Este artículo contiene descripciones explícitas de abusos sexuales y puede herir sensibilidades de nuestros lectores. Pese a ello, este medio publica la declaración de la denunciante pues permite dimensionar la envergadura de las acusaciones contra el oncólogo.
—Me tocaba la espalda, como haciendo presión en la columna, como una típica cosa sexual. Él se abría el pantalón, se escuchaba la sensación que se abría algo. Y sentía su pene entre medio de las piernas.
Esta es parte de la declaración de M.G. ante la Brigada Investigadora de Delitos Sexuales Metropolitana de la PDI, a la que tuvo acceso la Unidad de Investigación de BioBioChile. Su primer testimonio lo entregó durante 3 horas a la policía, el 5 de diciembre de 2017, casi seis años antes de morir.
M.G. fue la primera en denunciarlo formalmente. Murió el 20 de septiembre de 2023. No alcanzó a presentarse en vida al juicio, pero —además de su testimonio de 2017— en octubre de 2022 declaró de manera anticipada a través de una videoconferencia que se extendió por cerca de cuatro horas. En la instancia, la mujer declaró ante un juez de garantía y tuvo que responder a las preguntas de la defensa del imputado. Para ese entonces ya sabía que su riesgo de muerte era inminente.
Esas palabras de 2022 ahora son parte de lo que se está exhibiendo en el juicio oral contra el ex jefe de oncología de la Clínica Las Condes, Manuel Álvarez Zenteno, que está en curso y comenzó el pasado 11 de marzo.
Su historia con el cáncer inició en noviembre de 2015 con una molestia en el recto. Acudió al doctor Álvaro Zúñiga en la Clínica UC San Carlos. En enero 2016 se realizó una colonoscopía, en ese mismo recinto, en el cual le diagnosticaron un cáncer y, tras varios otros exámenes, también le detectaron tumores en el hígado.
Si bien el médico le recomendó un especialista de la propia clínica, su familia empezó a buscar un profesional idóneo en la Clínica Las Condes, en buena medida porque allí tenían un seguro catastrófico que le iba a dar cobertura apropiada. Así las cosas, haciendo averiguaciones, le recomendaron al doctor Álvarez.
El primer acercamiento
Según consta en su testimonio de 2017, revisado íntegramente por BBCL Investiga, a la primera consulta con él acudió con su hija y su marido.
—Me pareció rara la manera de examinar y la cercanía… yo estaba primero tendida en la camilla y me examinó así de frente y después me hizo ponerme de medio lado con mi trasero hacia él. Y ahí su parte genital como que se refregaba con mi trasero, en una parte de su consulta que es un ambiente separado de donde estaban mis acompañantes.
Manifestó la extrañeza a sus cercanos apenas salieron.
—Les conté que había encontrado todo muy extraño. Mi marido y mi hija me dijeron: “Qué raro ¿Estai segura? ¿Cambiamos de doctor?”. Pero como era mi primera vez, yo quería avanzar en mi dolencia y yo pensaba que no lo iba a hacer más.
También lo dejó pasar porque empezó a tener resultados positivos.
—Eso hizo que siguiera tratándome con él, pensando que era como una especie de salvador.
Fue a su consulta unas cuatro o cinco veces más. Le siguió haciendo lo mismo.
Revisión “médica”
En la primera mitad de 2016, M.G. se internó unas 14 veces, quincenalmente en la Clínica Las Condes. Todo para recibir su quimioterapia. Siempre en una habitación individual, al menos 3 días cada vez. Siempre con el doctor Álvarez.
—Ahí empezó a pasar que, desde que me interné la primera vez para la quimio, él me hacía generalmente una revisión “médica”, en que me auscultaba, verme los ojos, la lengua, palpar el estómago, la piernas, para ver si estaban hinchadas.
Hasta ese punto todo bien, pero…
—Luego me hacía ponerme de costado en la cama con el trasero mío hacia él. Y él ahí se cargaba de mis hombros, como haciendo una presión y me decía: “¿Te duele?”. Y luego se acercaba mucho su parte genital a mi trasero y se refregaba mucho más que lo que fue las veces que me vio en su consulta.
Una típica cosa sexual
Poco a poco Álvarez comenzó a ir incluso más allá.
—Me hacía girarme con las piernas hacia adelante, luego pararme, darme vuelta con mi cuerpo hacia la cama, agacharme, y él ponía una almohada para que me quedara más altura y no quedara tan abajo yo.
Peor aún, después de eso la hacía abrir las piernas y se le acercaba por atrás.
—Se refregaba moviendo mis caderas y él, pegado pegado, con sus genitales diciendo que yo tenía muy poca movilidad, que estaba muy rígida. Me tocaba la espalda, como haciendo presión en la columna, como una típica cosa sexual.
