La semana pasada Jane Goodall estuvo en Chile para presentar su charla magistral Razones para la esperanza, donde compartió parte de su vida, su carrera en la investigación de los animales y los esfuerzos que está haciendo para conservar a las especies en medio de una era de cambios.
La famosa etóloga, que dedicó su vida a estudiar el comportamiento de los chimpancés, contó cómo comenzó a acercarse a estos animales, pero también apuntó a los jóvenes como su mayor razón para no perder la esperanza de salvar al planeta.
Durante su visita a Chile, Goodall fue condecorada con dos importantes reconocimientos. El viernes, el Ministerio de Cultura le entregó la máxima distinción de la Orden al Mérito Artístico y Cultural, la “Medalla Pablo Neruda”.
Posteriormente, se trasladó a la casa central de la Universidad de Chile, donde se le otorgó el título Doctor Honoris Causa, un reconocimiento honorífico que se entrega a una persona que haya destacado “en virtud de sus méritos o de sus sobresalientes acciones en beneficio del estudio de la nación chilena o de la humanidad”.
Tras esta ceremonia, Goodall subió al estrado para su charla magistral, donde habló del contexto actual, la humanidad, los animales, y cómo salvar el planeta en el marco de las crisis ambiental que lo aqueja.
“Cuando veo cómo ha cambiado el mundo durante mis 90 años, es bastante sombrío. Pero desafortunadamente, una cosa no ha cambiado. Crecí durante la Segunda Guerra Mundial, con bombas sobre nuestras cabezas. Fue un momento muy sombrío, con personas que conocía muriendo. Y ahora hay guerras en todas partes, dos principales en Ucrania y Gaza. Quince conflictos en África. Inquietud en todo el mundo. No es de extrañar que la gente esté perdiendo la esperanza“, reflexionó en su discurso.
El camino a los chimpancés
Cabe recordar que Jane Goodall fue la primera investigadora del mundo que estudió el comportamiento de los chimpancés en vida salvaje, aun cuando ni siquiera había estudiado formalmente una carrera científica que se alineara con el estudio de los animales. Todo lo aprendió por su cuenta, y desde muy pequeña.
En su charla declaró que nació amando la naturaleza, pero también reconoció que gran parte de su constancia y logros no habrían sido posibles sin su madre. “La gente me pregunta: ¿qué desencadenó tu amor por los animales? No lo sé. Simplemente nací así. Y tuve una madre que lo apoyaba“, comentó.
De hecho, cuando manifestaba sus ganas de irse a vivir a África para observar de cerca a los animales, recibía comentarios como, ‘no tienes dinero’, ‘solo eres una niña’, ‘es un lugar peligroso’. No así con su madre.
“Ella me dijo: ‘si realmente quieres hacer algo así, vas a tener que trabajar muy duro. Vas a tener que aprovechar cada oportunidad. Y si no te rindes, espero que encuentres un camino’. Y desearía que mi madre estuviera viva para saber cuántas personas me han dicho, ‘Jane, te escuché decir eso. No me he rendido y he seguido mi sueño"”, aseguró.
Inicialmente, Goodall estudió una carrera de secretariado en Londres, luego fue invitada a Kenia por una amiga cuyos padres se habían comprado una granja en África, allí fue cuando comenzó todo.
En Kenia, conoció a Louis Leakey, un famoso paleontólogo que se dedicaba a buscar restos de los antepasados de los humanos y que, en consecuencia, sabía mucho de animales. Jane lo buscó y tras convertirse en su secretaria, escaló hasta ser una investigadora más.
Después de compartir algunas expediciones, Leakey determinó que estaba lista para sus anhelados estudios de campo con chimpancés. La primera vez, su madre la acompañó.
“Leakey decidió que yo era la primera persona en ir a intentar descubrir algo sobre el comportamiento de los chimpancés salvajes. Fui la primera persona en ir a hacer un estudio como este. No sabíamos nada sobre los chimpancés en la naturaleza. Y no sabíamos mucho sobre ellos en cautiverio tampoco“, explicó.
“Los chimpancés me miraron y desaparecieron en el bosque. Son muy conservadores. Nunca habían visto algo como yo antes”, agregó. Los primeros meses, creyó no haber descubierto nada, pero fue su madre quien le ayudó a encontrar el foco.
