San Manuel, a 35 kilómetros de Parral. Año 1950.
En medio de la montaña maulina, a mediados del siglo XX, se escribió un episodio desconocido de la ex Colonia Dignidad. Italianos que habían huido de los estragos de la Segunda Guerra Mundial se asentaron en las faldas de la Cordillera de Los Andes. Un proyecto del que, sin embargo, fueron rápidamente despojados por la llegada de los alemanes que luego fundarían, en los mismos terrenos, una secta cuyos horrores se prolongarían por más de dos décadas.
Esta es la historia de la Compañía Chilena-Italiana de Colonización, una iniciativa que incluyó a ambos Estados para dotar de terrenos a migrantes de Trento y Los Abruzos. De su historia, no obstante, solo quedan recuerdos.
Una mala administración que provocó la expulsión de la colonia italiana para la instalación del culto religioso liderado por Paul Schäfer, amenazas y hostigamientos forman parte de un episodio que hoy reconstruye la Unidad de Investigación de BioBioChile.
Problemas inmediatos
La Compañía Chileno-Italiana de Colonización (Cital) fue una comitiva que se fundó para gestionar los proyectos de migración asistida entre ambos países y administrar las futuras colonias que se ubicarían en nuestro país.
Durante prácticamente todo 1950, la directiva junto a ejecutivos de la Corfo recorrieron Chile -a bordo de una avioneta- en busca de un terreno propicio para la instalación de los italianos.
¿El sitio escogido? El sector San Manuel. En total, fueron más de 150 migrantes los que arribaron a la localidad perteneciente a Parral, región del Maule. Entre ellos se contaba una veintena de familias, con sus respectivos jefes familiares. La idea era construir un proyecto agrícola que les permitiera una mejor calidad de vida a la que llevaban en Europa tras el desastre de la guerra.
Para mala fortuna de ellos, los problemas comenzaron casi de manera inmediata: se encontraron con que las tierras no eran las mejores para desarrollar la agricultura, tenían poco acceso al agua y los caminos eran sencillamente intransitables.
Stefano Micheletti es académico de la Universidad Católica del Maule. En su libro Los italianos de Parral, la colonia antes de Colonia Dignidad detalla que de las 31 mil hectáreas entregadas, solamente 700 eran aptas para la agricultura. De esas, apenas 170 contaba con posibilidad de riego.
Al investigador esto justamente le llama la atención, al considerar también que en los años cincuenta el poblado elegido era bastante aislado.
—Esto resulta difícil de comprender: emplazar una colonia con fines agrícolas justo en un sector que no tenía tierras productivas, a tantos kilómetros de distancia del primer mercado de comercialización posible de estos productos —asegura en conversación con BioBioChile.
Los problemas fueron constatados en primera persona por Giovanna Sigala. Llegó de niña a San Manuel, cuando la colonia de italianos llevaba dos años de funcionamiento. Según cuenta a este medio, su padre había sido invitado por un amigo a formar parte de la parcela. No se esperaban tanta precariedad.
–Cuando llegamos a Chile, mi mamá estaba desesperada. Nos decía, cómo vamos a estar en esta soledad, cómo nos trajeron acá.
“Simplemente se encontraron con las carpas”
Tal como revelan los testimonios recogidos en el libro de Micheletti, los habitantes -pese a ya estar asentados- nunca tuvieron una respuesta clara sobre el proyecto. Es más, la compañía les negó constantemente los acuerdos de compra-venta de los terrenos.
La posibilidad de que los colonos se volvieran propietarios de sus parcelas se volvió cada vez más lejana.
–Nos trajeron con un contrato de trabajo y la única oportunidad que nos dieron cuando todo fracasó fue devolvernos a Italia –asegura Giovanna.
Fueron las dificultades económicas y la nula claridad del proceso por parte de la comitiva lo que aumentó el conflicto entre ésta y las familias.
–La Cital, recién 10 años después, comenzó a redactar los contratos de compra-venta – indica Micheletti.
Luego, vinieron los problemas de caja, el cambio de administración y la posterior venta de terrenos a los alemanes. Esto último, a espaldas de los mismos italianos según cuenta el académico.
–Simplemente un día se encontraron con las carpas de los alemanes.
De mueblista a hotelero
Para ese entonces, Giovanna y su familia ya se había marchado de la colonia. Los dramas económicos, el nulo apoyo del Estado y un accidente terminaron por marcar su salida.
