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"Te voy a hacer mierda": los crudos relatos de Nabila e hijos que reconstruyen homicidio de su pareja

"Te voy a hacer mierda": los crudos relatos de Nabila e hijos que reconstruyen homicidio de su pareja

Lunes 04 marzo de 2024 | 06:00

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La Fiscalía dice que fueron 30 golpes los que mataron a Gerardo Bañares, la última pareja de Nabila Rifo. Sus hijos mayores confesaron el ataque. Cuando les tocó dar su testimonio revelaron que hace un año vivían rodeados de violencia física y psicológica. Que era un hombre que le pegaba a su madre y que, aunque denunciaron en más de una ocasión, siempre terminaba volviendo a la casa. Su defensa apunta a esa línea, al historial de violencia que los rodea desde 2016. "Mi madre me contó que en la calle varias veces la golpeó con patadas o combos que a ella le dolían, pero no lo denunció", contó uno de los hermanos.

En dos minutos el cuerpo de Ignacio Gerardo Bañares recibió 30 golpes. 13 con un bate de béisbol y 17 con una manopla. Al menos ese es el cálculo que maneja la Fiscalía tras hacer zoom a un video de baja calidad que consiguieron de la cámara que tenía el minimarket de enfrente.

La pelea completa duró un poco más. Empezó a las 21:17 horas del 1 de febrero y terminó 15 minutos después, cuando el cuerpo ensangrentado e inconsciente de Bañares agonizaba en el antejardín. Sentada a su lado, en estado de shock, estaba su conviviente, Nabila Rifo.

Ella misma le relató a los carabineros -cuando llegaron a la calle Ensenada- que sus dos hijos fueron los que lo agredieron. Poco antes su pareja llegó borracho y lanzando piedras a la casa.

—Gerardo entró por el portón hasta el patio y decía: “Quiero buscar a mi mujer” —declaró la propia Nabila a la PDI ese día.

En ese momento no tenía idea dónde se habían metido sus hijos. Huyeron al instante. Pero la desaparición de ambos duró poco. Para la madrugada, uno de ellos decidió entregarse en la Primera Comisaría de Coyhaique y confesar que él era el responsable. El otro se quedó adentro del jeep. A esa hora Bañares ya estaba muerto en el Servicio Médico Legal.

Al final, los dos hermanos terminaron detenidos. En la confesión que entregaron a la PDI argumentaron dos puntos. El primero, que lo que hicieron fue a modo de defensa. El segundo, que desde hace meses registraban un historial de violencia de la que ni ellos ni su madre podían darle fin.

El hijo menor

Antes de que Gerardo entrara a la vida de Nabila, conoció primero a J.T.R, su hijo de 17 años. Se contactaron a través de Facebook. La familia había comprado un vehículo que necesitaban restaurar y Bañares se asomó como mecánico en la red social.

El arreglo quedó perfecto; tanto, que terminaron compartiendo una mateada junto a su hermano mayor F.T.R. Y por supuesto, su madre.

De ese primer encuentro, donde él contó de su vida y de su infancia dura, vinieron otros. Fue la propia Nabila quien lo volvió a contactar al mes y luego las salidas fueron más frecuentes. Gerardo hasta los llevó al aeródromo de Coyhaique para que aprendieran a manejar.

En la declaración que entregó J. a la PDI mencionó que se convirtió en un “amigo” dentro de la familia. Que al principio él se mostraba “buena onda”.

—Luego llegó a algún acuerdo con mi madre y se empezó a quedar en la casa, no se fue más —recordó en ese entonces.

Los primeros meses compartieron poco porque J. estaba siempre afuera con amigos. De lo que pasaba al interior de la casa se enteraba por lo que le decía F. En agosto decidió estar más presente. Ese mismo mes su hermano le avisó que Bañares había llegado borracho, que empujó a su madre y con un cuchillo dañó la puerta. Prefirieron no denunciar. Él mismo se fue de la casa y volvió a las horas.

J. empezó con crisis de pánico y algunos problemas en la calle. A fines de ese mismo mes presenció otro episodio.

—Una noche mi madre discute con Gerardo por la cantidad de leña que le estaba echando a la estufa. Él le grita algo, como una insolencia, y luego se le acerca y le da un combo en la guata. No lo vi, pero escuché a mi madre que se quejaba. Yo le pregunté a Gerardo que qué estaba haciendo y él tomó todas sus herramientas y se fue.

Esa vez sí denunciaron y llegó Carabineros, aunque en menos de 24 horas ya estaba ahí nuevamente.

