La Corte Suprema condenó ayer lunes a 15 ex agentes de la CNI por la matanza de siete militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) en agosto de 1984. Todo como consecuencia de la denominada Operación Alfa Carbón. En la resolución aparecen prominentes figuras de la policía secreta de la Dictadura, entre ellas Álvaro Corbalán.
De acuerdo a lo establecido por el máximo tribunal del país, la Central Nacional de Informaciones coordinó los homicidios de Nelson Adrián Herrera Riveros, Luciano Humberto Aedo Arias, Mario Octavio Lagos Rodríguez, Mario Mujica Barros, Juan José Boncompte Andreu, Rogelio Tapia de la Puente y Raúl Jaime Barrientos Matamala. Hechos cometidos el 23 y 24 de agosto de 1984, en Los Ángeles, Concepción, Talcahuano y Valdivia.
Los sentenciados corresponden a Marcos Derpich Miranda, vicedirector y jefe de las divisiones regionales de la CNI. Se le condenó a 5 años por asociación ilícita y otros 20 años como coautor de siete delitos de homicidio calificado.
El mismo castigo -y por los mismos delitos- deberá purgar Álvaro Corbalán Castilla, quien para entonces fungía como jefe de la Brigada Antisubversiva de la CNI.
Patricio Castro Muñoz, quien fuera sindicado como uno de los “cerebros” de lo que se conoció como la “Cutufa”, la financiera ilegal que estafó a civiles y militares en los 80, deberá hacer lo propio respecto de los cargos de asociación ilícita. Sobre él, eso sí, pesan los homicidios de tres de las víctimas, por los cuales sumará también otros 15 años y un día.
Los homicidios fueron encargados por la CNI, luego de que el jefe del organismo en Concepción recibiera noticias respecto de la reorganización de células del MIR en la zona. Los hechos fueron informados a Santiago desde donde se dispuso la llegada de Álvaro Corbalán, quien por entonces estaba al mando de la División Antisubversiva.
En cumplimiento de esta orden -versa el fallo- Corbalán ordenó que varios equipos, integrados por personas de las distintas Brigadas de Santiago, integradas por dos o tres personas y con movilización y financiamiento otorgados por la División Antisubversiva, se trasladaran a las ciudades de Concepción, Los Ángeles y Valdivia, para que, en coordinación con miembros de Regionales de la CNI de las respectivas ciudades, llevaran a cabo las diligencias que terminaron con los siete miembros del MIR fallecidos.
En el mismo fallo también resultó condenado Jorge Mandiola Arredondo, como coautor de cuatro homicidios calificados (15 años y un día), aunque fue absuelto respecto de los cargos de coautor de asociación ilícita.
A él se suman Roberto Farías Santelices, Luis Gálvez Navarro, José Aravena Ruiz, Luis Andaur Leiva, Sergio Mateluna Pino, Patricio Bertón Campos, Bruno Soto Aravena, Oscar Boehmwald Soto y Ema Ceballos Nuñez, todos condenados a 10 años y un día como coautores de homicidio calificado.
Por su parte, Luis Torres Méndez deberá purgar 15 años y un día como coautor de dos homicidios calificados. En tanto, Luis Moraga Tresckow cumplirá cinco años de libertad vigilada como coautor de dos homicidios calificados.
AK-47: una ráfaga por la espalda
La muerte de Luciano Aedo ocurrió la mañana del 23 de agosto de 1984, de acuerdo a lo programado. En una plazoleta de Talcahuano, la CNI detectó a tres miembros del MIR. Al percatarse que eran perseguidos, Aedo subió a un bus en dirección a Hualpencillo —hoy comuna de Hualpén, antes Talcahuano— y cuando llegó a dicho se bajó e intentó huir a pie.
Pese a sus intentos por escapar, en la esquina de las calles Grecia con Nápoles, uno de los agentes le disparó con su arma de fuego. Acto seguido, otro CNI se acercó con un fusil AK-47 y le disparó una ráfaga directamente en la espalda.
Nelson Herrera y Mario Lagos fueron ejecutados en una escena similar. En la misma escena anterior, optaron por huir en un taxibus en dirección a Concepción. Fueron seguidos por la CNI e interceptados frente a la Vega Monumental, en Avenida 21 de mayo con Mencia de Los Nidos.
Los miembros de la CNI ordenaron bajar a todas las personas del vehículo de locomoción colectiva, pero como algunos se negaron —entre ellos Herrera y Lagos—, los agentes les lanzaron bombas lacrimógenas. Así lograron que todos descendieran por la fuerza.
En ese instante les dispararon e hirieron a Herrera y Lagos. Este último intentó huir, pero también fue asesinado con un fusil AK que portaba uno de los agentes. Herrera, en tanto, fue capturado. Enfilaron hacia el Hospital Regional de Concepción, para supuestamente atender sus heridas, pero por vía radial Derpich ordenó asesinarlo.
Para ello se desviaron al inicio de la ruta a Santa Juana, donde le dispararon en el cráneo. Aún esposado, llevaron el cuerpo hasta la urgencia del hospital, donde lo dejaron abandonado.
Esa misma tarde, en Los Ángeles, dos agentes asesinaron a Mario Mujica, acelerando la operación a raíz de lo ocurrido en Concepción. Lo propio hicieron también en Valdivia, durante la misma jornada, para dar muerte A Rogelio Tapia y Jaime Barrientos. Al día siguiente, el 24 de agosto, también ejecutaron a Juan Boncompte Andreu en la mencionada ciudad fluvial.