Podría decirse que hay dos tipos de asaltos: los improvisados y los planificados. El que protagonizó Antonio Eduardo Troncoso Ibáñez (37), autodenominado como el Loco Toño, recae en una tercera categoría: la de los atracos absurdos. Ocurrió este martes, en Concepción.
A eso de las 13:30 horas, ahogado por las deudas, Troncoso se plantó en la sucursal del BancoEstado ubicada en Barros Arana con Lincoyán. Llegó con lo puesto, a rostro descubierto y con un papelito que arrebató de un cuaderno con hojas cuadriculadas.
Esperó paciente su turno, se disimuló entre los demás clientes y, cuando puso su rostro frente a la ventanilla, se limitó a deslizar su improvisado documento.
—Esto es un asalto, entrégame el efectivo porque tengo una bomba —se leía en el papel.
La cajera no se lo tomó en serio.
—¿Me estás asaltando? —dijo ella incrédula desde el otro lado del mesón.
El Loco Toño no bromeaba. De entre sus ropas sacó un sobre que contenía un mecanismo que emulaba un artefacto explosivo. Lo puso sobre el counter, en el espacio que está entre la caja y la protección de vidrio.
Los nervios de la trabajadora se crisparon y no tuvo más remedio que pasarle dinero en efectivo.
¿El botín? Poco menos de un millón y medio. Un trofeo escuálido, en todo caso, para un atraco a un banco.
“Muerte a los delincuentes”
Quienes lo conocen de cerca, cuentan que hasta hace un año, el Loco Toño llevaba una vida normal en Coelemu, una comuna viñatera de no más de 20 mil habitantes. Trabajaba en la Forestal León, donde conducía una grúa horquilla; estaba casado desde 2006 y tenía dos hijos.
Había llegado en octubre de 2013 desde Santiago a Ñuble. Él mismo contó en sus redes sociales porqué tomó la decisión: estaba cansado de la delincuencia.
“Muerte a todas esas plagas de delincuentes mal paridos”, había escrito desde la capital antes de enfilar a su nuevo hogar. Los mensajes en contra del hampa se repiten. Era también un asiduo quejumbroso de quienes fumaban marihuana en las plazas públicas y en más de una ocasión se mostró en contra de la legalización de la cannabis.
Ya asentado en el Valle del Itata sus posts eran menos agresivos. Agradecía, sin mayor cuidado por su ortografía, “la tranquilidad de la noxe” y que se acabaran “los valasos“. “Ahora se escuchan solo los grillos cri cri“, celebraba.
Un accidente automovilístico ocurrido en 2022, sin embargo, lo derrumbó. Su situación financiera se fue a pique luego de que su madre y su señora quedaran con problemas médicos. No tuvo mejor idea que incursionar en el delito. Un mundo del que poco y nada conocía: no tenía condenas previas por ilícito alguno.
La caída del Loco Toño
Según cuentan fuentes cercanas al caso, el Loco Toño “hizo todo lo posible por dejar pistas”. La única maniobra distractora que hizo fue raparse, pero ya tenía una calvicie avanzada, así que quedó prácticamente igual.
Tampoco tenía un plan de escape acabado. Su automóvil lo dejó en un estacionamiento pagado a sólo tres cuadras de la sucursal, en pleno centro penquista, donde las cámaras de seguridad están por doquier.
Tras el robo, nada de huidas espectaculares. Nada de miguelitos en el camino, nada de quemar vehículos en la ruta para evitar la acción policial y nada de recambio de automóvil. Se fue tal como llegó.
El Loco Toño cayó detenido a las pocas horas en su domicilio en Coelemu, a unos 57 kms de donde se inmortalizó como el peor ladrón de bancos de Chile.
En su casa, los policías del OS-9 de Carabineros encontraron las mismas vestimentas con los que cometió el atraco, su automóvil, un celular y $192 mil en efectivo. En el counter del banco dejó olvidado su “explosivo”. Era, en realidad, un reloj y la placa madre de un computador de la que colgaban cables.
El Loco Toño fue formalizado este viernes en el Juzgado de Garantía de Concepción. El fiscal Jorge Lorca le comunicó cargos por robo con intimidación. La pena a la que se arriesga parte en 5 años y un día de cárcel. Tras la audiencia quedó en prisión preventiva.