Su papá llegó al país a trabajar en una fábrica de muebles que se había instalado en San Manuel. Una empresa que luego compró. Todo se derrumbó pocos años después: la incipiente compañía fue consumida por un incendio que obligó al clan a trasladarse al área urbana de Parral.
—El gobierno italiano, luego del incendio nos dejo completamente abandonados —lanza.
En la comuna, que hoy cuenta con más de 40 mil habitantes, compraron una casona en la que su padre, Luigi Sigala, instaló un taller para continuar con sus labores de mueblista. Al poco andar, su madre, Luigina Romele, empezó a preparar y vender comida italiana en el mismo domicilio. Fue tal el éxito que decidieron abrir cinco piezas de la residencia para también recibir huéspedes.
Bautizado como el Brescia, hoy es el hotel más importante de Parral.
“Tío Paul”
Historia familiar aparte, el arribo de los nuevos inquilinos, detalla Micheletti, se gestó gracias a los contactos de la embajada de Chile en Alemania. Ello permitió que un culto religioso pudiese comprar parte de los terrenos de San Manuel a la Cital.
A finales de 1961, apareció en San Manuel el nuevo grupo de migrantes con sus carpas. Se instalaron allí como si estuvieran de camping. Venían de Siegburg y su líder se hacía llamar tío Paul. O sea, Paul Schäfer Schneider, quien más tarde se haría conocido como un despiadado pedófilo.
De acuerdo al contrato de compra-venta de los terrenos, fue la Cital la que decidió vender el predio de San Manuel a Hermann Schmidt y Rudolph Collen, palos blancos de Schäfer.
Frente al asombro de los italianos, muchos decidieron irse del lugar. Otros, aseguran los testimonios recopilados por Micheletti, terminaron siendo víctimas del asedio de la “Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad.
–Al final, los alemanes les compraron todas las parcelas a los italianos, porque a ellos les molestaba toda la gente que viviera alrededor –relata Giovanna Sigala.
Micheletti lo confirma:
–Cuando los primeros colonos vieron que no había mucha vuelta, empezaron a escapar. Algunos se fueron de noche, se retiraron de la colonia. En dos años, de las 20 familias que habían llegado, 16 ya se habían ido.
Así comienza la travesía en Chile de la Colonia Dignidad.
Las fichas
El enclave alemán fue una secta con un extenso prontuario criminal comandada por Paul Schäfer. Ahí se cometieron numerosos crímenes por varias décadas, sin que los estados de Chile y Alemania los detuvieran.
Abusos sexuales y violaciones de niños, trabajo esclavo, medicación forzada, tráfico de armas, desalojo de campesinos de la zona, tortura, asesinato y desaparición de prisioneros políticos de la dictadura, figuran entre las atrocidades cometidas.
Nadie investigó sino hasta 1990, cuando el entonces Presidente, Patricio Aylwin, le quitó la personalidad jurídica a la sociedad benefactora, convirtiéndose en lo que hoy se conoce como “Villa Baviera”.
En 2004, en tanto, el juez Jorge Zepeda entregó al Instituto de Derechos Humanos, más de 40 mil fichas que hasta ese momento estaban enterradas en la colonia alemana. Ahí, según cuenta Micheletti, habían muchos antecedentes de las familias italianas.
Los documentos evidencian que habían sido vigiladas y amenazadas constantemente.
–Aparecen muchas cosas de ellos, gente normal que en algún momento se encontraron con una situación extraordinaria –dice el investigador.
“Todo eso era raro”
Cuando las violaciones a los derechos humanos vividos en el enclave alemán salieron a la luz, la madre de Giovanna, Luigina Romele, decidió luchar contra la secta de Schäfer, a fin de dar cuenta de las atrocidades que cometieron los jerarcas.
–Ella desde el primer momento encontró que todo eso era raro, pero nadie le creía –asegura Giovanna.
Luigina fue una de las migrantes italianas que hizo frente a la colonia alemana. Ayudó, por ejemplo, a Wolfgang Kneese, uno de los primeros colonos alemanes que escapó de Villa Baviera, quien fue acusado de injurias, al mencionar los horrores que ahí sucedían.
–Tuvieron que vivir la migración, la crisis técnica-productiva y social de la colonia, el encuentro con Colonia Dignidad, los movimientos políticos fuertes de la de la época de la UP, la dictadura. Entonces, cada uno reaccionó a su modo –reflexiona.