De acuerdo al testimonio de M.G., la situación adquiría frecuentemente el mismo tenor. Con ella de espaldas, era difícil saber con exactitud qué intentaba hacerle.
—Él se abría el pantalón, se escuchaba la sensación que se abría algo. Y sentía su pene entre medio de las piernas.
De un modo u otro, ella intentaba evitarlo. Trataba de moverse hacia adelante y usaba unos calzones faja para cuando tenía ese tipo de revisiones. Aun así, ninguna de esas acciones lo detenía.
Huyendo de las cámaras
Según relata la víctima, en la clínica hay salas con cámaras y otras que no. Cuando se trataba de una habitación en la que pudieran quedar registros, él la “examinaba” en el baño.
—Me hizo ponerme afirmada y agachada sobre el vanitorio. Y él se ponía detrás y pasaba lo mismo que en la cama, pero en el baño. Incluso sacaba el basurero del baño y lo ponía afuera para tener más espacio.
De todas formas, sus comportamientos comenzaron a generar sospechas. Ella recuerda un episodio en particular donde intentó ir incluso pasar del abuso sexual a la violación. En principio iba todo como siempre.
—Siento su pene como siempre en el trasero. Y me corrió el calzón hacia abajo y en el cachete lo sacó afuera. Y empieza a puntear, como tratar de meter la punta o meter su pene en mi vagina, pero con el calzón puesto.
Ella estaba de espalda a la puerta, no logró identificar quién en ese momento, pero sintió que alguien entró sorpresivamente. En el acto se cerró la chaqueta. Según supo después, era una enfermera.
—Estoy yo aquí —dijo el doctor.
—Ah, es usted —respondió ella.
—Sí, yo estoy aquí.
Pero esa situación no lo detuvo, simplemente retomó el abuso.
—Después fue como siempre al baño. Cortaba un papel, se lavaba las manos y yo me sentaba de nuevo en la cama ¡Y él salía como si nada! Esa vez se puso el maletín adelante de sus genitales.
Al descubierto
La enfermera que entró por accidente volvió más tarde a su habitación y le empezó a preguntar sobre el episodio.
—¿Qué es lo que pasó con el doctor? —le dijo.
—No, nada.
—Yo vi al doctor —insistió.
—Bueno, eso que tú viste me pasa todas las veces que vengo. O sea como 30 veces, más las veces que fui a la consulta.
—Estoy dispuesta a perder el trabajo, pero ¡no puedes aceptar que pase eso!
Fue la primera persona que se mostró dispuesta a tomar una acción, pues -según su testimonio- cuando le comentó a la psicóloga Verónica Roberts y al psiquiatra Octavio Rojas, ninguno tomó acciones. Pese a que ellos estaban para dar soporte a su salud mental en medio del combate de su cáncer.
El episodio claramente inquietó a Álvarez. Al rato volvió a su cama con preguntas.
—¿Qué te vino a hablar la coordinadora? —le dijo el doctor.
—Me preguntó cómo estaba el catéter —respondió.
—¿No te preguntó nada más? Porque esa chica anda con sus cosas.
“Hay muchos rumores contra mí”
Se fue, pero volvió después de almuerzo. Ahí le insistió en que quiere despedir a 11 trabajadores, entre ellas la enfermera en cuestión, pues debía realizar una reducción de personal. De paso, admitió que se hablaba mal de él, lo que ella entendió como una petición para que hablara bien de él.
—Hay muchos rumores contra mí, que yo trato mal a las enfermeras, al personal en general y que abuso de los pacientes —afirmó.
No solía visitarla tan seguido, pero esa misma jornada, por la noche, volvió con muy buen ánimo y con un semblante simpático.
—Hemos hecho un buen equipo. Nos ha ido bien —le dijo.
De paso, con una postura sugerente, apoyado en el muro, le confidenció que se iba a ir de vacaciones durante el verano de 2018, enero y febrero.
—Me voy a ir a descansar, paso mucho acá.
Después de eso, al otro día no apareció más por su habitación. En el entretanto, la enfermera decidió ingresar una denuncia ante la PDI, que llegó a la clínica. La propia víctima ratificó después lo denunciado ante la policía.
Al cierre de su declaración, expresó un desahogo.
—Me molesta que él creyera que yo no sentía el ruido, el pene, la fricción ¿Para qué me hacía ir al psiquiatra? ¿Por qué? ¿Contaba con que nadie iba a tener una reacción?
Consultada la defensa de Álvarez, evitaron profundizar en el contenido de la declaración de la víctima. “La defensa del doctor Manuel Álvarez no se referirá de ninguna manera a un testimonio preliminar y extrajudicial de una paciente, cuya incorporación al juicio oral está prohibida por ley. Por otro lado, el tribunal ha dictado reserva de todos los antecedentes del juicio. Esta defensa respeta y acata esa decisión del tribunal”, aseguró César Ramos, socio de Bofill Escobar Silva Abogados.