En un mundo que cambia rápidamente, y actualmente enfrentado a un contexto de cambio climático y crisis ambiental, el consumo de servicios y productos también ha registrado modificaciones.
Es en este escenario que ha surgido el modelo “triple impacto”, que sincroniza medio ambiente, trabajadores y economía en las empresas.
En concreto, este modelo permite visualizar las ventajas de ser una organización que se preocupa de cada uno de esos tres factores.
“Las empresas entienden que la sostenibilidad no es solo una tendencia, sino una obligación”, afirmó al respecto Isidro Lagos, gestor de oportunidades de Proyecta Impacto, firma dedicada a la asesoría medioambiental.
Sumado a ello, Lagos aseguró que “los mercados están cada vez más regulados exigiendo buenas prácticas ambientales y sociales”.
En tanto, aseveró que los consumidores buscan productos y servicios que no generen impactos negativos.
Eso se condice con los datos obtenidos por la multinacional Unilever en 2017, que llevó a cabo un estudio en el cual el 33% de los participantes afirmó haber empezado a elegir marcas en base a su impacto social y ambiental.
A juicio de Lagos, este modelo ayuda a mejorar la reputación y se “abre camino a consumidores que buscan este tipo de características”.
En tanto, también facilita el acceso a instrumentos y créditos con tasas preferenciales.
“Si soy una empresa del rubro agrícola y no integro programas de eficiencia hídrica frente a la sequía que estamos viviendo en Chile, el negocio se va a ir secando año a año, la producción se va a ver disminuida y el cierre de esa empresa será inminente”, ejemplificó.
Beneficios
Por otra parte, el modelo “triple impacto” también atraería un mejor perfil de profesional a las empresas.
“Los profesionales hoy no solo buscan un lugar de trabajo donde reciban un sueldo. Además, quieren un sitio que tenga un propósito superior”, indicó Lagos.
“Las compañías que son sostenibles o tienen prácticas de este tipo son más atractivas para atraer y retener este talento de alto nivel lo que permite reducir la rotación laboral y los costos asociados al reclutamiento”, agregó Lagos.
A su juicio, el polémico HidroAysén es un ejemplo claro de las ventajas del modelo.
Tras años de controversias y rechazo a su construcción, el proyecto significó la inversión de US$250 millones y nunca vio la luz.
En total, ENEL y Colbún planeaban invertir US$3.200 millones para construir cinco centrales, dos en el río Baker y tres en el Pascua, a modo de inyectar 2.570 MW al Sistema Interconectado Central (SIC).
“Hay que evitar casos como el de HidroAysén donde se perdieron aproximadamente US$250 millones por impulsar un proyecto donde no se consideró la opinión de las comunidades ni personas”, cerró Lagos.