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"Sopa de placenta" y palos santos: el entierro ilegal de un lactante en comunidad de San José de Maipo

08 junio 2023 | 06:01

Auca y Loba se conocieron en la comunidad ecología Arcoíris. La misma donde tuvieron a su hijo. La misma donde enterraron al lactante a los 45 días de haber nacido, luego de que muriera sin recibir atención médica. Y la misma donde alguna vez estuvo Antares de la Luz, el líder de una secta que quemó vivo a un menor en medio de un ritual para zafar del fin del mundo. Esta es la historia de Leufu, un bebé que nunca fue inscrito en el Registro Civil.

—¡¡SE ME FUE, MI HIJO SE ME FUE!!

Esas fueron las palabras con las que Nicolás Valladares le avisó a su padre, en abril de 2022, que su hijo estaba muerto. Al menos así lo recordó Pedro Valladares cuando le tocó declarar frente a la Brigada de Homicidios de la PDI.

La situación pintaba mal. El pequeño Leufu, con 45 días de vida, pasó una “mala noche” y al día siguiente, sin más, murió. Su piel estaba amarilla y en vez de trasladarlo a un recinto de salud, lo enterraron en una fosa artesanal, dentro del Fundo El Toyo en San José de Maipo.

La muerte habría quedado ahí, tapada con la tierra que la comunidad ecológica “Arcoíris” usaba para vivir. Pero una denuncia hizo que su secreto escalara hasta la Brigada de Homicidios y terminara con los dos padres formalizados por parricidio e inhumación ilegal.

Loba y Auca

Andrea Valdevenito Aguilera llegó a la comunidad en 2020. Pocos la conocían con su nombre de pila. Para todos era la “Loba”. Ingresó voluntariamente a Arcoíris y aunque entraba y salía intermitentemente, se quedó hasta 2022.

Fue ahí, en San José de Maipo, donde conoció a Nicolás Valladares Muñoz, apodado como “Auca”. Iniciaron una relación, informal, pero reconocida a los ojos de resto de los integrantes del grupo ecológico. Al poco andar, Loba quedó embarazada.

Un informe de la PDI -al que accedió BBCL Investiga- reconstruye los hechos al interior del fundo. El tráfico de llamadas entre ambos imputados, por ejemplo, estima que para el 1 de enero de 2022, Andrea tenía 6 ó 7 meses de gestación. El 4 de marzo, en compañía de su “círculo de protección” más cercano, Loba daría a luz a Leufu. Una fecha estimativa, desde luego: al pequeño nunca lo inscribieron en el Registro Civil.

Rituales y ofrendas en la comunidad Arcoíris

Pese a que el parto se concretó sin complicaciones, todo cambió poco más de un mes después. Según testigos que declararon ante la policía, al día 38 el pequeño estaba enfermo. La situación se agravó, al punto que este cambió de color.

Un escrito firmado por el fiscal adjunto de Puente Alto, Luis Pérez Letelier, así lo grafica:

—Tras unos días en buen estado de salud, entre 38 y 39 días después de nacido, Leufu pasó una “mala noche”. Así, luego de una negativa evolución, presentó claramente a los ojos de los testigos una “coloración amarillenta en su piel”.

De acuerdo a la imputación de cargos, Auca y Loba nunca buscaron asistencia médica convencional.

Al día siguiente, ambos comunicaron a todos que su hijo estaba muerto.

El fallecimiento del menor dio paso a un ritual simbólico. Las exequias incluían ofrendas de parte del improvisado cortejo fúnebre. Todo se resumía a piedras de cuarzo, palos santos y collares de lana.

Lo enterraron bajo tierra, a 90 centímetros, en una fosa artesanal, acompañado de los regalos.


“No quise llevarlo porque estaba en shock”

Hasta ahí, pocos conocían de la breve existencia de Leufu. Pero una denuncia anónima alertó a la PDI y fiscalía. Todo dio paso a una investigación que permitió a los investigadores levantar las fichas clínicas de Loba.

Resulta que tras la muerte del menor, la mujer decidió buscar ayuda: llegó al Cesfam Padre Gerardo Whelan de Peñalolén en al menos cuatro oportunidades.

El 29 de noviembre de 2022 fue por una consulta debido a que tenía “cansancio y debilidad”. El 7 de diciembre del mismo año, volvió otra vez para un control ginecológico. Dijo que había sido madre nueve meses atrás. En marzo de 2023, fue por tercera vez. ¿La razón? Una atención de salud mental. El documento recoge brevemente el sentir de Andrea:

—Hace un año atrás falleció mi hijo de 45 días, ahí cambió toda mi vida —advirtió.

El 6 de abril fue la última atención que requirió. Fue la definitiva. Contó todo. Los facultativos consignaron así la historia en el informe:

—Estaba viviendo en una comunidad en el Cajón del Maipo y ahí es cuando tiene al bebé. Refiere que estaba dándole pecho, lo deja durmiendo y cuando lo va a ver no respiraba. Refiere que no quiso llevarlo al médico porque estaba en shock.

Por su parte, Nicolás llamó a su padre, también en abril, para llorarle.

—Se me fue, mi hijo se me fue —le hizo saber.

De la comunidad Arcoíris a prisión preventiva

Mientras Andrea se quebraba en el Cesfam, la PDI ya había iniciado las pesquisas. El 6 de febrero de este año detectives visitaron por primera vez el camping. El primer día no encontraron nada, pero al siguiente, hallaron los restos de Leufu. Andrea estaba en Viña del Mar.

Las pesquisas continuaron hasta que a inicios de esta semana, Loba y Auca cayeron detenidos.

Ambos fueron formalizados este martes por parricidio e inhumación ilegal en una audiencia ante el Juzgado de Garantía de Puente Alto que se extendió por más de una hora.

Por disposición del tribunal, ambos quedaron en prisión preventiva.

Carbonada de placenta

Un artículo publicado por CHV Noticias apunta a que la comunidad Arcoíris contó entre sus participantes a Antares de la Luz, alias para Ramón Castillo Gaete, líder de una secta que quemó vivo a un recién nacido como parte de un ritual para salvarse del fin del mundo. En tanto, un reportaje de La Tercera, sostiene que tras el nacimiento de Leufu, la comunidad celebró con “actividades para todos”.

—En un almuerzo, salió un plato de una olla que era una carbonada de placenta. El plato era para todo el que quisiera compartir la energía del nacimiento —evidenció uno de los testigos.