visión compartida” (…) Y hay países en los que creo que hay un poco más de división en cómo vemos el mundo”.
BBCL Investiga también se puso en contacto con el Ministerio de Hacienda para saber cómo la cartera ve el avance chino sobre Chile, pero hasta el cierre de este artículo no hubo respuesta.
Derechos humanos cuestionados
A fines de enero pasado, la directora de Aministía Internacional para China, Sarah Brooks, declaró que durante el Examen Periódico Universal -proceso por el cual los Estados miembros de las Naciones Unidas son evaluados sobre su historial de derechos humanos en el Consejo de Derechos Humanos- el país asiático trató de “manipular a la comunidad global, negando el alcance y la envergadura de las violaciones que comete”. Brooks se refería, sobre todo, a la represión a la etnía uigur, que habita la provincia autónoma de Xinjiang, al noroeste de China.
“Las autoridades se han negado a reconocer hechos fundamentales presentando su represión de la población uigur como una lucha efectiva contra el terrorismo y su supresión del espacio de la sociedad civil en Hong Kong como aportación a la estabilidad de la ciudad”, afirmó la directora.
Tres meses antes, más de 50 países miembros de las Naciones Unidas publicaron una declaración conjunta en la que denunciaban los crímenes contra la humanidad cometidos por el gobierno chino contra los uigures y otras comunidades túrquicas, solicitando a Pekín poner fin a las sistemáticas violaciones, además de torturas y esterilizaciones forzadas. El documento citaba el informe de agosto de 2022 de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos sobre Xinjiang.
Las políticas laborales chinas también han sido cuestionadas. Una investigación del académico alemán Adrian Zenz, especialista en análisis de las políticas de opresión de Pekín, afirmó que los uigures movilizados entre los años de 2016 y 2020 para ocupar puestos de trabajo en distintas partes de China, realizaban actividades de forma forzosa. Mientras que la BBC también mostró por medio de una investigación que miles de uigures y miembros de otras minorías hacían duros trabajos manuales en los campos de algodón de la región de Xinjiang.
Ma Kegiang es crítico de la interferencia de algunos países en lo que se refiere a derechos humanos. “China considera el respeto y la protección de los derechos humanos como una tarea crucial en la gobernación, adoptando la filosofía de derechos humanos centrada en el pueblo. China combina los principios universales de los derechos humanos con sus circunstancias específicas, dando prioridad a los derechos fundamentales como el derecho a la subsistencia y al desarrollo. Lamentablemente una pequeña parte de los países ha politizado e instrumentalizado los derechos humanos, interfiriendo en los asuntos internos de otros países con el pretexto de proteger a los derechos humanos. Crean conflictos, frenan el desarrollo de naciones, se consideran ‘grandes maestros’. Pero estos países también enfrentan graves problemas en esta materia. Lo que más deberían hacer es levantar un espejo y mirarse a si mismos”, agrega Ma Kegiang.