—Le abrimos la puerta y se volvió a instalar. Yo llamé a carabineros, quienes fueron, pero mi madre indicó que no quería seguir con la denuncia y no pasó nada.

“No era malo, a veces me gritaba”

En octubre vino otra agresión. J. regresó del liceo y vio que Gerardo cocinaba. Escuchó que discutía con su madre y que le dio un palmetazo en la cara. Ella lo llamó pidiendo ayuda y le rogó que se fueran donde su abuela. Gerardo los detuvo. Les vociferó que no podían irse porque estaba preparando el almuerzo. J. lo encaró y a cambio recibió una amenaza con un cuchillo. Gerardo le bramó que él era el dueño de casa y que tenía que irse. Y se fue sin denunciar.

—Él siempre actuó igual. Mi madre me contó que en la calle varias veces la golpeó con patadas o combos que a ella le dolían, pero no lo denunció. Yo nunca vi esos episodios, sólo me los contaron.

F. se los contó. En su testimonio, cuando se fue a entregar a la comisaría, fue escueto en lo que reveló. Reconoció que nunca se llevó bien con Bañares. Que siempre tuvieron diferencias y que en múltiples ocasiones le pegó a su mamá. Pero fue todo.

Nabila tampoco se extendió cuando le tocó hablar frente al fiscal. Dijo que Gerardo tenía problemas con el alcohol y que cuando salía a beber no volvía a la casa. También reveló que era bipolar y que nunca se tomaba sus medicamentos.

Admitió que le pegaba y que sus hijos mayores se daban cuenta de la violencia intrafamiliar, porque una vez le dio un palmetazo en la cabeza frente a ellos. En la casa también vivían dos pequeños más. Uno de 11 años y otro de 12.

—De ahí que siempre ellos discutían sobre cuando Gerardo me gritaba en las mañanas, por cualquier motivo, pero yo siempre calmaba a mis hijos para que no terminaran peleando —garantizó Nabila.

Aunque fue la propia Nabila quien reconoció que los autores de la agresión contra su pareja fueron sus hijos, también los definió como “chicos tranquilos”. Que no tenían ni pareja.

—Ellos siempre me defendían, pero Gerardo no era malo. A veces me gritaba, pero siempre lograba calmarlo. Yo les enseñé a ser niños de bien.

“Te voy hacer mierda”

La noche de 1 de febrero Nabila también intentó menguar el caos. Gerardo salió de la casa como a las 19:00 horas diciendo que iría a conseguir una camioneta. Volvió dos horas después gritando.

—Ahí está tu maridito, te está rompiendo la casa —le soltó F. a Nabila.

Ella sólo escuchaba gritos. Aseguró que llamó a Carabineros porque los veía cada vez más enojados a los tres. Se dio cuenta que Gerardo entró hasta el patio y chilló “yo quiero buscar a mi mujer”. Pero ni F. ni J. lo dejaban entrar. Este último contó que escuchó a su mamá hablar por teléfono explicándole que no lo recibiría devuelta en la casa.

F. le dio la posibilidad de entrar pidiéndole que se calmara primero. Por el contrario, lo vio más encolerizado. Según su propia versión, Bañares lo intimidaba con una piedra en la mano derecha. J. asegura que la lanzó a la bodega.

Luego subió a buscar una manopla que tenía en el cajón de su habitación y salió de la casa a enfrentarlo.

—Te voy hacer mierda cabro culiao —fue lo primero que bramó Bañares antes de pegarle con la piedra en el brazo derecho.

F. se cubrió el rostro para evitar otro golpe.

—Fue en ese instante en que pensé que me podía matar y decidí golpearlo con la manopla —relató F.— pero al retroceder un poco tropecé con los peldaños de la escalera y caí de espalda. Quedé en una postura inclinada y Gerardo se abalanzó sobre mí para golpearme, iniciándose un intercambio de golpes.

Por atrás apareció J. para apalearlo en la cabeza con el bate. F. se levantó, se abalanzó sobre él y le azotó la manopla en la cara.

—Debido a la adrenalina, la situación que estaba viviendo, sumado a que pensaba que si no me defendía Gerardo me podía matar. Es que le di una gran cantidad de golpes con la manopla, todas en el rostro y cabeza —admitió él mismo.

“¿Qué hicieron?”

Según él, Gerardo lo agredió más de una vez. Defendió a su hermano menor al decir que sólo le pegó una vez y J. se sumó a sus palabras, declarando que fue un puro batazo.

