Este lunes, el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU mostró inequívocamente que el calentamiento global se está desarrollando más rápidamente de lo esperado y que prácticamente todo es consecuencia de la actividad humana.
Se trata del reporte ambiental más importante que se ha divulgado desde 2014, cuyos resultados fueron catalogados como una “alerta roja” por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
“Este informe debe poner fin al carbón y a las energías fósiles antes que destruyan nuestro planeta”, dijo en un comunicado tras difundirse el texto, que advirtió de una aceleración del calentamiento global con consecuencias “sin precedentes” para la humanidad.
Una imagen vale más que mil palabras. A continuación los cambios de temperatura, en la caída de lluvia y humedad del suelo.
¿Y los efectos?
La humanidad ya experimenta, de cierta forma, las consecuencias de vivir en un planeta más cálido, pese a que el alza en las temperaturas bordea los 1,3°C en comparación a la era preindustrial.
Aún así ya se puede ver que el cambio climático está intensificando el ciclo hidrológico, con una mayor fuerza de las precipitaciones y las inundaciones asociadas, así como sequías más intensas en muchas regiones.
Sumado a ello este fenómeno está afectando a los patrones de precipitación. En las latitudes altas es probable que estas aumenten, mientras que se prevé que disminuyan en gran parte de las regiones subtropicales.
“Se esperan cambios en las precipitaciones monzónicas, que variarán según la región”, detalló el IPCC.
Por otra parte, las zonas costeras experimentarán un aumento continuo del nivel del mar a lo largo del siglo XXI, lo que contribuirá a la erosión costera y a que las inundaciones costeras sean más frecuentes y graves en las zonas bajas.
Los fenómenos relacionados con el nivel del mar extremo que antiguamente se producían una vez cada 100 años podrían registrarse con una frecuencia anual a finales de este siglo.
Un mayor calentamiento amplificará el deshielo del permafrost, así como la pérdida de la capa de nieve estacional, el derretimiento de los glaciares y los mantos de hielo, y la pérdida del hielo marino del Ártico en verano.
Los cambios en el océano, como el calentamiento y la acidificación del océano, el aumento de la frecuencia de las olas de calor marinas y la reducción de los niveles de oxígeno están claramente relacionados con la influencia humana.
“Estos cambios afectan tanto a los ecosistemas de los océanos como a las personas que dependen de ellos y continuarán produciéndose al menos durante el resto del siglo”, subrayaron.
“En el caso de las ciudades, algunos aspectos del cambio climático pueden verse amplificados, en particular el calor (ya que las zonas urbanas suelen ser más cálidas que sus alrededores) y las inundaciones debidas a episodios de precipitaciones intensas y al aumento del nivel del mar en las ciudades costeras”, ejemplificaron.
Adiós, 1,5 ºC; hola, sobrecarga
Se espera que hacia 2030 la temperatura media del planeta sea 1,5°C o 1,6°C mayor a la de los niveles de la era preindustrial en los cinco escenarios relativos a las emisiones de gases de efecto invernadero, que evolucionan del más optimista al más pesimista, considerados en el informe.
Esto sucedería una década antes de lo que el IPCC predijo hace solo tres años.
Y para mediados de siglo el umbral de +1,5°C habrá quedado superado en todos los escenarios: los más optimistas señalan que se superará por 0,10°C y los más pesimistas, por 1,0°C.
Queda, aún así, un resquicio de esperanza: en el supuesto que se haga absolutamente todo para combatir el cambio climático, la temperatura global, tras haber crecido 1,5°C, será 1,4°C mayor a la de la era preindustrial para 2100.
Los aliados naturales, debilitados
Desde 1960, aproximadamente, los bosques, suelos y océanos han absorbido el 56% de todo el CO2 que la humanidad ha expulsado a la atmósfera, pese a que esas emisiones hayan aumentado un 50%.
Sin la ayuda de la naturaleza, la Tierra sería un lugar mucho más caliente e inhóspito de lo que lo es ahora.
Pero esos aliados – conocidos como sumideros de carbono – están dando indicios de estar saturados y se espera que el porcentaje de CO2 que absorben sea menor conforme vaya pasando el tiempo.
El informe destacó el sorprendente progreso de un nuevo campo, la “ciencia de la atribución”, para cuantificar hasta qué punto el calentamiento global provocado por el humano aumenta la intensidad y/o la probabilidad que se produzca un fenómeno meteorológico extremo, como una ola de calor, un huracán o un incendio forestal.
