Una investigadora aseguró que Chile recibió 156 mil toneladas de ropa desechada o sin usar en 2021, la cual en su gran mayoría fue a parar al desierto de Atacama.
Se trata de Beatriz O’Brien, autora de un estudio encargado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), cuyos resultados serán presentados a fines de 2023 en Santiago.
Según datos preliminares del informe, Chile es el cuarto país del mundo que más textiles procedentes de marcas internacionales de ropa importa y deposita en vertederos irregulares.
Con estas 156 mil toneladas en 2021, nuestro país se ubica sólo por detrás de Pakistán, Emiratos Árabes Unidos y Malasia.
De acuerdo a O’Brien, un 60% de esta ropa -cerca de 94 mil toneladas- termina de alguna u otra forma en el desierto.
“Son comunidades vulnerables y precarias las que se hacen cargo de los desechos y de la contaminación que generan estos residuos”, agrega la investigadora respecto al elevado porcentaje de químicos que contiene esta ropa.
Desierto de Atacama: es más barato desechar ropa que reciclarla
La ropa llega a Chile por vía marítima en paquetes de entre 40 y 45 kilos, que se comercializan a través de intermediarios a precios irrisorios de entre uno y dos dólares por kilo.
O’Brien habla por eso de “colonialismo de residuos” procedente de los países industrializados del norte (Estados Unidos, Asia y Europa), que que mandan su ropa no deseada al llamado “sur global”.
Para marcas internacionales, como Nike, Adidas o H&M, es más barato enviar la ropa no usada a países del sur en lugar de intentar venderla o reciclarla, según el trabajo que se está desarrollando para la Cepal.
Según la investigadora, el gran número de acuerdos de libre comercio firmados por Chile con diferentes países y regiones del planeta hace que el país sudamericano sea especialmente vulnerable a la llegada de ropa desechada a su territorio.
Asimismo, indica que no se trata únicamente de ropa en mal estado, sino en muchos casos también es vestimenta jamás usada, envuelta en sus bolsas originales y con etiquetas puestas.
“El consumidor debe saber que cada vez que dona ropa, una gran parte acaba descartada en una comunidad de algún lugar del mundo y afecta allí a gente que tiene condiciones de vida muy difíciles”, asevera.