Huyeron al instante al verlo en el suelo ensangrentando. De fondo escuchaban a Nabila gritar desgarradoramente “¡¿qué hicieron?!”.

—Yo tenía miedo y adrenalina. Creía que Gerardo podía volver a levantarse, por lo que nos fuimos a casa de mi padre que vive a dos cuadras —detalló J.

Él mismo los llevó hasta la comisaría. El mayor se entregó y el otro se devolvió a la casa. La PDI llegó a buscarlo horas más tarde. En ese mismo instante Gerardo estaba en una camilla del Servicio Médico Legal. Lo declararon muerto a las 00:59 por politraumatismo.

El 4 de febrero, en la audiencia de formalización contra los dos hermanos, el Ministerio Público refutó sus declaraciones. El video que consiguieron desde el negocio de enfrente les dio la claridad de los hechos. Pudieron ratificar que Gerardo lanzó una piedra pero que no hubo ningún daño.

La mayor diferencia fue en los golpes. Ellos sumaron 30: 13 con el bate de béisbol. Después del cuarto ya estaba inconsciente.

—Creemos que la dinámica de los hechos dista de cualquier posible legítima defensa —sostuvo el fiscal de Coyhaique José Moris— estamos hablando de una pelea, una discusión que deriva en una pelea, de una persona que vivía en ese domicilio y a la que se le agrede de manera tan alevosa que las lesiones son de una gravedad tal, que le producen el fallecimiento tres horas después.

Agresiones y riesgos

La defensa de ambos hermanos apuntó al historial de violencia que los rodeó desde mucho antes que llegara Gerardo. A lo que vivieron cuando su madre fue atacada en 2016 por su pareja anterior, quien le sacó los ojos.

De lo que pasó el 1 de febrero argumentaron que hubo “una hostilidad previa”. Que del video no se puede dar por sentado que hubo indefensión por parte de Gerardo.

—Si bien la dinámica de los hechos da cuenta de que efectivamente la víctima puede haber fallecido por la fuerza de los golpes, lo cierto es que, por lo menos en esta instancia, aquello se opone directamente a la existencia de alevosía, porque no es un elemento como una pistola, no es un elemento como un arma cortopunzante, que a todo evento puede poner en riesgo la vida de una persona —discrepó Mauricio Martínez, abogado de F. —Basta el solo riesgo de que su madre sea agredida para que el sujeto reaccione e intente repeler la agresión.

Aunque dicen, es difícil entrar en el debate de la legítima defensa por la cantidad de golpes, tampoco se puede descartar de plano por las denuncias previas, las agresiones físicas y psicológicas de las que eran parte y del ánimo de defender a su progenitora.

—¿Tenía mi representado que esperar que este sujeto ingresara en estado de ebriedad, en una actitud agresiva, violenta, a su casa, para ver si en realidad agredía a su madre. O le era legítimo evitar a toda costa que esta persona ingresara? —cuestionó el defensor.

La defensora penal juvenil, Francisca Riffo, amparó a J. por ser menor de edad. En su caso, apuntó al historial de traumas de la que ha sido víctima.

—¿Podemos exigirle a esa persona, víctima del miedo insuperable, que reaccione de otra manera? —discutió.

J. tiene otras causas penales. Una por hurto y otra por microtráfico. También suma una sanción por robo en lugar no habitado. Su abogada calificó que un tiempo estuvo “perdido”, pero que hasta hace poco intentó salir adelante. Incluso se inscribió en el programa Lazos de la Subsecretaría de de Prevención del Delito.

Escenario nutrido de desesperanza

En ese programa, que busca que niños y adolescentes crezcan en un ambiente seguro, se le hizo un informe desde que ingresó el 21 de diciembre de 2023:

“En relación al proceso de evaluación y su grupo familiar, cabe señalar que nos encontramos con un escenario clínico muy nutrido por la desesperanza en relación a los procesos de intervención. Es esperable y se explica a partir del largo historial de intervenciones que ha experimentado Nabila y sus más cercanos, sumados al asedio mediático a propósito de su propia historia de vulneración (…) Destacamos significativas fortalezas, factores protectores”.

Los defensores aludieron a que en parte, su actitud estuvo justificada por las vivencias pasadas. De todas formas, miran a un problema mayor.

—Hay que entrar a analizar si efectivamente el Estado también dio respuesta de manera adecuada a que ellos recibieran una terapia reparatoria.

El tribunal no dio crédito a los argumentos expuestos por la defensa en la audiencia. F. quedó en prisión preventiva y J. en internación provisoria, durante los 90 días que dure la investigación.

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