En unas semanas, por ejemplo, los científicos establecieron que la ola de calor que azotó Canadá en junio, con temperaturas récord, hubiera sido “casi imposible” sin la influencia del cambio climático.
Crecimiento rápido del nivel del mar
El nivel global de los océanos ha aumentado unos 20 centímetros desde 1900 y el ratio de crecimiento prácticamente se ha triplicado en la última década.
Las capas de hielo que se deshacen en la Antártica y en Groenlandia son ahora el principal factor, por delante del deshielo de los glaciares.
Si las temperaturas globales aumentan 2°C, el nivel de los océanos subirá cerca de medio metro en el siglo XXI y seguirá aumentando hasta casi dos metros para 2300, el doble de lo que el IPCC vaticinaba en 2019.
Debido a la incertidumbre aparejada a las capas de hielo, los científicos no pueden descartar un aumento del nivel de las aguas de hasta dos metros para 2100.
Importantes avances en paleoclimatología (la ciencia que estudia las características climáticas de la Tierra a lo largo de su historia) han hecho que salten algunas alarmas.
Por ejemplo, la última vez que la atmósfera del planeta estaba tan caliente como lo está ahora fue hace unos 125 mil años, y el nivel del mar era unos 5 o 10 metros mayor, lo que en la actualidad sumergiría a la mayoría de las ciudades costeras.
Hace tres millones de años, cuando las concentraciones de CO2 en la atmósfera concordaban con los niveles de hoy en día y las temperaturas eran entre 2,5°C y 4°C más altas, el nivel del mar estaba hasta 25 metros por encima de lo que lo está hoy.
Metano en el punto de mira (por fin)
El informe incluyó más datos que nunca sobre el metano (CH4), el segundo gas de efecto invernadero más importante, por detrás del CO2, y advirtió que si no se logran disminuir las emisiones no se conseguirá cumplir con los objetivos marcados en el Acuerdo de París.
Las fuentes provocadas por el humano se dividen entre los escapes en la producción de gas natural, las minas de carbón y los vertederos, por un lado; y el ganado y el estiércol por otro.
El CH4 permanece menos tiempo en la atmósfera que el CO2 pero tiene un poder de calentamiento mucho más importante. Los niveles actuales de CH4 son los más altos registrados en los últimos 800 mil años.
Aunque todas las partes del planeta – desde los océanos a las tierras, pasando por el aire que respiramos – estén más calientes, algunas áreas se calientan más rápidamente que otras.
En el Ártico, por ejemplo, se prevé que el aumento de la temperatura media de los días más fríos sea tres veces superior al promedio global del planeta.
El nivel del mar también aumenta en todos lados, pero es probable que en numerosas costas lo haga un 20% por encima de la media.
Puntos de inflexión
El IPCC no descarta “puntos de inflexión” en el sistema climático, es decir, modificaciones abruptas de “escasa posibilidad pero impacto importante” que son irreversibles.
Entre estos figuran la desintegración de casquetes glaciares con suficiente agua para elevar decenas de metros el nivel del mar, el deshielo del permafrost que encierra inmensos volúmenes de carbono o la transformación de la selva amazónica en una sábana.
La Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC) – un sistema de corrientes oceánicas que regula el tránsito global de temperatura desde el trópico al hemisferio norte – se ralentiza, una tendencia que muy probablemente continúe durante el resto del siglo.
Los científicos muestran solo una “confianza media” que este sistema no colapse por completo, como ya ocurrió en el pasado.
Si fuera así, los inviernos europeos serían mucho más crudos y se producirían perturbaciones en los monzones en África y Asia y un aumento del nivel del mar en el Atlántico norte.
¿La solución?
Ante este complejo panorama, la solución es difícil pero clara: “una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero permitiría limitar el cambio climático”, concluyó el IPCC a través de un comunicado.
“Aunque las mejoras en la calidad del aire serían rápidas, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas mundiales se estabilizasen”, recalcó la entidad.
“Este informe refleja unos esfuerzos extraordinarios realizados en circunstancias excepcionales”, dijo Hoesung Lee, presidente del IPCC.
“Las innovaciones y los avances en climatología reflejados en este informe constituyen un aporte inestimable para las negociaciones y la toma de decisiones sobre el clima”, cerró.