“Pasaron cuatro meses y no había aprendido nada, según yo. Pero ella dijo: ‘no, Jane, tienes tus binoculares. Estás observando a los chimpancés. Ves cómo a veces viajan solos. A veces es una madre con sus crías. A veces es un grupo de machos simplemente pasando el rato. A veces un montón de chimpancés se reúnen de lo que ahora sabemos que es una comunidad de alrededor de 50 donde hay una nueva fruta disponible’. Dijo, ‘estás aprendiendo sobre los sonidos que hacen. Estás aprendiendo sobre los alimentos que comen. Estás aprendiendo más de lo que crees’. Así que ella aumentó mi moral”.
Finalmente, Goodall se encontró con “David Greybeard”, como lo llamó, el primer chimpancé que confió en ella. “Estaba sentado en un montículo de termitas, rompiendo tallos de hierba, rascando la entrada a los túneles de termitas y luego empujando la hierba hacia abajo y recogiendo las termitas con sus labios. También estaba rompiendo ramitas con hojas y para convertirlas en herramientas, tenía que quitar cuidadosamente las hojas. David Greybeard estaba usando y fabricando herramientas“.
Ese fue su descubrimiento clave. “En ese momento, la ciencia había decidido que los humanos eran las únicas criaturas que usaban y fabricaban herramientas. De hecho, nos definían como ‘el hombre, el fabricante de herramientas’. Así que cuando envié esta información a Leakey, dijo, ‘bueno, simplemente tendremos que rediseñar, redefinir al hombre, redefinir la herramienta’, o simplemente aceptar la naturaleza”, recordó.
Desde entonces sus investigaciones no se detuvieron y aprendió todo lo que pudo hasta ahora sobre los chimpancés, los animales más cercanos a los humanos.
“Los chimpancés son tan parecidos a nosotros, pueden contraer todas nuestras enfermedades infecciosas, y por supuesto lo peor es la destrucción del hábitat a medida que las poblaciones humanas crecen”, advirtió.
Jane Goodall, sus razones para la esperanza y el aporte de Chile
La etóloga cree que, en tiempos como estos, es importante mantener la esperanza. “Mi mayor razón para la esperanza son los jóvenes”, aseguró, a quienes intenta motivar e inspirar pese a la adversidad.
Con esto en mente, a inicios de los 90’s creó la fundación Roots & Shoots, con la que reúne a jóvenes de todo el mundo para trabajar en problemáticas ambientales y apoyar en ayudas humanitarias.
“Básicamente, el mensaje principal fue: cada individuo tiene un impacto en el planeta todos los días. Y podemos elegir qué tipo de impacto hacemos. Los jóvenes eligen“, planteó.
Como segunda razón para la esperanza, apela al “extraordinario cerebro que tenemos”, que, en sus palabras, “es lo que nos hace más diferentes de otros animales que cualquier otra cosa”.
“Pensemos en cosas como viajar a Marte, mirar la superficie del Planeta Rojo. Pensemos en toda la maravillosa tecnología médica que ha salvado a las personas de muertes agonizantes. Y no pensemos demasiado en armas nucleares y esas cosas que están dañando el planeta hoy en día. Eso es lo que tenemos que aprender a hacer. Eso es lo que los jóvenes pueden aprender, a alejarse del lado oscuro de nuestro cerebro hacia el lado luminoso”, reflexionó Goodall.
“No solo las personas en la ciencia están pensando en nuevas tecnologías, sino que las personas en su vida cotidiana están pensando en su huella ambiental. ¿Qué compras? ¿Dónde se hizo? ¿Dañó al medio ambiente? ¿Fue cruel con los animales? ¿Es barato debido a salarios injustos o incluso trabajo esclavo? Entonces no lo compres. ¿Costará un poco más si compras algo hecho éticamente? Probablemente. Pero si cuesta un poco más, lo valorarás más”, añade.
Jane Goodall también reconoció a Chile: “La siguiente razón de esperanza, la resiliencia de la naturaleza. Desde que he estado en Chile, he escuchado sobre proyectos para reverdecer la tierra, para devolver la naturaleza a la ciudad, áreas donde se han salvado animales al borde de la extinción. Y eso ha sucedido en todo el mundo. Eso es porque viajo a todas partes. Conozco a personas increíbles haciendo proyectos increíbles”.
Además, criticó a los medios como impulsores del pesimismo colectivo. “Los medios de comunicación están tan llenos de pesimismo que la gente está empezando a rendirse y perder la esperanza. Y en algunas de las elecciones en todo el mundo, particularmente los jóvenes, no se molestan en votar porque están tan hartos de la política. Y sin embargo, cada voto cuenta”, planteó.
“Y si nos importa el futuro, necesitamos tomar tanto como podamos en nuestras propias manos y cada uno hacer nuestra parte. Así que mi última razón de esperanza es el espíritu indomable”, concluyó.